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Por Juan Jesús Jiménez

Puebla, México, 26 de julio de 2021 [00:01 GMT-5] (Neotraba)

América Rodríguez, amiga cercana y la persona más sana que conozco desde mi primer año de preparatoria. Describir las razones por las cuales empezamos a hablar son tan misceláneas que apenas puedo recordarlas con precisión, sin embargo, desde ese entonces y a la fecha puedo asegurar que entre mis conversaciones más personales han sido entretejidas entre rock en español y risas involuntarias; en una amistad a contra turno, entre precisiones sobre el cómo nos conocimos, pasé a hablar sobre las semillas de zarzamora y los problemas del agotamiento mental.[1]

Juan Jesús Jiménez. ¿Cómo definirías el agotamiento mental?

América Rodríguez. Creo que es algo más fuerte que el agotamiento físico, algo que te puede destruir poco a poco porque el agotamiento mental es similar a un algo persiguiéndote, y ese algo eres tú mismo entonces al estar en tu cabeza no puedes escapar de ello. Por eso es por lo que el agotamiento mental es más duro que el agotamiento físico.

JJJ. ¿Crees que es necesario pasar por algo así?

AR. Yo diría que no es necesario pero sí algo inevitable. Un desgaste emocional es más fuerte y lo ideal sería que nadie pasará por algo así. Como ser humano es normal. Lo necesario es darse un tiempo para saber cómo calmarlo o solucionarlo.

JJJ. ¿De niña alguna vez tuviste algo parecido?

AR. Creo que sí, algunas situaciones familiares me llevaron a tener un agotamiento emocional, sin embargo, con ayuda de mis padres y algunas otras personas, supe cómo sobrellevarlo.

JJJ. ¿Cómo asumiste esa dificultad?

AR. No lo sé. Creo que en ese momento no lo hice, bueno, no caía en cuenta que yo tenía ese agotamiento emocional, lo tomaba como un cambio emocional o algo más sin importancia.

Fue al investigar por mi cuenta y con los temas que fui leyendo, que me di cuenta de que estaba pasando por un episodio de agotamiento emocional, claro que en parte fue por las personas que me ayudaron a salir de ahí sin que yo lo identificara en ese momento, pero como tal es común –o podría ser normal– que la gente no identifique su agotamiento emocional, tal vez alguien más lo haga y nos apoye, como en mi caso. Yo no lo sobrellevé, lo hizo mi familia, si me veía mal ellos trataban de sacarme de ahí sin decírmelo.

Como en las situaciones, por poner un ejemplo, de no ir a la casa después de salir por cualquier cosa, quedarnos afuera y hacer que mi atención fuera dirigida a algo más.

JJJ. ¿Crees que sea necesario focalizar este tipo de problemas en la población infantil?

AR. Sí. Creo que es sumamente importante enseñar a identificar este tipo de cosas, sobre todo en la etapa infantil para que en su vida adulta les sea más fácil lidiar con ello.

Es como lo que te decía hace unos momentos: realmente de chiquita no entendía qué era lo que me pasaba, vinculándolo con la depresión, yo ni sabía qué era y solo me sentía cansada, vulnerable pero no podía explicar el porqué. Y aprendes a decir qué es lo que te pasa, aunque sea un tema adulto, es necesario.

Escuché alguna vez que ese tipo de cosas se llevan con la madurez y creo que no. Las emociones son algo muy importante. Apenas, hablando con una persona llegamos al punto de reconocer la importancia de los psicólogos: mucha gente tiene cosas atoradas, como el aprendizaje, que podríamos desarrollar desde niños. Por eso es importante hablar de estos temas con ellos; quizá más tarde necesiten ayuda para comprender mejor ciertos conceptos, les ayuda a expresar la forma en que se sienten y el cómo llevarlo.

JJJ. De ignorarlo, ¿qué tipo de problemas puede traer?

AR. Puede traer de todo. La depresión –en especial– creo que es algo muy cañón, muy complejo. Siempre ha sido catalogada como solamente el deseo suicida, y aunque ese es un extremo donde reconoces tu límite y la salida más fácil, no creo que ese punto sea el máximo. Porque si desde chico tienes esa depresión, al crecer te desarrollas pero sigues con ese algo que no sabes cómo es. Pasa algo parecido a lo que te decía que me pasó: te sientes muy cansado, quieres dormir todo el tiempo, no quieres hacer nada. Eso te va cansando más al punto de ser más peligroso que un deseo suicida.

Obviamente el deseo suicida es muy peligroso porque estás acabando como una vida, pero estar cansado, a la larga, vincula el agotamiento mental con el agotamiento físico. Y aunque eso ya no lo vi conmigo sino con otras personas, te vas descuidando; ya no te importa tu salud, el cómo te ves, tu aseo personal, y creo que en general el aspecto físico, lo que haces, hasta el cómo te paras.

Ese descuido puede hacer que tu salud a largo plazo se vea dañada, incluso, podría ser considerado como un pensamiento suicida. Al no estar al pendiente de lo que tu cuerpo necesita, orilla a que se originen otros problemas como desnutrición, enfermedades cardiovasculares, infecciones debidas a una mala higiene, pero todo derivado del desinterés. Yo consideraría eso similar a un deseo suicida, porque aunque la gente piense que todo se resume en un “me quiero morir”, hace menos complejo lo que la gente realmente piensa.

JJJ. ¿Cómo afectará la pandemia en este tipo de casos?

AR. Creo que hay de los dos lados. Por un lado puedes decir: me encerré en casa, ahora estoy solo y no hay nadie que se dé cuenta de que estoy mal –y no se dan cuenta de que hay algo mal con ellos– porque las personas que usualmente le acompañan no están.

Pero del lado bueno, podrías buscar ayuda. Últimamente he visto que la gente se acerca más a los psicólogos y realizan sesiones por Zoom y otras plataformas. Siento que eso también parte un poco de la iniciativa porque entienden que algo así no se puede llevar solo, aunque la decisión final la tiene la persona afectada al decir “voy a hacer esto por mí y no por alguien más”.

Al estar encerrados, como en la pandemia, puedes tomar cualquiera de estos dos puntos, pero, sobre todo, creo que es un espacio para crear oportunidades. Una persona a la que conozco, y que padece de ansiedad, me dijo que se dedica a hacer pulseras de chaquira para evitar entrar en crisis. Entonces, creo que depende del lado que tomes la situación y de qué tan preparado te sientas como para seguir adelante.

JJJ. ¿Cómo te ayuda la compañía en ese tipo de situaciones?

AR. En lo personal, me ayuda mucho. En el punto que sentía que padecía de depresión, me ayudó mucho mi familia y mis amigos, sobre todo porque es un proceso largo para salir de ahí; estuve un año así –mínimo– en el que yo buscaba a la gente y esa gente me buscaba de vuelta, para no hablar del problema, pero sí para hacerme sentir que no estaba sola. Por eso, me hace muy bien estar cerca de la gente.

Aunque conozco gente que ha salido de la depresión cuando están solos, porque se ponen a reflexionar qué es lo que está mal en su vida y aunque a mí me agrada la compañía, creo que también es importante el tiempo a solas, reconsiderar qué te hace bien, qué te hace mal, quiénes son una buena compañía y a quiénes no deberías tomar en cuenta, es de esos pensamientos que se deben dar estas diferenciaciones para saber cómo actuar.

JJJ. Si el agotamiento mental fuese un sabor de helado ¿qué sabor le pondrías?

AR. Eso es interesante… No tengo idea. Obvio, creo que mi respuesta es muy personal y comprendo que de lo que yo responda, otros pueden diferir, pero pongamos de primera que debe ser un helado natural y ahorita verás el porqué.

No me gusta el sabor del helado de zarzamora, aunque si me lo puedo comer, debe ser en algo ya más procesado como un pastel o mermelada, algo así. Sin embargo, cuando es un helado natural, estoy disfrutando mi helado al ser algo blando, probar algo duro como las semillas y que se te quede atorado en un diente es molesto; por eso no me gusta mucho la zarzamora en algunas cosas, por esa sensación. Por eso el agotamiento emocional sabe a helado de zarzamora.


[1] Introducción aprobada por América


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