¿Te gustó? ¡Comparte!

Por Verónica Mastretta

Puebla, México, 1 de diciembre de 2020 [00:01 GMT-5] (Mundo Nuestro)

Esa mujer callada y observadora, discreta e inteligente, tan admirablemente educada y tan impetuosa en el fondo de su corazón, miraba el cadáver de su marido tendido en la cama. Pensaba en la decisión que tomó al casarse con él en 1850, antes de cumplir dieciocho años. Habían estado juntos mucho más de sesenta. Al aceptar el casamiento, había hecho a un lado sus verdaderas pasiones: la libertad, la soltería y la pintura.

Vivió toda su vida atada al destino de un hombre de poder y de mundo, guardando celosamente, para sí, las perplejidades y los deseos de su juventud. Opacando su verdadero yo. Él había sido, entre otras cosas, virrey en la India y primer ministro de Inglaterra, el protagonista en todo y ella, un accesorio perfecto. Sus quehaceres le demandaron ser esposa de tiempo completo. Había cumplido a cabalidad con el compromiso que hiciera tantos años.

Mientras observaba a su marido, que ni muerto había perdido la compostura, aunque sí la calidez a veces fingida de su personalidad, hacía planes para los meses o pocos años que aún tendría por delante. Serían solo para ella los días por venir. Sus planes se centraban en recuperar y reconstruir en su memoria a la persona que verdaderamente debió ser.

Mientras está a solas por última vez con su marido, en la sala, sus hijos, sus yernos y sus nueras hacen planes para ella, sin consultarla: –¡Qué extraordinaria es mamá, qué bien se ha comportado! Pero mamá no necesita vivir en esta casa tan grande. Puede venderla y vivir con cada uno de nosotros por temporadas de tres meses al año. Nos puede ir dando parte de su pensión mientras nos visita. Es un magnífico arreglo para ella y para todos. No tendremos que preocuparnos por quién la cuida, ni de mantener una casa que, ya sin papá, no tiene razón de conservarse. De todos modos ella siempre ha vivido en su nube y no tiene ni idea de cómo gobernarse a sí misma. Lo que ninguno sabe es que esa anciana de joven corazón y carácter oculto, ha decidido ya qué hacer con su vida sin pedir opiniones.

Pasados los días de duelo, reúne a sus hijos y les comunica que rentará una casa, que vio y le gustó, en la campiña cercana a Londres. Que solo se llevará con ella a su viejísima dama de compañía y que buscarán a alguien joven que las ayude eventualmente. Que no requerirá de visitas frecuentes de sus hijos, que no desea visitas infantiles ni de adolescentes, para quienes la vida de una anciana no tiene ni interés ni importancia. Ninguno toma en serio lo que su madre dice hasta que, cumplida, lleva a cabo su plan. Les entrega todo lo que tiene de valor, como quien suelta un lastre, y les autoriza vender la casa en que habita, conservando solo lo indispensable para su nueva vida.

En unos cuantos días ha hecho por primera vez su voluntad. Encuentra la casa, que viera hace treinta años, milagrosamente disponible para ella. Su viejo casero y el contratista que hará los arreglos de la casa, se convertirán en su primer círculo de amigos y le darán el respeto, reconocimiento y autoridad que no gozó con su familia. Ya instalada se dispone a emprender la aventura más grande de su vida, el regreso a sí misma.

Para ello contará con la inesperada aparición de un hombre soltero, de humor ácido, con una mente sagaz e inteligente, quien al conocerla a los 35 años, vislumbró en ella a una personalidad incomprendida, en secreta rebeldía, y no solo a una bella mujer tratada como el accesorio de un hombre poderoso. Ese joven viajero, excéntrico y vagabundo, con una sola mirada la había inquietado como nadie, descubriendo el camino a una habitación de su ser que ella ocultaba cuidadosamente hasta de sí misma. Él había cometido la audacia de mirarle el alma.

Portada de Toda pasión apagada, de Vita Sackville-West.

Así empieza y camina la novela Toda pasión concluida, de Victoria Sackville-West (1892-1962), publicada en 1931. Se considera que su novela es un estudio literario sobre la vejez, pero a mí me parece un agudo y profundo viaje hacia el espíritu y carácter de cada ser humano, del que muchas veces perdemos contacto desde muy temprano en la vida. ¿Nacemos con una brújula que nos lleva al conocimiento de nosotros mismos, aunque de manera frecuente, ciegos a las señales, elegimos el error como carta de navegación? ¿Necesitamos ayuda y tiempo para mirar cuidadosamente las señales que nos llevan al conocimiento de quienes realmente somos? A veces la vida y sus retos son obstáculos que nos apartan de nuestro ser, distracciones buscadas porque no nos atrevemos a mirar.

Victoria Sackville-West fue una excelente poeta, una aristócrata inglesa refinada y culta, ajena a la superficialidad de su ambiente social. Fue una amante de la jardinería, una narradora inteligente, extraordinariamente amena, profunda e inquietante. Alguien que sí se atrevió a mirar hacia adentro de su alma.


Esta nota se publicó originalmente en Mundo Nuestro:

https://mundonuestro.mx/index.php/secciones/sociedad/item/2166-toda-pasion-concluida

Mundo Nuestro
Mundo Nuestro

¿Te gustó? ¡Comparte!