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Por Juan Jesús Jiménez

Puebla, México, 21 de mayo de 2021 [00:01 GMT-6] (Neotraba)

A Denise

Había evitado hablar del tema por respeto a las personas que desafortunadamente han tenido una pérdida, o cuya situación fue –y es– crítica en el transcurso de estos últimos 13 meses. Pero hoy creo que no hay mejor momento para abrir este tipo de conversaciones y discutir un conteo preliminar de lo que hemos vivido, prestarle atención a los pensamientos que estuvieron mucho antes de que cuatro paredes los hicieran crecer entre histerias y monotonías propias de la vida en el hogar.

Creo que no es ajeno a nadie mirar por cualquier medio de comunicación y darnos cuenta de que la gente que le toma foto a su desayuno o despierta al borde de un acantilado en la Toscana, no somos nosotros. Y más ahora, cuando la mayoría nos guardamos en casa para cuidar a la gente cercana a nosotros –y a nosotros mismos sea de paso.

En ese aspecto, el mundo social parece un poco cruel porque no se detiene pese a la situación, y se suben fotos, videos, y tik toks, todos de una idealización innecesaria de la realidad que pocos pueden vivir en medio de fiestas –sabemos no deberían suceder–, reuniones, viajes, salidas, relaciones, y un enorme etcétera que no hace falta mencionar –porque estoy seguro de que lo han visto al menos una vez. ¿Estoy mal por sentirme así? Y bueno, para responder esa pregunta se debe empezar por un: “no”.

Las actividades hasta antes del confinamiento nos permitían más acciones; para empezar porque el mundo accedía a nuestra puerta y porque teníamos una rutina preestablecida para cada día de la semana: algunos salían de viaje, otros preferían ir a lugares específicos como una cafetería, ver compañeros en la escuela, interactuar con la gente. Y aunque antes nos pareciera extraño, es normal sentir nostalgia por patrones o costumbres arraigadas en nosotros, después de todo, nadie nos dio a elegir cuándo ni cómo se iba a desarrollar la enfermedad en México –esto no justifica a las personas que no obedecieron las primeras medidas.

Falso adenio. Foto de Luis J. L. Chigo
Falso adenio. Foto de Luis J. L. Chigo

Nos sentimos atrapados porque así fue en un principio. Un día regresamos de la escuela y no volvimos a verla. Atrás quedaron las salidas los viernes, las conversaciones de pasillos y las posibilidades de un mundo abierto en el que apenas empezábamos a tomar un rol –en caso de aquellos que como yo, estaban cursando su preparatoria. Y está bien sentirse mal al respecto, está bien sentirse cansado, sin ánimos o motivaciones para levantarnos de la cama, ver nuestros celulares y deprimirnos un rato al ver la vida de otras personas, extrañar la vida que pudimos tener en el transcurso de este año, dejarnos vencer por un día gris.

Ahora, ¿qué puedo hacer? A decir verdad, no hay mucho, es lo suficiente para que uno no colapse de una sola vez y lo haga por partes, para que le dé tiempo de reconstruirse y volver –si es que lo hacemos– a la realidad de antes.

El encierro no nos permite mucho de lo que antes considerábamos cotidiano pero podemos utilizar eso a nuestro favor –hacer algo más vivo y mejor– a cuando estábamos todo el día metidos entre un camión y un salón de clases, lidiando con el estrés de la escuela –y además del propio estrés emocional– porque terminaríamos siendo como los adultos desabridos y rancios de los que nos quejamos en nuestros tweets iracundos.

Falso adenio II. Foto de Luis J. L. Chigo
Falso adenio II. Foto de Luis J. L. Chigo

Empezar una rutina de ejercicios –y comprometerse a cumplirla–, invertir tiempo al estudio, al aprendizaje misceláneo, al ocio controlado y mejor aún: a la canalización del ocio a un arte, es una de esas cosas que normalmente no notamos porque eso no lo muestran las redes sociales inmediatas como Instagram o Tik tok. Y con esto no quiero decir que ahora debe dejar toda red social, solo reducir su uso.

Y le digo esto porque yo lo he visto con personas cercanas a mí, personas que son para mí como un ramo de adenios floreciendo en medio de una situación oscura, difícil. Porque de eso se trata esta parte de la historia: resistir y florecer en la adversidad.

No sé si recuerde que hace unas columnas dije que el sentido de la vida es que no lo tiene, bueno, no es algo que desacredite con lo siguiente: la adversidad más grande es el ser insignificantes. Es esa la oportunidad y punto de quiebre que tenemos todos, se muestra sobre todo en situaciones así: no le vemos final –aunque espero que estemos cerca.

Lo único que nos queda es entrar en el enfriamiento de la vida que llevábamos antes, recoger los pedazos desprendidos de nosotros con la locomoción constante, mirarnos a nosotros mismos en el vacío y recomenzar a visitarnos desde la realidad como la conocemos.

Dar con preguntas tan curiosas como esquivas, preguntarnos cosas simples, plantear respuestas complejas, irnos y llegar a la cama cansados, saber que al final del día seguimos vivos, saber que de todo lo que hay en una red social, nada existe hasta que se le ve –y vaya chiste cósmico es eso.

Pronto habrá tiempo para todo, para usar todo lo que hemos aprendido del encierro para explorar el mundo y dejarnos llevar por corrientes extrañas sobre los corales, las nubes, los lápices, las hojas, los recuerdos y promesas. Por ahora solo queda resistir y florecer. Observar y cuidar. Preguntar y responder. Nunca han sido tan necesarias las mentes soñadoras y las manos obreras para caminar en un país que se quedó varado en la historia, nunca en la historia la atención habría de estar concentrada en las expresiones de adenios en todo el mundo y nunca habría sido tan grato experimentar cosas que no pasarían en la realidad antes de la pandemia.

Es posible que algo así lleve tiempo y que no sea algo cómodo para nadie, pero lo importante está en el apoyo que se pueda prestar, la comprensión de las otras personas respecto a estas nuevas formas de comprender y ver pasar el mundo –y para las personas que hacen esto, GRACIAS, de parte de cualquiera que simplemente no esté pasando un buen momento.

Y pronto verá que esto del encierro no fue el infierno, pero respecto a mis especulaciones sobre el futuro, las razones por las cuales tampoco se debe sentir mal si no se siente productivo y otras cosas más respecto a la pandemia, será tema para otra ocasión.


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