¿Te gustó? ¡Comparte!

Barranquilla, Colombia, 5 de febrero de 2024 (Neotraba)

El impulso de escribir no para. Es más que necesario en estos tiempos que corren rápido como zorros perseguidos por una jauría de perros. Cada autor y autora –anónimos y superestrellas– retratan su tiempo, el que transcurre fuera y dentro de ellos y ellas.

La literatura colombiana se expande cada día. ¿De dónde sale tanto escritor? Se preguntan alarmados los más presumidos del gremio. Pues hay que recordarles que sobra gente con historias por contar. Y por fortuna siempre hay un testarudo lector con ansias de leer y perderse en ese breve infierno-paraíso que brindan los libros.

Editoriales independientes se abren paso para tratar de mostrarnos o darnos una mínima panorámica de lo que se escribe en este país y fuera de él.

David Troncoso, bogotano radicado en Nueva York hace cuarenta años, pertenece a un grupo de autores –como Jaime Manrique, Gajaka, Plinio Garrido, Miguel Falquez o Humberto Ballesteros– que narran el mundo muy lejos de sus lugares de origen, lejanía que hace que sus libros sea un territorio de reconstrucción de un pasado que los perseguirá hasta el final de sus días.

El Francotirador de Pablo Sexto es la ópera prima de Troncoso. Una novela breve que cuenta de forma fragmentada los sucesos en la Vida de John Ferdinand (Jotaefe, como es llamado a lo largo del relato). Sucesos que conocerá el lector gracias a la inesperada invitación que le hace Enrique Osorio (El Francotirador) a Jotaefe, quien se ve un día cualquiera abordando un tren para encontrarse con su viejo amigo de la niñez que por cosas del destino dejó el popular barrio “Pablo Sexto” de Bogotá para refugiarse –del pasado tal vez– en un pueblo perdido checoslovaco.

La novela es un diálogo –a veces tenso o divertido– directo entre dos hombres que aspiran a reconocerse, que se quieren y se detestan. Este libro es como esa conversación que dejamos pendiente con aquellos que desaparecen abruptamente de nuestras vidas y que probablemente poseen algo que aún nos pertenece: un viejo libro, o desgastado acetato o una llave que abre puertas reveladoras.

A sorbos de Kumis de Yegua y vodka, música de Stan Getz, Joao Gilberto y Jethro Tull, el Francotirador, (un apodo algo confuso para el personaje) se encargará con un tino certero de que Jotaefe entre en esas zonas pantanosas dónde la memoria es una cámara de gas de la que hay que salir de inmediato.

La madre, Allan Osorio (una especie de gurú de vida para el protagonista), El Rana (el abusón del barrio), desfilan ante los ojos de Jotaefe y los lectores como fantasmas vaporosos que se desarman con solo mirarlos.

Es una novela escrita con elegancia, en apariencia no tiene grandes sobresaltos y para no hacer spoiler dice más de lo que calla. Un texto agradable de leer, una prosa bien cuidada, simple y directa, certera como el “pepazo” de un romántico francotirador, con un personaje complejo como Jotaefe que nos sacará –por momentos– algunas risas con su rimbombante forma de hablar y gustos refinados. También es una novela que transpira melancolía y nos hace desear volver a ciertos lugares a los que hemos jurado no regresar, ciertos paisajes que tal vez solo sean posibles en el sueño o la pintura.

Entre a esta historia con confianza y no olvide que página tras página habrá alguien que apunta a su cabeza.

David Troncoso. Fotografía por cortesía de John Templanza Better
David Troncoso. Fotografía por cortesía de John Templanza Better

¿Te gustó? ¡Comparte!