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Por Juan Jesús Jiménez

Puebla, México, 16 de agosto de 2021 [00:02 GMT-5] (Neotraba)

Hoy no hablamos del amor, pero durante la redacción de esta columna me sentía con buen humor.

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Ya que hemos hablado de la naturaleza de la magia y sus clasificaciones –que para mí son– más importantes, podemos adentrarnos en el uso de estos conceptos abstractos como un medio o un arma ideológica, y todo esto partiendo de la necesidad –ahora innegable– de cuestionar las razones de lo que consideramos una norma. Desmontemos de una vez la estructura de una secta desde la estructura de negocios de Avon –o empresa similar.

Parece chiste que uno de los modelos de negocios más replicados alrededor del mundo tenga una estructura tan curiosa como la de un desarrollo piramidal; algo más turbio que gracioso si me preguntan, pero aun así es un muy buen ejemplo para hablar de la relación de las personas con conceptos desconocidos, o en este caso, con algo deseado como el éxito. Repasemos qué es un modelo piramidal. Una persona contacta a otra con un trato: yo te daré algo si consigues que otras dos personas vengan contigo y aporten algo de igual valor cada una. Obvio, si usted grafica este tipo de trato, uno que se extiende a los dos que invita y de esos a otros dos, obtendrá una pirámide que se prolonga de forma exponencial, de ahí el nombre.

La extensión del trato depende muchas veces de la recompensa. En el caso de Avon, con cada persona que uno integre al grupo empresarial, la capacidad de oferta de productos aumenta, y con ello, también las ganancias monetarias que pude registrar en una jornada de ventas; con la magia visible –concepto que ya explicamos en la anterior parte– pasa algo parecido: el conocimiento y la claridad son el móvil para hacer crecer un grupo específico, una secta. Pero antes de que en su mente ronden las sombras de sujetos con sotanas largas y velas negras, hay que aclarar que el concepto lo remito a su origen etimológico, refiriendo a “una línea de conducta” y “seguir” para ser exactos.

En un grupo sectario, la línea de conducta es dirigida por el conocimiento, dicho guardado celosamente por unos cuantos y que en forma de un modelo piramidal, quien yace en la punta, es quien puede o no conceder el acceso a este conocimiento. Las razones por las cuales grupos así se forman son tan diversos como personas hay en el mundo; y en cuestión de principios, una secta puede ser considerada una forma menos compleja de una razón espiritual como la religión –de eso hablamos después con más calma–, pero todas llevan a un concepto irracional explicado por la voz racional.

El éxito, la autorrealización, dinero, conocimiento, iluminación mística, razón cósmica, todo eso es reflejo de un vacío y una búsqueda constante del ser humano por un significado, por un algo más grande a su razón y que explique muchos de los fenómenos que desde su mirada mortal no puede apreciar, el problema viene cuando ese algo es manipulado por unos cuantos que no solo cambian el significado de lo que buscan, si no, que pretenden estandarizar el modo de alcanzarlo.

Obra atribuida a Banksy de la serie Spraycation
Obra atribuida a Banksy de la serie Spraycation

Verá, el aprendizaje para nada es un proceso tan sencillo como un proceso que puede tener un seguimiento lineal –como lo dije en una columna de hace tiempo– y, más bien, atiende a las necesidades y circunstancias que el individuo que aprende, atraviesa. Y aunque no creo en la magia, sí creo en sus razones teóricas, y que estas son exactamente iguales a las que podríamos encontrar en un diccionario fonético o lingüístico. Enseñar a interpretar su contenido no es un proceso estandarizado ni mucho menos producto de una receta milagrosa para resolver los problemas. Amarres, males de ojo, maldiciones congénitas y conjuros similares, no son otra cosa sino la mala traducción de estos conceptos inescapables y que vienen mucho de la manipulación de esos unos cuantos.

Una secta es una escuela clásica de traducciones. Uno puede llegar para buscar la paz por recomendación de un amigo y hallar en una figura insigne lo que buscábamos, pero para llegar hasta ese punto debemos escalar la pirámide de una base inmensa de la que somos parte, desprendiéndonos de muchas de las cualidades que nos hacían –realmente– parte de algo más grande que nuestra propia existencia, y seguimos a estos unos cuantos con sus recetas mágicas para solucionar nuestros problemas. A veces dinero, a veces abusos, pero todo este falso conocimiento de un concepto abstracto se paga a una sola persona, y si bien es cierto que eventualmente la jerarquía cambia, todo se mantiene exactamente igual que como lo encontramos al llegar.

Algo así, por sí solo, es algo fatal porque abre las puertas a la manipulación psicológica de las personas que forman parte de la secta, pero la forma en que esto puede ser peligroso a largo plazo viene de la mano en el cómo llegamos a la forma de aprendizaje que proponen este tipo de grupos. Lo que aprendes aquí es la verdad y cualquier otro modo de pensar está equivocado. ¿Y qué si lo que se aprende ahí va en contra de la libertad de otros? ¿Qué si la verdad que defienden en verdad solo es útil para uno?

Imaginemos ese escenario con algo menos desagradable. Yo abriré una secta, una que halla en los plátanos el significado de la vida; de esta secta yo mismo le pediré que para unirse, cuide de un banano del que me dará todos los frutos que produzca. Obvio, para mantener la organización del grupo nos reuniremos en un salón, por ejemplo, venderé esos plátanos que mis seguidores me hayan dado y así no solo conseguiré a gente que trabaje gratis para mí, si no que podré darles un significado pobre a sus vidas mediante algo útil para mí.

Lo ideal para evitar caer en situaciones así viene de lo que comentábamos al principio, el cuestionamiento real de las razones que nos orillan a hacer algo, a la constante intriga de qué y por qué hacer algo. De asignar un significado propio –y hasta más valioso– a lo abstracto en nuestra existencia, hallar la magia de forma cotidiana y no detenernos ahí, sino usarla para nuestro crecimiento. La magia como una extensión racional y no como una baratija de mercado o una receta a seguir, sino como algo real. Pero hablar de cómo –hasta cierto punto– la espiritualidad y conceptos como lo místico se entrelazan con el uso de la razón para ser interpretados, vendrá en otra columna –y quizás la última de esta miniserie.


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