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Por Javier Gutiérrez Ruvalcaba

Ciudad de México, 11 de mayo de 2023 [00:05 GMT-6] (Neotraba)

Desde mediados de los años setenta y hasta el principio de los años noventa, del pasado siglo, fueron el auge de los textos académicos con tendencia izquierdista en México e Hispanoamérica.

Era muy común entre el estudiante de alguna disciplina social traer al interior de sus morrales fotocopias de algún libro de la Editorial Grijalbo, editados por un izquierdista español, exiliado en México, Joan Grijalbo Serres o si eran de un mayor poder adquisitivo el volumen físico.

Este legendario editor autodidacta nació en Gandesa, municipio de Tarragona, en España en 1911. En la década de los treinta, antes de hacer carrera en el mundo editorial fue un activista político, siendo Directivo del Sindicato de Banca de Barcelona y vocal-consejero de construcción en el Consejo de Economía de la Generalitat de Cataluña, representando a esta última ante la Unión General de Trabajadores (UGT).

Durante el conflicto armado español, se le nombró director general de Comercio de la Generalitat y consejero fundador de la Caja de Crédito Industrial de Cataluña. Por aquellos mismos años, redactó junto con Francesc Fábregas La municipalización de la propiedad urbana, además fue colaborador constante del diario clandestino Treball y del Boletín Trimestral de la Consejería de Economía.

Tras la toma del poder por Francisco Franco y por su visible activismo liberal, el también fundador del sello Crítica, especializado en filosofía política, debe exiliarse en 1939 en Francia, donde adquiere una máquina para abrir cartas, luego que la resistencia republicana lo nombrara jefe de correspondencia del Servicio de Evacuación de Refugiados Españoles. Viéndose limitado en el apoyo a sus correligionarios decidió mejor exiliarse en México, al lado de otros intelectuales catalanes, para, posteriormente, fundar la Editorial Grijalbo, para más adelante expandirse hasta la parte sur del continente americano.

Las primeras ediciones comprendieron una colección de biografías de divulgación, así como guías de la naturaleza, libros sobre economía, diccionarios y novelas.

Ya bien afianzado su catálogo, decidió, ya avanzados los años setenta, regresar a España y crear otro fondo editorial que marcaría el pensamiento Iberoamericano de la época, el sello Crítica.

Por esos mismos años funda Ediciones Junior y Grijalbo-Dargaud, este último especializado en cómics, tanto en castellano como en catalán. Sus publicaciones tuvieron tanto éxito que su producción editorial la dividió en dos partes, el cincuenta por ciento para el mercado local y el otro restante para la exportación latinoamericana.

Entre los más recordados trabajos marxistas que imprimió se encuentran las traducciones de varias obras de Marx y Engels, los volúmenes completos de Lukács y algunos tomos de la Academia de las Ciencias, de la extinta URSS.

Estaba por iniciar la década de los noventa cuando Mondadori adquiere el setenta por ciento del capital y años más tarde se hace de la totalidad de sus acciones, conservando el nombre, gracias al posicionamiento en el gusto del lector.

No únicamente se le rememora por su trabajo editorial, sino también por ser el fundador del Ateneo de Barcelona.

Entre las distinciones que recibió se encuentran la Medalla de Oro de la Ciudad de Barcelona y la Gran Cruz de la Orden de Isabel I la Católica.

Redactando sus memorias, por sugerencia de otro mítico editor, Jordi Herralde, falleció a los 91 años, el 22 de noviembre de 2002.

Sus amigos recuerdan la anécdota que solía comentar por su buena salud a lo largo de nueve décadas, “no como demasiado, bebo poco y fumo mucho (habaneros). Procuro no tener deudas, generan ansiedad. Y no sufro. Yo, en mi larga vida, no he sufrido nunca y nunca me he quejado”.

Al día siguiente de su muerte, su amigo Gonzalo Pontón publicó una sentida crónica recordando uno de tantos encuentros que tuvo con él, aparecida en la sección cultural del diario español El País.

La inicia diciendo que tiene ante sí una fotografía tomada en Ciudad de México el día de Santa Cecilia de 1979, “hace hoy justamente 23 años. Un grupo de personas toma otanas en un típico restaurante mexicano, lugar de muerte del general Obregón. Docenas de faroles eléctricos que penden como machetes nopaleros iluminan un mariachi charro que empuña violines y trompetas”. Continúa manifestando que un gran letrero en la pared expresa con fingida cortesía: “Evítenos la pena de negarle el servicio si viene armado”. Declara que cubre el letrero, algunas veces, “una poderosa cabeza aún cubierta de ondulada cabellera, ya blanca, que cobija un ancho rostro en el que campea una rotunda uve que dibujan dos cejas circunflejas y una nariz sensualmente encarnada. La uve ha de ser por fuerza cursiva, pues una línea recta la subraya: es el negro bigote colonial, perfilado en blanco, de don Juan. De don Juan Grijalbo Serres”, el cual celebraba esa noche, con su equipo de trabajo, sus cuatro décadas de editor. Enumera dos de sus libros comerciales más significativos, El motín del Caine, de Hermann Wouk y El vampiro de la colonia Roma, de Luis Zapata Quiroz, primer premio Juan Grijalbo, concedido aquella tarde.

Menciona que en esos momentos algo le faltaba al editor para estar por completo feliz y considerarse a sí mismo un “gran editor”, publicar una enciclopedia.

Declara que le recuerda que ya hay demasiadas en el mundo editorial, para que prontamente le anuncie: “Mire, con las enciclopedias pasa como con los abrigos de pieles, siempre se venden”.

Observa que no consiguió el objetivo de que desistiera y remarca que cuatro años después de ese encuentro Grijalbo sacó a la venta el Diccionario enciclopédico Grijalbo en seis volúmenes, con un prefacio de Jorge Luis Borges, hecho que lo enorgulleció de sobremanera.

Destaca que le comentaba a menudo que no tenía una formación académica y que ello lo obligaba a ser modesto, y por más que el autor del texto intentaba demeritar la presunción de quien cursa la universidad y que muchas veces el egresado terminaba con una mediocre educación, él presuroso lo espetaba sosteniendo: “Sí, pero usted fue a la Universidad y yo pasé de largo”.

Finalmente, cuenta que, al valeroso editor, “nunca le hizo falta ir a la Universidad: le enseñó, más, la necesidad. La que le llevó, en buena hora, por el camino de la edición que, en su caso, fue extenso y fecundo en el tiempo y en el espacio”.

Hoy en día la poderosa empresa editorial Penguin Random House continúa con los dos sellos que dieron prestigio a don Joan Grijalbo Serres.

Joan Grijalbo Serres, un editor autodidacta por Javier Gutiérrez Ruvalcaba
Joan Grijalbo Serres, un editor autodidacta por Javier Gutiérrez Ruvalcaba

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