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Nuevo León, México, 5 de febrero de 2024 (Neotraba)

En la historia de la literatura abundan ejemplos de personajes que sufren mutaciones físicas o mentales ya sea por un hechizo, una maldición, un accidente o el paso del tiempo.

Ahí están Golum, de El señor de los anillos; Nils Holgersson, de El maravilloso viaje de Nils Holgersson;Gregorio Samsa, de La metamorfosis; o Santa, de la novela homónima de Federico Gamboa.

La vida transforma a las personas en seres que no imaginaron ser. Esa conversión es el núcleo narrativo de la novela Corazón de perro (1924) del escritor soviético Mijaíl Bulgákov. La obra cuenta la historia de Sharik, un perro de la calle que es sometido a una operación de cambio de corazón. El doctor Filip Filipovich es el encargado de extirpar el corazón del perro y en su lugar colocar un órgano humano.

Filip Filipovich apretó los dientes, sus ojillos adquirieron un brillo lacerante, movió el cuchillo y abrió una certera y larga herida en el vientre de Sharik. La piel se separó y saltó la sangre en todas direcciones. Bormental que aguardaba como un ave de rapiña, se precipitó a apretar la herida con pedacitos de gasa y después, con pinzas pequeñas como las que se utilizan para el azúcar, y la sangre dejó de fluir. La frente de Bormental se cubrió de infinitas gotitas de sudor. Filip Filipovich hizo un segundo corte, y empezaron a despedazar el cuerpo de Sharik con ganchos, tijeras y un instrumento como abrazadera. Aparecieron tejidos rosados y amarillentos, sobre los cuales las gotitas de sangre parecían un rocío de rojas lágrimas. (Bulgákov, 91)

Por muy dura que parezca la cita anterior representa un escenario cotidiano en los laboratorios de investigación científica del siglo pasado. Se sabe que la ciencia es amoral. Nada impide al ingenio humano saciar su curiosidad en pro de la investigación y el descubrimiento. Las consecuencias que de ello se deriven no tienen tanto peso como alcanzar el conocimiento científico[1]. La experimentación con animales, al menos en nuestra época, empieza a ser tema de debate en la comunidad internacional, pero en el año de publicación de Corazón de perro el tema no era ni de lejos motivo de reflexiones éticas.

En la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, así como en todo el mundo, la vida de los animales criados para la investigación científica valía poco. Tenemos como ejemplo experimentos como el de la perrita Laika que fue enviada al espacio sin tener la garantía de que algún día volviera o los experimentos de Elía Metchnikoff, descritos en el libro de biografías Cazadores de microbios, de Paul de Kruif, que lo llevaron a descubrir los fagocitos en la sangre y buscar una cura para la sífilis al enorme costo del sufrimiento de cientos de animales de laboratorio que padecieron tanto o más que Sharik:

Eligió dos monos, los inoculó con virus sifilítico recién extraído de un hombre, y una hora más tarde frotó con ungüento gris las escarificaciones hechas a uno de los monos, pudiendo comprobar que en el mono no tratado aparecieron todos los horribles síntomas de la enfermedad, mientras que no llegaron a aparecer en el mono tratado con ungüento. (Kruif, 199)

Toda experimentación con animales implica un riesgo y un porcentaje de fallo. En la novela de Bulgákov el procedimiento quirúrgico resulta ser exitoso pues el organismo del perro acepta el órgano humano, pero los resultados no son los esperados pues el perro no solo sobrevive a la operación, también empieza a comportarse de una manera antisocial y grosera y paulatinamente inicia un proceso de humanización que lo lleva a ladrar groserías e intentar abusar sexualmente de una mujer. El perro se convierte en un patán.

Como un verdadero científico, Filip Filipovich ha reconocido su error: el cambio de hipófisis no produce rejuvenecimiento sino una completa humanización (recalcado tres veces). Por lo mismo, su asombroso descubrimiento no pierde importancia en lo más mínimo.

El ser hoy por primera vez paseó por el apartamento. En el corredor se echó a reír al ver la bombilla eléctrica. Después, acompañado de Filip Filipovich y de mí pasó al gabinete. Mantiene un perfecto equilibrio parado en dos patas (tachado)… en dos piernas y causa la impresión de ser un hombre pequeño y mal formado.

Rio en el gabinete. Su sonrisa es desagradable y como artificial. Después se rascó la nuca, miró a su alrededor y yo anoté la palabra que pronunció nítidamente: “burgueses”. Se deshizo en insultos. Son insultos como metódicos, ininterrumpidos y, al parecer, completamente sin sentido. (Bulgákov, 103)

Parece que la transformación de Sharik es una representación simbólica de los cambios estructurales que vivió el pueblo ruso luego de la revolución comunista de 1917. La operación quirúrgica obliga al perro a comportarse como una persona, pero se olvida de educarlo por lo tanto el cambio degenera en caos y está condenado al fracaso. Que el perro ladre insultos contra los burgueses sin entenderlos del todo recuerda a esas masas incultas que repiten lo que los medios dictatoriales difunden. Recordemos que esta obra estuvo censurada durante varios años por los encargados de la edición de libros en la URSS y Bulgákov fue marginado por sus contemporáneos por no alinearse a los ideales de progreso que los ideólogos del comunismo esperaban de sus artistas. A ello se refiere Selma Ancira en el prólogo a la obra de Teatro El departamento de Zoia cuando refiere que:

A causa de todo esto, Bulgákov se vio excluido de la vida teatral y literaria de Moscú, y en malas condiciones, sobrevivió hasta 1931 cuando, desesperado, jugó su última carta: le escribió a Stalin. Según cuenta Yuri Elaguin, en esta carta le decía que su vida carecía de sentido si no podía crear, y, por tanto, le pedía que o bien detuviera las persecuciones de las cuales era objeto, o bien le permitiera irse al extranjero, o bien lo hiciera fusilar. (Bulgákov, 1987, 9)

Sharik es símbolo negativo del pueblo soviético, transformado súbitamente, y en muchos casos contra su voluntad, en una especie de sociedad con injertos de ideologías que no terminaron de consumarse. Es sintomático que Sharik regrese a su antigua forma canina de la misma manera que el estado soviético se desintegraría siete décadas después pues, como Sharik, no logró adaptarse a las condiciones que se le asignaron. Corazón de perro podría llamarse Corazón de pueblo pues es a la sociedad socialista la que Bulgákov retrató con una fuerte dosis de ironía.


[1] “-Quiero suponer, Míster Gog, que usted sabe, por lo menos de un modo general, qué es la ciencia y cómo ha sido siempre, a lo menos desde Tales en adelante, la pasión de los sabios. Éstos no se preocupan en lo más mínimo de las posibles consecuencias prácticas, sean útiles o nocivas, de sus investigaciones y de sus teorías. Tan solo se proponen elaborar hipótesis y modelos capaces de dar una representación aproximativa y una interpretación plausible del universo y sus leyes.” (Papini, 12)


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