¿Te gustó? ¡Comparte!

Por Sophía Sandre Cerqueda

Puebla, México, 18 de septiembre de 2023 (Neotraba)

En el mundo contemporáneo que habitamos se han construido distintos movimientos y comunidades promoviendo controversias, discusiones y debates con la idea de mejorar el modo de convivir en sociedad. También se analizan las creaciones que representan esa convivencia, entre las que encontramos diferentes manifestaciones del arte. Uno de los dilemas sobre este tema es separar a la obra del autor.

El análisis de este dilema comienza entendiendo que una obra no sería la misma sin los pensamientos, creencias y valores del autor, ya que, como más de una vez se ha mencionado, el arte es una de las formas más auténticas de demostrar lo que una persona siente y piensa. Esto incluye todo lo que ha vivido y lo que esto le ha dado como resultado. La vida entera o una parte de ella está plasmada en cada obra, por ello, no se pueden desvincular ambos conceptos.

Para algunas personas es inadmisible la admiración que se tiene por artistas como Pablo Piccaso, John Lennon, Pablo Neruda, Bukowski, entre muchos otros. Al no separar la obra del autor, consideran que pesa más en balanza las acusaciones contra ellos relacionadas con su vida personal: abuso físico, psicológico o sexual; en otros casos puede haber racismo y misoginia. Los artistas muchas veces usan sus vivencias y biografía para hacer sus creaciones. Tiempo después la audiencia encuentra que las ideas que están en los libros o en las canciones pueden reflejar comportamientos con los que no están de acuerdo o, incluso, delitos que, en su momento, fueron normalizados.

¿Juzgar con la ética moderna?

Para tener un poco de claridad en este dilema, debemos tomar en cuenta dos puntos importantes: el primero es que cualquier acción que dañe a una persona se considera mala o incorrecta y, el segundo, es que muchos de los artistas cuestionados vivieron hace mucho tiempo, en épocas en las que había otras formas de pensar. Es claro que sus acciones y los reflejos de éstas nunca debieron ser aceptados y, mucho menos, admirados, pero podemos entenderlo mejor con su contexto histórico. No podemos simplemente desaparecer a los artistas incómodos del mapa u omitir sus acciones, ya que eso significa que no habría evidencia alguna de lo correcto e incorrecto de su actuar, lo cual evidentemente no puede ser permitido.

Por ejemplo, en el caso de un artista como Neruda –acusado de machismo– es pertinente revisar su vida privada, pero también debemos usar la crítica para valorar los criterios estéticos más allá del personaje. Si eliminamos todo ningún títere queda con cabeza. No borremos la historia, vamos a revisarla para que se cuente como se debe contar, como ha referido la escritora chilena Isabel Allende.

Es válido cuestionar y reaccionar –según nuestros criterios– la vida de los artistas y su reflejo en las obras. Hay que entender, sin embargo, que la sociedad siempre se está transformando y que la moralidad o ética también.

Los artistas no pueden cambiar su discurso según la época. Hay que valorar y criticar con vocación de diálogo y no, simplemente, hacer a un lado obras interesantes por la biografía de sus creadores.


¿Te gustó? ¡Comparte!