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Por Verónica Mastretta

Puebla, México, 28 de septiembre de 2020 [00:07 GMT-5] (Neotraba)

Vida y milagros

Desde hace años conozco a una señora que vende productos derivados del maíz a las puertas del banco, todo perfectamente empacado y de gran calidad. A veces la acompañaba otra señora que durante mucho tiempo pensé que era su hermana, pero no, era su hija. Este año me contó que cumpliría 100 años y la hija 83. La última vez que la vi fue en marzo, de muy buen humor y con la boca llena de bendiciones para sus clientes. No he vuelto a verlas desde entonces, cuando muy poco sabíamos de este virus y dejé de ir al banco. —¿Qué harán? ¿Cómo estarán viviendo? ¿La opinión de quién las guiará en todo ésto? ¿Creerán en la utilidad del tapabocas o no?

Leí ayer un artículo acerca del manejo de la pandemia en México, escrito por Nathaniel Parish Flannery y publicado en la revista Forbes: Why are so Many Young People Dying of COVID-19 in Mexico City*. Tiene muchos datos duros e interesantes, pero el autor se sorprende al leer que el 24 de julio, en Oaxaca, el presidente López Obrador cuestionara una vez más si el uso del cubrebocas realmente aportan algún beneficio para protegernos del contagio de la COVID-19. Menciona también que el vocero y responsable de la pandemia Hugo López Gatell está enfrentando una creciente crítica por su negativa a enviar un mensaje claro y contundente acerca del uso de esta herramienta barata y accesible a todos. Los científicos de todo el mundo, incluido el Dr. Anthony Fauci, a quien Trump descalifica continuamente, han insistido en que el cubre boca protege y salva vidas. La imagen de Fauci lanzando una bola mientras inaugura la temporada de béisbol en un estadio vacío es muy elocuente.

Para quienes no trabajan en el sector salud, las mascarillas no tienen que ser las que sí requiere el personal médico y, según los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades (CDC), uno de tela de algodón protege a una persona que hará actividades en la calle y funciona bien si se suma a la sana distancia y las medidas de higiene recomendadas, con excepciones para menores de tres años y discapacitados. Los protocolos de su uso se han explicado en casi todo el mundo con claridad. ¿En qué momento se volvió el uso de esta herramienta barata y eficaz un motivo más para disentir políticamente? ¿El no usarlo es un acto de poder, de fortalecimiento de la imagen o una simple necedad? ¿Máscaras contra escépticos? Vuelvo a pensar en estas dos mujeres mayores que dependen de lo que venden en la calle, sin la mínima protección del cubre bocas a las puertas de un banco. Pero también pienso en tantos jóvenes que trabajan en las calles bajo las mismas condiciones. Si nuestro sistema de salud público es débil, ¿por qué negar una herramienta que podemos fabricar desde casa? Usar el cubrebocas es incómodo, sí. No nos gusta, es cierto. Pero la información acerca del beneficio que acompaña esta práctica tiene un gran consenso mundial. Contener la carga viral es fundamental. El 39% de las personas que mueren de COVID-19 en México tienen entre 40 y 60 años, y el 8% son menores a 40 años. En México muere más gente joven que en otros países.

He leído y oído muchas veces los cuestionamientos al sistema de salud pública. Sin duda, que no se hizo lo necesario en el pasado y no se ha fortalecido en el presente. Si lo que hay por múltiples razones no alcanza, ¿por qué negarse a aplicar una política pública que es prácticamente gratuita?

El artículo de Parish termina con lo que dice un epidemiólogo mexicano entrevista do en Nueva York:

“Hablé con el Doctor Oscar San Román, un médico que está terminando su especialidad en salud pública en la Universidad de Nueva York. Él dice que, al estudiar la evolución de la epidemia en México, observa que el problema central no está en las condiciones de trabajo y capacidad de los médicos ni en el limitado equipamiento en los hospitales, sino en el desempeño estratégico de la comunicación gubernamental para difundir las políticas públicas que contienen el virus de manera clara y sencilla. Hacer conciencia en la gente de que la carga viral que se difunde en las gotas de saliva puede contenerse, en particular si se está en espacios públicos cerrados o donde puede haber cercanía; promover desde las instancias gubernamentales la importancia de la mascarilla y guardar una distancia de dos metros para evitar el esparcimiento del virus es fundamental.”

La mascarilla salva vidas y es una útil protección para quienes tienen que salir a trabajar, ya sea en la calle o en espacios concurridos.


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