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Por Clars

Nuevo León, México, 23 de noviembre de 2022 [00:01 GMT-5] (Neotraba)

Hay quien viene nomás a carterear. Abusados. Me dice el “puma” mientras me permite tomarle una foto vendiendo paliacates, muy al estilo Axl Rose, a las afueras del estadio.

Prendí mi cigarro y le regalé el encendedor. Luego, por esos, nos queman a nosotros, los que sí venimos a chambear, no a robar, me dice.

Si supiera el “puma” que ya estoy bien curtida.

El “puma” lleva las cuatro fechas completas en la vendimia de la merch no oficial en el paso de Guns N’ Roses por el país. Con otros cuates, desde la Ciudad de México, se dio el rol:

Guadalajara, Mérida, Ciudad de México y Monterrey. “We’re F’N’ Back Tour”.

Vasos, paliacates, llaveros, playeras. ¡Llévele, llévele! a mitad de precio que el original.

El puma. Foto de Clars
El puma. Foto de Clars

La cita era a medio día. Las acreditaciones de prensa se entregan temprano. Volver a casa no era opción, ya me había hecho a la idea. No es nuevo para mi montar guardia en los conciertos. Aborrezco las gradas, para mi mediana suerte, los accesos son para cancha “B”. Si de por si voy a estar atrás, al menos que sea sobre la barricada. Después de una larga caminata, con un combo estrella en el estómago, desde la Monumental Monterrey, retornamos al Palacio Sultán “El Estadio Mobil Super”.

Con boletos generales, nos encaminamos a hacer fila.

Hace calor, de a poco, la reducida fila, incrementa. Llevamos unas cinco horas aquí. Había gente desde temprano. Playeras coloridas, botas, pantalones rotos, una mujer vestida de novia, cabelleras oxigenadas, cabelleras ensortijadas, cabelleras largas. A la cuenta regresiva, se abren las puertas. Avanzamos.

Mujer vestida de novia. Foto de Clars
Mujer vestida de novia. Foto de Clars

Me acompaña Vladimir, colega fotógrafo. He compartido más conciertos con Vlad que con cualquiera de mis ex novios o cualquier otra persona. La serenidad de Vlad me tranquiliza. Mis impulsos, de todo tipo, también se sosiegan. La multitud me abruma. Todo escozor desaparece con la adrenalina acrecentándose en los minutos previos a comenzar el show.

Don Eleazar viene de Matamoros, viene solo. Ha tuneado una playera con una gran imagen de Guns N’ Roses y su nombre detrás. Lo observo.

Emocionado, no pretende despegarse de la barricada. Le ha costado un par de horas y domar la delincuencia de la carretera, estar acá.

Clars y Eleazar
Clars y Eleazar

En principio vendría en grupo. Todos se rajaron, dice, pero yo no me lo perdería.

Sus palabras son como una bofetada, caigo en cuenta, que no estoy pisando cualquier terreno. Me ofrezco para tomarle una foto con el escenario de fondo luego de sus fallidos intentos por hacerse una selfie. La envía en cadena a sus contactos de whatsapp.

La fecha se anunció con antelación. El bombardeo mediático dice que será un evento legendario y fugaz. El noticiero de mediodía, la radio, redes sociales, panorámicos. Publicidad por doquier. Todo un logro por parte de los organizadores el resultado de esta noche.

La opinión de los expertólogos se divide. Fanatismo. Al fin y al cabo, fanatismo. Fans y haters de coraza. Últimamente no pierdo tiempo opinando pero si pierdo tiempo leyéndolos. Las redes enloquecen días previos al evento, días después del evento, y se acabó. Tus opiniones se quedaron en un limbo.

Lo único verdaderamente importante, ocurrió está noche, dentro de este lugar, pienso.

Cuando uno crece y tiene hijos, no saciamos hasta poder construir su memoria. Inculcamos, de cierto modo, un poco de nuestra esencia y lo que nos apasiona.

El ambiente, desde temprana hora, es en familia. Desde el más chico hasta el más grande. Me brota la nostalgia. Hubiera sido muy significativo si alguna vez mis padres pudieran aceptar acompañarme a un concierto.

Niñas y niños con ilusión de ver a sus ídolos. Despreocupados. Vienen a llevarse un recuerdo para la eternidad.

Los veo y pienso: ¿A quién carajos le importa que hablemos de la buena, mala o pésima condición de Axl Rose?

De la polémica, de que si es o no una banda sobrevalorada (odio el uso que le dan a la palabra “sobrevalorado”).

De las fallas técnicas. Que si la gente vive de la nostalgia por ignorancia. Es ridículo.

Los haters esperaban todo un fiasco. Incluso, yo misma, no esperaba mucho.

Y no por aversión a la banda. Los conozco y crecí con cada uno de sus éxitos.

Aquí se desprende la conocida frase “honor a quien honor merece”.

A punto de entrar al concierto. Foto de Clars
A punto de entrar al concierto. Foto de Clars

Los más covereados, la merch más vendida. Pueden ser tu peor pesadilla. Y eso no les quita la tremenda trayectoria que cargan como grupo e individualmente cada uno de los integrantes.

¡Dude! Hoy se baila con Guns N’ Roses y se chingó. No importa si eres poser, emo, agrope, punk o del barrio. Si tuviste la oportunidad de atestiguar esta noche, seguro serás, quien pueda marcar la diferencia. Futuras generaciones, de boca en boca, presumiendo que su tío, abuelo, bisabuelo, padre, madre, hermano, estuvo presente.

Cada grito que escucho a mi alrededor, sale de la entraña. Tengo la mirada perdida en algún punto. Medito entre la multitud. Axl Rose camina sobre el escenario mientras una ligera lluvia aparece.

Perdí la habilidad de emocionarme entre conciertos. Lo que aún conservo, es la habilidad de poder reconocer, aún en mi ignorancia técnica musical, cuando una banda ha trabajado arduamente para dar un espectáculo de calidad.

Sin titubeos, apuesto todo, porque detrás de esos lentes, Slash ni siquiera mira mientras ejecuta algún solo. Axl, al menos en el escenario, se ve mejor que nunca. Hay mucho más esfuerzo de lo que aparenta. Se desplaza con determinación sobre el escenario. Le pertenece.

Slash. Foto de Clars
Slash. Foto de Clars

Hay gente que murió deseando estar acá.

A las afueras del estadio, los menos afortunados. Los que no alcanzaron boleto. Corean cada canción que proviene del interior, lloran. Adentro, los 28 mil asistentes, privilegiados, gozan.

Fueron tres horas sin parar. Grandes éxitos bien calculados a lo largo del concierto. Nada de pirotecnia. No hacía falta. Tampoco largos y aburridos discursos. Nada más que agradecimiento por estar. Por mantener vigente el amor y entrega a la legendaria banda.

En la mirada de Axl percibo una llamarada, un fuego eterno que se mantiene vivo, por cada noche como hoy.

En esos ojos se asoma un alma joven. En ratos cansados. No dejan de avivarse ante su público. Me enternecen y luego me estrujan con rudeza. Es una mirada imbatible.

Axl y Slash. Foto de Clars
Axl y Slash. Foto de Clars

La lluvia duró lo que tres canciones, fue emotivo ver llover mientras sonaba “It’s so Easy”.

Inerte, no me atrevo ni siquiera a corear las canciones más conocidas. Me limito a escuchar, mirar a mi alrededor, el estadio abarrotado. Los espacios, hasta hace un rato vacíos, ahora están ocupados. Hay quien llora, grita, se abraza, incluso quien pide matrimonio. Los desconocidos testigos aplauden y se enternecen. Capturan el momento y lo viralizan.

Pienso en “A”. La segunda persona con la que más he compartido conciertos. Fantaseo solo una cosa: de ser simples conocidos a disfrutar juntos una noche como hoy.

Le regalo mi pensamiento mientras me pongo de espalda al escenario para contemplar las luces resplandecientes de los celulares. Sus ojos son como esas luces que reverberan alrededor.

Niña en concierto. Foto de Clars
Niña en concierto. Foto de Clars

Innumerables historias se escriben hoy.

El furor fue predecible a los primeros acordes de “Welcome to the jungle”, “Rocket Queen”, “You Could be Mine”, “Reckless Life” y “Hard Skool”.

Las luces se apagan y en la pantalla aparece la bandera de Ucrania mientras escuchamos “Civil War”.

Un solo de guitarra de Slash deja boquiabierto a casi todos. El ambiente se desató con las primeras notas de “Sweet Child o’ Mine”. Mi acordeón consiste en encontrar el setlist de esta noche por internet. Me adelanto, puedo grabar la canción completa para después olvidarla en alguna carpeta de mi ordenador.

En su vestimenta más formal, Axl vuelve al escenario para interpretar, frente al piano, “November Rain” y “Nightrain”.

Me brotan lágrimas al escuchar, frente a frente, “Knockin’ on Heaven’s Door”. Cierro los ojos y sonrió.

Se llegó muy rápido al cierre después de “Sweet Child o’ Mine”. El tiempo enfureció. Amainó con “Patience” y “Don’t Cry” para resurgir y estallar al despedirse de tierras regias con “Paradise City”.

Me abro paso entre la multitud. Nos despedimos con la mirada. Con extrañeza. Supongo que todos nos hacemos la misma pregunta: ¿Volveremos a ver algún día a la legendaria banda?

Pareja en concierto. Foto de Clars
Pareja en concierto. Foto de Clars

Esa complicidad, que surgió con la atmósfera nostálgica, se esfuma. Nos dirigimos al metro. Las tarifas dinámicas a full de las aplicaciones, nos obligan a acercarnos un poco a nuestro destino. Desciendo en la estación Universidad, todavía me estremece el silbido de Axl al intro de “Civil War”. Silbo de manera inconsciente. Mis guerras internas son intrascendentes a comparación de la crueldad, represión y desigualdad allá afuera.La música es un puente. Lo pregono hasta el hartazgo. Por eso, Guns trasciende, y tú, del otro lado de la pantalla, con tus burdas opiniones, no lo harán nunca.


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