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Puebla, México, 6 de mayo de 2023 (Neotraba)

Con un aura juguetona, mi cocina se desborda mientras preparo empanadas y la bocina revienta de ritmos y percusiones. https://www.youtube.com/watch?v=qLG8LPFJjz4&pp=ygUnYXVndXN0byBicmFjaG8gZWwgcmV5IGRlbCBwZXNjYWRvIGZyaXRv.

Soy un extranjero en propia tierra. Me pongo mi libreta[1] al hombro, y el mundo se presenta como nuevo[2]. Afuera la facultad se sacude entre el ruido de la gente pasando a su siguiente clase, las pláticas usuales y el ruido de los pocos autos que cruzan la calle. Soy un extranjero que habla dos lenguas en simultáneo; una me explica qué es un espacio semiótico y otro me demanda un azulito. Soy un extranjero que está atrapado en el prestigio encubierto de estudiar en una facultad dedicada a la literatura y el estudio de la lengua, siendo que como sujeto de estudio me pertenezco. Soy un extranjero que desde su banca le cuestionan su lugar dentro de las construcciones sociales entorno a una identidad que me parece ominosa.

El indigenismo, mucho más antiguo que la conceptualización del término en sí, me parece extraño porque desde la ciudad, aquel panorama de la identidad está construido sobre imágenes de papel y el discurso nacional. Pero no desde el conocimiento real de una sociedad integrada e independiente de la vida postmoderna. O mejor aún, de una vida que no necesita ser integrada a la urbanidad, sino comprendida y respetada. El indigenismo forma parte de la bruma inmensa de cosas de las que probablemente no debería hablar por desconocimiento, pero que me llenan de preguntas por las cuales estaría dispuesto a dar todo el tiempo posible.

Pero si algo puedo comentar al respecto, y con mucho agradecimiento a mi profesora de Políticas del Lenguaje, son las diferentes perspectivas que se tiene del indígena y del cómo son estas perspectivas las que nublan nuestro conocimiento real de un sector tan amplio y diverso de la sociedad latinoamericana. Desde un extranjero en propia tierra a otro.

Para empezar, hay que especificar que la relación de lo occidental con lo indígena viene desde tiempos de la conquista, por lo que toda definición o anotación sobre lo indígena –así como el término mismo– es todo producto de una discriminación histórica enorme que sitúa a lo extraño, al otro, como un negativo no revelado de una realidad ajena. Por lo que cualquier forma de identidad indígena es solo una manifestación de factores naturales presentes en el área de estudio. Y si bien, es una forma muy compleja de decir que la identidad –sea indígena o no– es multifactorial, también toma como punto de partida la comparación con el mundo occidental; tanto en ese entonces, como ahora, no podría ser más equivocado tomar una postura tal. Porque hacer un estudio comparado –por llamarlo de alguna forma– hace que se caiga en preferencias y sesgos que dificultan la visión real de un estilo de vida. La exotiza. Y, por tanto, nunca llega a llamar las cosas por su nombre, siempre las trata como símiles de algo presente en la vida occidental cuando muy pocas veces es así. Para este primer acercamiento las comunidades indígenas tienen algo así como religiones, algo así como rituales, algo así como sociedad.

Lo que lleva a la siguiente perspectiva; la del indio infantilizado. Puesto que un indígena no pertenece a la comunidad occidental, y no posee conocimiento de cómo integrarse en ella, es tarea del hombre occidental integrarlos mediante la instrucción. Lo que quiere decir que esta instrucción paternalista debe asumir la tarea de proteger, instruir y corregir. Infantiliza a toda una población en la búsqueda de integrarla al ritmo de vida que no necesitan, a un estilo de vida que tampoco contempla las necesidades y posibilidades reales de la comunidad y que, sobre todo, es ignorante de la importancia individual que tiene cada miembro de la comunidad en las labores cooperativas que impulsan su desarrollo. Por lo que las políticas desprendidas de esta perspectiva no hacen más que obstaculizar el desarrollo real de una comunidad.

Pero tratar al indígena como una mano de obra individualizada tampoco es una respuesta adecuada ante la pregunta ¿qué papel ocupa un indígena en la sociedad? El indígena visto sólo como una herramienta sistémica cae en el error de aislar a un individuo del entorno que lo rodea. Básicamente, considerar a cualquier persona sólo como la mano de obra que produce riqueza, invisibiliza su integración en los distintos papeles que interpreta dentro de su espacio de impacto humano; en otras palabras, un obrero no es sólo un obrero, es también su rol como familiar, como amigo, como ser recreativo y como parte de infinitos círculos de relación. De modo que lo que le suceda a un individuo, les sucede también a los círculos en los que influye o se ve influido. Dando así las verdaderas características que hacen de un ser humano, un individuo en comunidad.

Aunque también puede existir discriminación desde un sesgo individual; la raza como un objeto ideológico es eso, un aparato ideológico del estado que pretende agrupar una parte de la idealización de la nación. Individualiza a un ser humano en relación a su procedencia genética, pero en el proceso pierde noción de la actualidad que vive la persona. De modo que una persona conceptualizada desde la idea de raza, pierde motivaciones, aspiraciones, deseos y agencialidad de sus acciones, porque se reduce a categorías muy específicas. Un mestizo, un criollo, un indígena. Justifica la nula movilidad social de un sistema mediante la construcción de identidades dentro de una identidad más grande; la nacional. De modo que un mexicano es un mestizo que vive en la miseria porque no puede salir del lugar en el que nació. Carlos Macuyasa habla de esto como una cultura de mierda. Porque hace despectiva la razón de procedencia de cualquier persona no hegemónica.


[1] Libreta que también va llena de poemas, poemas que voy leyendo de vez en cuando, cuando me acuerdo que tengo tiktok. Déjese querer. Pase a leer: https://www.tiktok.com/@juan_jmnz?_t=8lxkLtlQQ4c&_r=1

[2] El nuevo mundo.pdf


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