¿Te gustó? ¡Comparte!

Por Karime Montesinos (@krmxnt)

Puebla, México, 06 de febrero de 2021 [00:02 GMT-5] (Neotraba)

Aún recuerdo la tarde en la que me sentía extraña, fue en junio del 2020 y pareciera que fue ayer. Un repelús me recorrió el cuerpo y me dejó con una rara aflicción. No lo podré olvidar. Incluso el sol descendió y se arrastró por el cielo, cargado de presentimientos malos.

A la mañana siguiente, me invadió una desesperanza terrible y no sabía qué hacer. Casi muero por no poder respirar y las lágrimas no ayudaron: también ahogaban. Ese mismo día, el tío enfermero vino a casa y advirtió que nadie más se me acercara. Probablemente estaría separada de todos por más de un metro y medio y no podría cuidar más a sobrina y hermanos.

Me sentí realmente culpable. Mi abuela había muerto y yo me había quedado en su lugar como mamá, como niñera y como cocinera. Ahora no podía hacer nada. Me sentía completamente inútil. Aún enferma, con el corazón maníaco depresivo, subí a la azotea. El aire secó mis lágrimas, pero su viento gélido me cortaba la cara. La ciudad aullaba tras de mí, como si supiera mis pérdidas: la de mi abuela y la de mi olfato.

Perdí por completo el olfato. No lo noté hasta el momento que hice el desayuno al abuelo. Las mañanas anteriores podía oler la miel de los hotcakes y las gotas que quedaban en mis manos después de exprimir naranjas para el jugo de todos los días. Después, ya no quedó nada de eso, ni las gotas, ni la dulce sensación en la nariz de antes. Ni felicidad ni tranquilidad había en mí después de perder mi sentido del olfato.

Probé cosas diferentes y, efectivamente, la lengua se contraía al probar el limón, la miel o lo que se le ocurriera a mi mente probar, pero hubo un problema al momento de oler. Creí que estaba alucinando y quizás estaba loca. No, no era así. Rocié perfume varias veces en mi cara para poder “forzar” mi olfato. Fracasé varias veces y aún así decidí no rendirme.

Me recuperé por completo hasta agosto. Nada es lo mismo desde ese mes. Ahora no sólo todo huele diferente: todo me causa náuseas la mayoría del tiempo. Ahora lo sé, definitivamente extraño mi vida de antes, mi olfato normal y la escuela.

“Que todo termine ya, pronto”, le digo a la urna de las cenizas de la abuela.

Espero una respuesta. No la hay.

Salen lágrimas efímeras y vuelvo al trabajo de limpiar el mueble donde permanece la urna.


¿Te gustó? ¡Comparte!