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Por Iván Gómez

Puebla, México, 17 de julio de 2020 [00:19 GMT-5] (Neotraba)

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La primera toma capta la sonrisa que con las manos imita el sonido que hace una claqueta para indicar el inicio de una toma; la sonrisa se borra repentinamente cuando comienza a hablar de un pasado ya no tan cercano porque contextualiza: “A ver, nos conocimos cuando entramos al CCC, no nos conocíamos de antes, entonces pues son ya seis años de conocernos…”. La chica, conforme avanza en el relato, medita más en sus palabras para traer el pasado con mayor vehemencia.

Pasan los minutos y lo que narra cobra seriedad, pero en realidad no sabremos mucho más de nuestra interlocutora como sí de quién está detrás de la cámara: Eva Villaseñor (Aguascalientes, 1989), personaje no presente —al menos físicamente— del documental Memoria oculta (2014), dirigido por ella.

Fotometraje de Memoria Oculta de Eva Villaseño
Fotometraje de Memoria Oculta de Eva Villaseñor

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Nuestra primera interlocutora de tres (el hermano de Eva, personaje de su segundo documental: M, y su madre) continuará hablando por espacio de 19 minutos, en los que sabremos cuál es el tema del mediometraje que tenemos enfrente: la pérdida temporal de la memoria de Eva a causa de un brote psicótico.

Se trata de la ópera prima de la también directora de fotografía y guionista, y más que eso: de su búsqueda personal por recuperar un trozo de su vida que, aunque duro, necesario.

Lo relevante es que esta búsqueda se nos presente como documental. Si el formato sirve para aproximar a sus espectadores a una realidad concreta, en este caso nos encontraremos ante la aproximación de una aproximación en tanto que la narración la recibimos de los testigos y no de quien lo vive. Nuestros interlocutores no lograrán regresarle a Eva el recuerdo de esos días, acaso un acercamiento tan confuso como lo es la memoria misma, aún la más lúcida. Ello hace del documental una experiencia íntima con sus espectadores.

Fotometraje de Memoria Oculta de Eva Villaseñor
Fotometraje de Memoria Oculta de Eva Villaseñor

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Parte de la intimidad que se siente al ver por primera vez el trabajo es resultado también de las decisiones técnicas del mediometraje; como ver a nuestras interlocutoras desde una esquina y lejos de la cámara o, en el caso de Miguel, entre sombras y también lejos de la cámara. En una entrevista, Eva relata que decidió ese enfoque porque deseaba transmitir la sensación de aislamiento que los días de su experiencia le dejaron. El documental busca también constituir una experiencia estética.

José Rojas Baez escribe en su artículo El documental, entre definiciones e indefiniciones sobre las tres perspectivas con las que se asume un documental: “la información ‘pura’ (sentido difuso, sin mayores atributos), la información ‘predominante’ (información que puede preocuparse por otros valores, digamos el estético) y la información ‘subsumida’ en el predominio de la situación estética”, es decir: perspectiva difusa, informativa (“documentales sobre el hombre y la tierra, los agujeros de gusanos y cuanto magnífico reportaje o, en general, informativo pueda haber”) y artística: búsqueda de la situación estética que “privilegia los sentimientos y valores estéticos que […] no contradicen sino subsumen la comunicación y el saber entendidos en hondo y sutil modo”.

En el caso de Memoria oculta, en todo momento existe una intención más allá del testimonio, por ello las posiciones ya descritas y, aún más notorio, la secuencia final de imágenes y sonidos capaces de transmitir múltiples sensaciones desde la naturaleza vertiginosa de estas: primero unas tras otras a una velocidad que apenas si permite distinguirlas o analizarlas, y luego pausadas y más descriptivas, de modo que nos llevan de lo abstracto a lo explícito, para terminar con la sombra de la cabeza de —intuimos— Eva, y una mano —la suya— que recorre su sombra.

Importa, y mucho, enfatizar en la intencionalidad artística del trabajo porque habitualmente (para no emplear erróneamente el término popular) se piensa que del documental se obtendrá algo que en una película no: cierto aprendizaje de un tema o cualquier dato que permita sacarlo a colación en una charla, pero en realidad va más allá… Eva Villaseñor está consciente de esto y por ello busca que sus entrevistados se enfoquen en lo testimonial, en la experiencia y el recuerdo de esos días, no en explicaciones psiquiátricas, que sobran en este tipo de trabajo. Pensemos, de hecho, que de haber incluido el testimonio de algún personal de salud el documental habría adquirido otro matiz y perdido en intimidad.

Fotometraje de Memoria Oculta de Eva Villaseñor
Fotometraje de Memoria Oculta de Eva Villaseñor

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Memoria oculta es un trabajo valiente porque es una búsqueda del yo contada desde la perspectiva del otro, lo que implica no un trabajo de interiorización sino de exposición: dime qué viste de mí aquellos días. El hecho de que Eva nunca aparezca —y que cuando lo haga sea sólo por medio de su sombra y su mano recorriéndola— nos muestra ese necesario análisis del yo fuera de sí misma. Para ello, Eva se transforma en un personaje —no vemos a una persona—, lo que no es igual a ficción; significa, más bien, que la búsqueda de la realidad de esos días más o menos se obtiene sólo a partir de la memoria de otros.

Al final, ello encamina a la postmemoria: si bien en un primer momento se trata de reconstruir lo vivido aquellos días, el verdadero objetivo (ya sea consciente o no) surge de la necesidad de un olvido significativo y no involuntario, mismo que se logra a partir del arte, como lo señala Ignacio Padilla en Arte y olvido del terremoto (tema del que ya hemos escrito en otra columna). En lugar de convertir la experiencia, y en este caso, la imposibilidad del recuerdo de la experiencia, en un lastre, por medio de un producto artístico conseguimos, junto con la directora, una especie de anagnórisis. Valdría preguntarle a Eva Villaseñor si la realización y producto final la llevó a una catarsis.

Fotometraje de Memoria Oculta de Eva Villaseñor
Fotometraje de Memoria Oculta de Eva Villaseñor

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Un documental que busca la experiencia artística por encima de la informativa se parece en mucho a la crónica literaria: el documental también focaliza, posee un carácter narrativo, intenciones y cualidades estéticas y juega con el significado de la realidad a partir de la reconstrucción posterior de un evento. No por nada Magali Tercero aparece en la sección de asesorías en la parte de créditos.

El siguiente trabajo de Eva llegará cuatro años después: M, que buscará retratar el viaje del rapero Tankeone, su hermano Miguel, por las drogas.


Puedes ver el documental completo aquí:


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