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Por Carlos Bortoni (@_bortoni)

Ciudad de México, 28 de diciembre de 2022 [00:01 GMT-5] (Neotraba)

Que el lugar estuviera a reventar era evidencia de la pésima idea que había sido salir de casa. La hostess detrás del mostrador nos dijo que no había pistas disponibles para jugar boliche, que la siguiente se liberaría en cuarenta y cinco minutos. ¿Segura que en cuarenta y cinco minutos? – pregunté. Segura –respondió. Nos pidió nombre y datos de contacto para apuntarnos en la lista de espera y nos pidió que estuviéramos puntuales porque –dada la cantidad de gente– no podrían esperarnos. Fuimos a caminar para matar el tiempo. Regresamos cuarenta minutos después para no deshonrar nuestra palabra y evitar que le dieran nuestra pista a otro grupo que –como nosotros– estuviera esperando. Le recordé mi nombre para que revisara la lista de espera y amablemente me dijo que la pista estaría lista en treinta o treinta y cinco minutos. Me dijiste cuarenta y cinco minutos hace cuarenta –repliqué. Faltan cinco minutos ¿Para qué me dices que vengamos en cuarenta y cinco minutos? –dije molesto. Tiene que entender que el tiempo es relativo –dijo sin perder la calma e indiferencia con la que siempre se había conducido. No insistí. Su respuesta hizo que valiera la pena esperar treinta minutos más.


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