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Puebla, México, 29 de abril de 2024 (Neotraba)

A medida que toda la tormenta pasa, su eco delinea otras nubes: https://www.youtube.com/watch?v=l8OG6lZsp0Q&pp=ygUhdW4gcGxhbiBlc3BlY3RhY3VsYXIgbGl0dGxlIGplc3Vz.

A principios de año tuve un intento de suicidio. Dejé de tomar café por mi tratamiento psiquiátrico, y a pocos días de que me permitieran volver a tomar café, he de aceptar que extrañaba la parte de mí que se quedaba a escribir hasta tarde[1].

El suicidio es un tema que, lamentablemente, sigue siendo tabú en muchas sociedades. A menudo evitamos hablar de él, ya sea por miedo, incomodidad o falta de comprensión. Sin embargo, esta falta de diálogo solo perpetúa el estigma y dificulta la prevención. En mi caso, dentro de mi familia así es; el tema es evitado y pocos lo saben, pero creo que no hay nada qué esconder al respecto. Cuando estás en el filo de una decisión así, lo de menos es guardar una apariencia. El acto ahí está, no se borrará ni se hará más pequeño, y por eso mismo es importante guardar un espacio para hablar de ello, hacer visible las cosas que rodean una decisión así.

El acto de quitarse la vida es complejo y multifacético. No existe una sola causa que explique por qué alguien toma esa decisión. Factores como la depresión, la ansiedad, el trauma, la pérdida, el acoso y la falta de apoyo pueden contribuir a la desesperación que lleva a una persona al borde. Nadie nos enseña a ser humanos después de todo. Vivimos en un mundo violento que demanda mucho para mantener un estatus. Estamos todo el tiempo a la contra y desde ahí replicamos todo lo que hemos aprendido, entre otras cosas, a no decir nada. Y entonces explotamos; algunos mediante actividades y conductas agresivas, otros en el silencio, pero las causas primordiales ahí siguen. No como una causa, sino como un síntoma.

Es vital comprender que el suicidio no es simplemente un acto de debilidad o egoísmo, como a menudo se sugiere de manera errónea. Más bien, es el resultado de un sufrimiento profundo y una sensación abrumadora de desesperanza. Aquellos que luchan con pensamientos suicidas necesitan nuestro apoyo, compasión y comprensión, no juicio ni condena. Además, es algo inútil juzgar a alguien que ya lo ha hecho. La voz de otra persona no hace sino construir una brecha entre las cosas que lo forman, y aquellas que sólo guardan una imagen. Y eso para ambos espectros de mirar a alguien que ha intentado suicidarse; comparecer demasiado a una persona solo evita que la veamos como realmente es; alguien que necesita ayuda. No es un objeto para lavar culpas, ni alguien que no pueda valerse por sí misma.

La prevención del suicidio no es tarea fácil, pero es posible. Requiere un enfoque holístico que aborde tanto los factores individuales como los sistémicos. Esto implica educación sobre salud mental desde una edad temprana, acceso a servicios de salud mental de calidad, eliminación del estigma asociado con las enfermedades mentales y construcción de redes de apoyo sólidas.

Es esencial que aprendamos a reconocer las señales de advertencia del suicidio y a tomar medidas para intervenir de manera efectiva. A menudo, un gesto tan simple como escuchar activamente a alguien que está luchando puede marcar la diferencia entre la vida y la muerte.

Además, debemos abogar por políticas públicas que promuevan la salud mental y proporcionen recursos adecuados para la prevención del suicidio. Esto incluye la inversión en servicios de crisis, líneas telefónicas de ayuda, programas de intervención temprana y capacitación en salud mental para profesionales de la salud y trabajadores sociales.

En última instancia, la prevención del suicidio es responsabilidad de toda la sociedad. Debemos trabajar juntos para crear comunidades compasivas y solidarias donde cada individuo se sienta valorado, escuchado y apoyado. Solo entonces podremos esperar reducir el número de tragedias relacionadas con el suicidio y ofrecer un rayo de esperanza a aquellos que luchan en la oscuridad.


[1] Yo, maldito.pdf


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