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Por Camila R. H.

Puebla, México, 12 de julio de 2021 [GMT-5] (Neotraba)

¿Por qué nunca te he dedicado un texto? Aparte de los gatos, el tiempo y mis conductas poco sociables, eres el cuarto tema de mi repertorio. Además, es tu cumpleaños, felicidades. Para mi mejor amiga.

La historia empieza así: tengo la mala suerte de tener una amiga que cree en la astrología y la aún peor suerte de no tener más amigos. Es broma, la mayor parte del tiempo soy incapaz de no tenerle un aprecio absurdo, aunque cuando se pone a hablar de mi carta astral me desconecto de la conversación. Vuelvo a bromear, sólo le doy el avión, como quién dice.

Ayer –o un día de estos, depende de cuándo se lea– le pedí asesoramiento sobre astrología, no puedo escribir sobre algo desconocido. Recibí un audio de diez minutos del cual entendí la mitad, pero reafirmé un hecho: somos amigas por nuestros signos lunares. Obvio.

Ella lo fundamenta –como quien cree en la astrología y no puede evitarlo– en que técnicamente no tenemos nada en común. Una vez le dije: nuestros gustos musicales jamás serían amigos. Entonces, la única explicación razonable para nuestra necedad ante ser incompatibles son las estrellas dictándonos el destino.

En caso de necesitarlo, mi signo lunar es sagitario, el suyo géminis. Y, según su conocimiento en astrología, los signos de aire y fuego son compatibles. Por lo tanto, no podemos evitar ser tan afines. Aquí es donde yo diría: esto suena a mentira. Sin embargo, esta persona cumple años en cuatro días, como regalo me veo en la obligación de aceptar sus explicaciones a pesar de ser escéptica al respecto.

Comúnmente pasa algo con nuestras conversaciones, es el afán incomprensible de acabar siempre en el mismo lugar: divagaciones acerca de cómo triunfar suena imposible porque nuestra carta astral no nos favorece –ella– o pensamientos agobiantes acerca de cuán caprichosa es la ley de la atracción –yo–, y ni siquiera creo en la ley de la atracción. De cualquier forma, e independientemente del final de una charla –aunque, ¿se tiene un final cuando no hay una conclusión? –, solemos coincidir en algo. No tendríamos ese tipo de conversaciones con nadie más.

¿Será algo de ser sagitario y géminis?

También, sobre todo porque no tenemos reparo, nos quejamos mucho sobre el universo y sus injusticias. Las cuales a menudo no son tan injustas. Y quizá deberíamos detenernos más tiempo para agradecerle nuestros signos lunares, nuestra amistad, así como el no hacernos rivales a muerte por nunca escuchar las recomendaciones musicales que nos hacemos.

El catorce de julio se acerca y trae consigo lo mismo de cada año. En su mayoría, palabras cursis sobre cuán especial resulta tener a una persona capaz de entender –o tratar de entender– mis miedos más irracionales o mis incomodidades más extrañas. A través de meses que vuelan como el viento en un día caluroso, lento y amable, llenos de conversaciones abandonadas en el punto más alto o el más bajo, inconclusas e incoherentes. También en discusiones sin sentido porque, ¿cómo esa canción va a tener un 8 de calificación? Claramente es un 10.

Por amor a la costumbre y a los cumpleaños, me veo en la obligación de recalcar lo gratificante de contar con alguien en casi cualquier situación. En algo que sólo puede ser definido como libertad, formamos un espacio seguro y nos esforzamos tanto como nos es posible en mantenerlo. Y va más allá de compatibilidad o gustos en común.

Es meramente voluntario, un trabajo constante, porque así funcionan las relaciones, con base en cuánto esfuerzo puedas otorgarles. Conllevan situaciones a las cuales a menudo soy incapaz de sujetarme e incluso conociendo esa información me atrevo a seguir adelante cuando se trata de mi mejor amiga. Sin importar si mis consejos son los peores o si debo mejorar mi habilidad empática. Le tengo menos miedo porque vale la pena y pocas cosas lo hacen.

La historia termina así: tengo una amiga que cree en la astrología y no voy a hacer nada para cambiarlo.


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