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Por Dulce María Ramón

Ciudad de México, 25 de agosto de 2021 [01:14 GMT-5] (Neotraba)

Conocí a Alejandra García Méndez cuando publicó un tuit en el mes de junio de este año. Compartía en él que por fin tenía su acta de nacimiento: “Mi nombre escrito con tinta de legalidad, plasmado en hojas que validan mi existencia ante este país, confirmando todo lo que fui, soy y seré…” Este acontecimiento le cambió la vida, ya no hay nada que ocultar.

Ella es la primera bailarina trans mexicana de danzas polinesias. Se siente muy orgullosa de la academia que dirige, es ahí donde realizamos la entrevista. Llego cuando está por concluir su clase, su recibimiento es cordial y comenzamos a platicar de inmediato. Le pido que me cuente su historia, sobre su infancia, con su familia, en su entorno. Así comienza una conversación que, lo reconozco, aún cuando narra situaciones de violencia y desesperanza, no pierde su calidez y, sobre todo, su insistencia de que todo es muy distinto cuando las familias acompañan a sus hijes, pues les brindan las herramientas para que, a pesar de todo, nunca se detengan.

DMR. ¿Cómo fue tu vida como niña trans?

AGM. Realmente, para mí fue muy complicado desde niñe. Apenas llevo dos años de hormonización y todavía descubro muchas cosas. Siempre digo que todas las personas trans vivimos una doble vida desde muy pequeñes: muchas veces tratamos de no ser descubiertos, porque las personas a tu alrededor te dicen de muchas formas que estás confundide.

Pienso que todo cambiaría, por lo menos un poco, si desde el nacimiento, desde que lo padres esperan a su hije, no vistieran su mundo de azul o rosa.

Mi familia se conformaba por mi abuelo, mis cinco tíos y mi mamá. Todos los varones eran sumamente machistas. Siempre noté el rechazo completo y total de todos ellos. Al paso de los años, sigo sin encajar en esa familia. Cuando llego a visitarlos, me siento ajena, pues, para empezar, no me llaman por mi nombre. Cuando no me nombran como Alejandra, siento que se me va el alma.

Hace poco escribí en Twitter: “mi sueño es que mi familia abrace a esa niña que fui”.

DMR. ¿Recuerdas cómo era tu vida en la escuela?

AGM. Asistí a escuelas del municipio de Nezahualcóyotl y, por lo general, en el turno vespertino.

No vivía ajena a todo desde pequeña. Tanto así, que en la escuela no me iba bien. Nunca destaqué lo suficiente. Iba a la escuela por ir, por cumplir. Era una tortura, pues era insulto y acoso de todos, y una total indiferencia por parte de mis maestros. Pero no lloraba, aguantaba todo. Sin embargo, explotaba y me convertía en una persona muy violenta. Alguna vez le enterré un lápiz a un compañero de clase por no dejar de insultarme.

Cuando llegaba a casa, siempre me metía debajo de la cama y me quedaba ahí todo el día, porque era en ese lugar donde construía mi mundo.

DMR. Al paso de los años, ¿qué enfrentaste en otros entornos?

AGM. Por ejemplo, entré al CCH Naucalpan a los 14 años. Para llegar a la escuela tomaba el metro. Ahí conocí a un hombre mayor, él tenía 21 años. Me llevaba a restaurantes y lugares desconocidos para mí, pero llenos de violencia y abuso. Además, descuidé muchas cosas importantes como la escuela, reprobé varios semestres. Aunque había clases apasionantes como las de literatura y filosofía y, claro, danza folclórica, si alguien me invitaba a salir, yo no dudaba ni un instante en ir. Desde ahí comencé a exponerme a la violencia.

Por eso, me abrí tanto ahora en redes sociales y no por fama. Es para decirles a todes las personas trans que no están solas, que no descuiden la escuela, porque es algo que les sostendrá siempre. Si necesitan apoyo, aquí hay un lugar seguro.

Porque estoy segura que, si hubiera tenido una mano que me sostuviera, el enfoque y la información desde muy pequeña, me hubiera reconocido como una niña trans. Y algo muy importante: no me hubiera expuesto a tantos tipos de violencia o incluso a perder la vida.

DMR. ¿Cómo comunicas a tu familia que eres una mujer trans?

AGM. En realidad, mi mamá sabía y no decía nada. Una experiencia muy fuerte para ella es cuando me sorprende vestida con su ropa. Yo tenía doce años. Además, no había información sobre lo que era una persona trans. A lo mucho, en mi familia, en el entorno donde yo vivía, había sólo información sobre personas homosexuales.

No tengo idea, a quién consultó mi mamá, pero alguien le dijo que yo tenía un fetiche con la ropa interior o por la ropa de mujer. Hasta hace muy poco, mi mamá comenzó a ser empática conmigo y a llamarme por mi nombre.

Transicioné a los 28 años y, cuando lo decidí, les mandé un mensaje que decía “Familia, soy mujer trans. Quien quiera quererme, qué bueno y los que no, quédense muy lejos”. Todos comenzaron a apoyarme y reafirmar su cariño por mí. Pero no es real. Fue como un “Ah, es que Ale ya se viste de mujer”. Aprendes a tomar distancia y te das cuenta que las opiniones no lo son todo.

Alejandra García Méndez. Foto de Dulce María Ramón.
Alejandra García Méndez. Foto de Dulce María Ramón.

DMR. Hasta hace apenas unos meses obtuviste tu acta de nacimiento como Alejandra García. Antes de ello, ¿cómo te sentías y cómo transitabas?

AGM. Pasé de todo. En algunos lados me contrataban como Alejandro. Pero en muchos otros mentía, decía que no tenía papeles, se habían quemado, que no era de la ciudad o me era muy complicado ir por ellos. Muy difícil, muy angustiante.

DMR. Como mujer trans, ¿cómo has vivido la vida laboral?

AGM. Entré a trabajar a una universidad como docente de danza. Ahí nadie sabía que era mujer trans, a excepción de mi jefe y el área de recursos humanos. Me hice muy amiga del maestro de futbol y de taekwondo.

Un día, el maestro de futbol me invitó a comer. Lo tomé como invitación de compas y le respondí sí, después. Pasó el tiempo y en alguna ocasión, solos en un salón, se me fue encima. Me negué. Cuando llegué a mi casa, publiqué una historia en redes del orgullo trans y, sin pasar mucho tiempo, recibí un mensaje de él preguntando si me gustaban los trans. Respondí que no, que yo soy una mujer orgullosamente trans. Enseguida mandó otro mensaje donde pedía que lo bloqueara y que ya no lo saludara si coincidíamos en la escuela.

Hubo antes otro colegio donde trabajé por diez años, me respetaban, pero sabía que mi ciclo ahí había terminado.

DMR. ¿Cómo surge tu academia de danza?

AGM. Siempre creí –porque así lo he vivido– que trabajar en un proyecto personal, que te brinde la solvencia económica y la libertad de crecimiento personal, es uno de los caminos que como persones trans podemos elegir.

Por eso, amo mi academia de danza, la cual tengo desde el 2013. Sólo titubeé cuando hice mi transición, ser mujer trans se me figuraba como un obstáculo para el proyecto. Tenía una carrera muy reconocida como bailarín y las puertas muy abiertas porque era muy bueno en mi trabajo.

Entré en una depresión muy fuerte en ese momento de decisión, no salía a ningún lado. Pensé en desaparecer, en tener otro nombre, en dedicarme a otra cosa. Pero, en lugar de eso, busqué información real de las personas Transgénero. También mi sicólogo me ayudó a reconocerme. Sucedió que un día, decidida a todo, hablé con todas mis alumnas y les informé que era una mujer orgullosamente trans. La respuesta fue de respeto y cariño, en su mayoría.

¿Sabes algo? A pesar de todo, soy una mujer muy privilegiada. Muchas mujeres y hombres trans son violentados y se sienten solos. Es cuando ocurren las tragedias.

DMR. ¿Qué les dirías a las infancias y juventudes trans?

AGM. El mensaje lo daría a las familias de elles. Acompañen a sus hijes, escúchenlos, apóyenlos, no permitan que sufran violencias. Debemos desaparecer la transfobia.


Redes sociales de Alejandra García Méndez:

Twitter: @AlexVaitiare
TikTok: vm.tiktok.com/ZMe1fANju/

Alejandra García Méndez. Foto de Dulce María Ramón.
Alejandra García Méndez. Foto de Dulce María Ramón.

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