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Por Camila R. H.

Puebla, México, 15 de noviembre de 2020 [01:08 GMT-5] (Neotraba)

Antes de dormir decidí tomar una taza de café. No fue buena idea y por ello doy vueltas en la cama sin poder dormirme. El sueño zumba a mi alrededor como un mosquito inalcanzable, molesto e insistente.

Pero no soy la única persona sin poder conciliar el sueño esa noche: mi amiga me manda una cantidad considerable de mensajes notificándome lo mucho que odia el insomnio. Le respondo a la mañana siguiente, antes de beber café y con la pereza todavía pegada a la piel, que lo lamento mucho. Porque al final sí que pude dormir y definitivamente las 11:30 de la noche no es una hora para escuchar audios somnolientos.

Así, cuando me siento en la silla del escritorio con la esperanza de que la clase se cancele, a pesar de las bajas probabilidades de dicho suceso, decido que debería dar una respuesta útil al insomnio de mi amiga. Le recomiendo meditar, sin basar ese comentario en nada, pero supongo que de algo ha de servir. También le hablo de la respiración: Inhala 7 segundos, mantén 4 segundos y exhala 8 segundos. Lo leí en algún lugar alguna vez y seguro calma el corazón, lo cual tal vez ayuda a dormir.

Por supuesto ella ignora mis consejos, diciéndome que está nerviosa por su exposición de biología. Le respondo: Éxito, porque la suerte es para perdedores. Con el café en una mano, el celular en la otra y la atención dispersa dirijo la vista al frente, donde la maestra explica el trabajo de hoy, una vez más en equipo.

Cómo odio trabajar en equipo. Le doy un sorbo a mi taza y me despabilo, me resisto a la idea de esperar a que alguien más se organice, entonces mando el primer mensaje. Aún pienso en la conversación larga y tediosa del día anterior, aquella sobre el futuro.

Comienza con esa pregunta surgida cada cierto tiempo, sobre todo durante las clases de Psicología Vocacional. “¿Qué vamos a estudiar?” Vuelvo a preguntarle a mi amiga. Ella responde que aún no lo sabe.

Un mosquito pasa a mi lado y yo lo aplasto. Qué molestos son.


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