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Por Karime Montesinos

Puebla, México, 24 de junio de 2021 [02:50 GMT-5] (Neotraba)

Para la abuela que más quiero.

La soledad me mira a los ojos desde que no estás aquí.

Trato de evadirla lo más que puedo, pero regresa cuando escucho una canción que me recuerda al pasado de hace 13 años, cuando peinabas mi cabello y saciabas mi sed con leche sabor a vainilla.

Las personas a quienes agradabas siguen recordándote. Prueba de ello: la señora que solía vendernos gelatinas. Después de unos meses de tu muerte, me preguntó por ti. Le dije lo sucedido, con las fallas de tus pulmones. También le conté lo mucho que nos haces falta.

Quizá sintió pena por ti y por mí, porque ese día me regaló dos gelatinas, una de nuez y la otra de piñón, nuestras favoritas. Las recordó, y no podía sentirme más feliz porque significaba que estabas ahí, como un bonito recuerdo.

Me siento sola cuando miro tu ropa guardada en mi cuarto, o al ver tu rostro y escuchar tu voz en todas partes –aunque en realidad no están. Cuando escucho la estación de radio que amabas, o tu música favorita. O al limpiar tus muebles; guardo algunas prendas que a veces se salen misteriosamente de su caja y aparecen en mi cama.

Antes me pedías hacer ese tipo de cosas especiales contigo. Ahora las hago por las voluntades de la soledad, esas que existen desde que tú existes. Esas que me alejaron de la escritura y me hacían procrastinar. Me alejaba porque siempre pensé que, en algún momento, tocarías la puerta y llegarías con los brazos abiertos a decirme que todo es a causa del insomnio que antes no tenía –ahora me visita a diario.

Otra de mis voluntades es dejarme llevar por el miedo y ahogarme en él, no me ha quedado de otra. ¿Qué otra cosa podría sobrarme sino la tristeza? Ni siquiera sé por qué escribo esto en un “pasado”, si seguiré dejándome llevar por este mar de melancolía y aislamiento.

Y aunque seguiré aquí el resto de mi vida, tratando de flotar sin salvavidas y sin saber nadar, dejaré que la corriente se lleve mis versos y vayan hacia ti, donde quiera que estés. Me ahogaré si es necesario, seguiré en procrastinación constante. No voy a dejar de flotar, hasta poder dejar de desahogarme.

Voy a pedir ayuda y no seré más una náufraga, siempre y cuando deje de arrepentirme por no quererte como debía cuando estabas aquí.

Lamento si no he podido dejarte descansar. Te revivo cuando puedo en cada letra que escribo. Quisiera dejarte ir, pero me detengo y siempre trato de ver una señal de ti donde no la hay. Esa es mi mayor excusa.

Y esas son unas pocas de las tantas voluntades de mi soledad. Las que me ahogan, me tiran del cabello, me rompen los huesos y me dejan sin respirar.

Y aprenderé a vivir con ellas, aunque duelan. O lastimen. O nos hagan llorar, a mí y a mamá.


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