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Por Verónica Mastretta

Puebla, México, 12 de febrero de 2021 [00:01 GMT-5] (Mundo Nuestro)

Acabo de ver tu correo. Qué bueno que me escribas para contarme historias de familia. Son los más preciosos recuerdos que podemos atesorar. Compartirlos ayuda a sanarnos. Las lealtades mal entendidas o errores cometidos que se repiten, nos sirven para valorar y ver con claridad los aciertos y talentos extraordinarios que se van pasando de generación en generación.

Es muy valioso que tengas las memorias y escritos de tu tatarabuela. Valdría la pena darles una buena edición. Hay personas que se dedican a eso. Yo conozco a una persona extraordinaria, quien además es muy sencilla, que edita escritos familiares de maravilla. Es importante conservar las historias, que bien contadas y ordenadas, serán un tesoro para nuestros hijos, nietos; incluso de vidas futuras que no alcanzamos a imaginar.

Con respecto a la pandemia, yo salgo a mis tareas y obligaciones indispensables. Visito la casa de mi mamá, un lugar seguro. Tengo la fortuna de vivir en un sitio donde hay muchísimo campo. Entre esos tres lugares me muevo. A la calle, y al mercado, siempre con cubrebocas. Hasta ahora la he librado. Mis nietos son el riesgo que corro. Tienen seis años y a cada rato se quedan a dormir. Su presencia, su vitalidad, su curiosidad y sus risas son indispensables para mi salud mental. Es un riesgo asumido con conciencia.  

No se los impongo a otros porque, después de verlos, me guardo. Un año sin verlos hubiera sido algo que no me dispongo a hacer. La he librado. Tampoco soy nerviosa o hipocondriaca. A las enfermedades, cuando las he tenido, trato de no nombrarlas. Mejor se sobrellevan hablando de otra cosa. Así fue cuando padecí por el cáncer. En cuatro meses finiquité el asunto y a otra cosa. Nunca regresé al doctor porque, en caso de recaer, no tengo interés alguno en abordar de nuevo el asunto. No estoy dispuesta a caer en tratamientos absurdos que te matan primero que la misma enfermedad. Ya pasaron 17 años de eso.

¿Del Covid qué puedo decirte? pienso poco en él. A los locos, poco caso: el Covid está loco. Y como lo está, trato de eludirlo usando el cubrebocas cuando tengo que salir. No le dedico casi nada de mi tiempo a ese vampiro sediento de energía. De política mejor ni hablamos. Ya no entiendo nada. Y mira que me interesaba el tema. Ya me quedé muda. Mi refugio ha sido la música. Desde luego, no al nivel de gran conocedora, pero la escucho a diario. Mientras hago yoga, oigo música como la que me has recomendado.

Cada día, con alguna obra de arte, una beldad, me curo el alma. Mi otro refugio ha sido la lectura. Ordené mi librero. Doné muchos libros a una biblioteca de San Martín Texmelucan, perfectamente ordenada y reluciente. Me dio gusto ver los libros, que ya no podría releer, ocupando un nuevo lugar, viajando hacia nuevos lectores. Me quedo con las lecturas que me han cautivado y que me marcaron la vida.

He releído libros extraordinarios. El amor en los tiempos del cólera me emocionó de nuevo. Recuerdo la historia, la conducta del malvado perico que escapa para trepar un árbol y así provocar la muerte de uno de los héroes de la novela. En sí, ya es memorable. También releí Mal de Amores, de mi hermana Ángeles. Una novela que se desarrolla en la ciudad de Puebla, desde 1895 a 1940. Te lleva de la mano a lugares clave del México revolucionario. Es la historia de una mujer que vive contrariada por dos amores.

La ciudad que narra ya no existe. Pero la recreó de una manera entrañable. Preciosa. También me he dado tiempo de abordar nuevas lecturas. Se nota que ya soy una persona mayor. Los libros sobre el siglo XIX y el XX me atrapan y me transportan a un mundo que ha desaparecido por completo. Lo que no cambia es la condición humana. Ésa está ahí. Nos saca a relucir lo más luminoso y lo más oscuro que llevamos dentro. 

VM. Gracias por escribirme, por hablarme de música y platicarme cómo llevas tu vida científica durante esta extraña época de cautivos inesperados. Nada como una carta escrita con dedicación para saber de los demás. Los correos electrónicos son los más cercano que tenemos. Pocos detalles tan emocionantes y bonitos como recibir la carta de alguien que queremos. Ya no gracias a un cartero, porque la notificación aparece en la pantalla de la computadora.

Voy a escuchar de nuevo a Brahms y más a Schumann. La querencia me hace regresar a Mozart, a Bach y a Chopin, por supuesto. Me recuerdan a mi mamá. Es la música que más le gustaba. Es bonito tener mamá, es horrible no tenerla. 

R. Me dio gusto saber de ti, nos escribimos pronto. Recuperemos las cartas y  junto con ellas la calidez y la cercanía de una conversación entre ausentes.


[1:42 a. m., 8/2/2021] VM. Te mando mi escrito para que lo subas con algunas correcciones. ¡Quedó padrísimo el nuevo formato y contenido de Mundo Nuestro!


Esta nota se publicó originalmente en Mundo Nuestro:

https://mundonuestro.mx/content/2021-02-08/una-carta-a-media-pandemia-veronica-mastretta-ambientalista-escritora

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