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Por Juan Jesús Jiménez

Puebla, México, 17 de noviembre de 2020 [00:57 GMT-5] (Neotraba)

Pase otra tarde solo, pase otra noche sin dormir, […]“, la ventaja es que hay muchas cosas que pensar y dos semanas han sido suficiente descanso por ahora. De este break post-día de muertos, creo que he rescatado un tema que había guardado en mi libreta diagnóstica, uno que, por alguna razón, desarrollé pero nunca lo puse una columna; así que es un placer escupirle en la cara a mi yo del pasado y sacar dicho tema a la luz.

¿Se ha preguntado por qué sueña? o incluso si no, creo que a todos nos intrigan los sueños ajenos, sobre todo los que parecen inexplicables, como los premonitorios. ¿Es una habilidad o virtud que tengamos? De entrada, y como ya debe esperar, yo no le voy a decir que creo en el destino, así que si esperaba que le dijera que ese tipo de sueños son una fuente fiable de información, cierre esta página para evitar corajes.

Los sueños, como un concepto objetivo, pueden ser abordados en dos aspectos fundamentales: la salud mental y fisiológica. Es innegable saber que si no duerme en mucho tiempo, su cuerpo lo va a resentir tarde o temprano, ocasionando problemas en el funcionamiento de órganos, fatiga constante, pérdida del sentido de la realidad y otras patologías que no vendría al caso mencionar (aunque no sería mala idea que le echara un ojo y cuidara sus hábitos de sueño); del lado psicológico, tras dejar de dormir varios días, la mente sufre de trastornos de ansiedad y relacionados al estrés, paranoia, depresión, alucinaciones, y un largo etcétera…

Desde la fisiología es más fácil entender las razones que impulsan descansar desde el sueño; durante el tiempo que el ser humano está dormido, la actividad cardiaca es reducida al igual que la respiración, reflejos no vitales son desactivados, la sensibilidad en nuestro cuerpo también se ve reducida (aunque no del todo) y solo queda activo el cerebro.

Debemos entender que literalmente, a nuestros órganos se les va la vida en mantenernos activos, el tener un tiempo donde el desgaste sea mínimo, les concede más tiempo de vida útil, o energía que puede ser empleada en acciones más inmediatas del día siguiente. Es, sin embargo, interesante la forma en que el cerebro se mantiene activo durante este periodo de reposo, porque claro, aunque muchas de las funciones no vitales sean inhabilitadas, el consumo de energía sigue siendo el mismo para administrar varias tareas al mismo tiempo y además, producir un efecto tan raro como lo son los sueños.

Aquí entramos en terreno pantanoso, porque producir un sueño no es precisamente una actividad vital (en lo personal sueño muy poco, y mire, todavía no me muero), de hecho, carga de trabajo a las neuronas que a un recuerdo le dan sonido, imagen, textura, olores, sensaciones, sin más fin que el de experimentar. Soñar puede ser un capricho neuronal por reforzar nuestras experiencias del día, de eliminar incluso las desagradables, y todo desde estas proyecciones sensibles que nos despiertan a media noche.

¿Y por qué soñamos lo que soñamos? A partir de aquí (y con el perdón de los estudiantes de medicina, doctores y cuerpo de salud en general), Hipócrates deja de gobernar. Tampoco crea que le voy a dar la razón al misticismo, acerca de que los sueños son mágicos o algo por el estilo; la psicología acoge este concepto en el análisis objetivo de la consciencia en un ser, y más aún en los rasgos inconscientes que pueda generar. Para ello se debe describir la realidad de un individuo desde lo inmediato a lo represivo.

Sabemos, por ejemplo, que una persona puede generar una aversión a las serpientes si las experiencias que ha tenido le indican que está en riesgo si se encuentra con una. Dicho temor es probable que aparezca en sus sueños tras una mala noche de descanso (cosa que trataremos en breve), pero de la misma forma una persona puede generar patrones placenteros que replicará en sus sueños agradables, y las aplica a entornos ya conocidos en los que se siente cómodo.

La forma en que actúan ambos aspectos del sueño buscan, antes que nada, el bienestar de la persona, y podría decir que de eso se trata soñar a grandes rasgos; la salud rige tanto las motivaciones como los efectos. Sin sueños no podríamos tener una noción de nuestro inconsciente, no podríamos enfrentar los problemas abstractos de buena forma y la fatiga acabaría con nosotros en pocos días. Además hay que considerar que de cierta forma, los sueños y su naturaleza van ligados a aspectos alimenticios y los hábitos de descanso que tenemos; cuando se tiene un dolor estomacal, es usual no soñar o tener una pesadilla, porque nuestro cuerpo asocia el problema con algo que no nos desagrada, y es así como lo proyecta entre nuestros sueños.

Véalo como un baile, soñar es eso: dar pasos frenéticos para expresarnos sin usar palabras. Somos lo que soñamos porque delatan a un yo más vulnerable, desde sus deseos, sus miedos, todo sin restricciones porque no hay una razón de temerse entre los sueños.

Tal vez es por eso por lo que cuando nos gusta alguien la soñamos, porque al igual que nuestra propia consciencia, no vemos una razón para escondernos en nuestro nombre. El baile de las máscaras, como lo comenté en otra ocasión.

Y si sabemos todo esto como un concepto aplicado a todos, ¿por qué no reconocerlo como un código general? Como idea es asombrosa, de esa forma podemos realizar el análisis de una persona de forma indirecta, sin ni siquiera conocerlo profundamente y solo conociendo las cosas con las que sueña, denotar si tiene algún problema que requiera atención, pero eso de cierta forma es jugar a la adivinación.

Sabemos pues, que nadie vive las mismas cosas de forma exactamente igual, pueden tener similitudes pero nunca algo significativo que se comparta de forma colectiva. Aunque de eso hablaremos en otra columna.


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