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Por Verónica Mastretta

Puebla, México a 23 de octubre de 2020 [12:00 GMT-5] (Mundo Nuestro)

Se cuenta la anécdota de que un presidente de Estados Unidos le habría dicho a un presidente mexicano que el gran problema que tenían con México es que éramos el trampolín para que las drogas entraran a su país, -“pues quiten su alberca”- le habría contestado el mexicano. La alberca se empezó a construir a solicitud del gobierno americano cuando necesitó morfina para sus combatientes en Europa y por tener las condiciones climáticas adecuadas, involucró a México en su producción. Terminada la guerra, prohibieron el consumo y por ende satanizaron una actividad que en México ya era parte de nuestra economía. Aunque la prohibieron, la demanda nunca cesó. Por múltiples razones la demanda creció y sigue ahí. Las adicciones y las malas políticas públicas para el manejo de las mismas en Estados Unidos las paga México con sangre, descrédito, violencia y corrupción de sus instituciones

Según lo ha documentado muy bien Héctor de Mauleón, el mercado gringo necesita cada día más derivados de amapola, morfina y heroína. La goma de la heroína nace de las preciosas amapolas rojas que se dan de manera perfecta en la zona geográfica intrincada y seca de varias zonas de México, entre ellas Guerrero, y los precursores para nuevas drogas provenientes de Asia entran por nuestros puertos, cuyo control se trasladará a un ejército cuyas responsabilidades en el gobierno son cada día más expansivas.

La epidemia de opiáceos en Estados Unidos.

Por eso ha caído como una bomba la acusación y detención del general Cienfuegos, justo cuando cruzamos por uno de los momentos más complicados que ha vivido México y en particular, por una ambivalente relación de “amistad” con el gobierno de Trump, urgido de triunfos y cartas para levantar su errática campaña presidencial. A nuestro presidente lo sorprende con mil frentes abiertos en medio de una pandemia fuera de control. El caso tiene mil aristas y mil hipótesis, pero la primera y más importante es si el gobierno mexicano sabía o no que la DEA preparaba esta detención.

Si bien las primeras declaraciones del presidente apuntaban a que sabía, lo dicho por él en Oaxaca este fin de semana me hacen pensar que no. En el primer discurso dijo que todos los militares que aparecieran mencionados en el caso del general, basado en dichos de inconfiables testigos protegidos por la DEA, serían retirados de sus cargos sin que mediara una sentencia judicial. Esto, además de injusto, podría parecer un mensaje a los militares no alineados a su gobierno. Pero en Oaxaca el presidente preguntó y corrigió: “¿Por qué solo se acusa a quienes han participado en estos hechos en México y ellos, (el gobierno americano y sus agencias) no hacen una autocrítica, una reflexión de toda la intromisión de esas agencias en México? Porque sin duda ellos operaban, entraban con absoluta libertad al país, hacían lo que querían. Claro, se los permitían.”


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