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Por Juan Jesús Jiménez

Puebla, México,11 de agosto de 2020 [00:10 GMT-5] (Neotraba)

A los caza vampiros:

Nunca ha sido más útil la expresión —de cualquier tipo— para afrontar la realidad. Hoy día parece que los meses compiten por ver cuál nos sorprenderá más, la labor de difundir ideas y compartir una parte de nosotros no es sólo un capricho del aislamiento, es un acto de cordura. Pero la expresión no es algo que sea nato, mucho menos cuando se enfrenta a tantos peligros —internos y externos— a la hora de ejercer ese derecho.

Es una disciplina y arte si logra obedecer a las condiciones estéticas para conseguir la
expresión. Por lo tanto, se debe estar capacitado para tener una voz y volumen que nos ofrezcan armas y herramientas.

La formación de una persona así como el saber que la acompaña es fundamental para este cometido, además, existen muchísimas formas de crecer en cada aspecto que ofrecen, nutriéndonos a cada paso para ser la mejor versión de nosotros, la que enfrente a los vampiros urbanos y les de caza para retornarlos a su forma humana. Pero no por ello son héroes que deban vivir del reconocimiento ajeno. Son personas, como usted o como yo, pero preparadas y eso es lo que las hace indispensables.

Darse el tiempo de pensar qué es lo que está ocurriendo con nosotros, reconocer y nombrar las sensaciones del espectro emocional que tenemos es algo muy importante, catártico e inherente a cualquiera que se decida a echarse el mundo encima.

Como un Atlas, sólo que no está ahí por obligación; uno debe estar completamente consciente de lo que hace para no dejarse llevar por los titanes creativos, se debe tener la mente clara para no irse por las ramas y no llegar a ningún sitio. La dificultad de expresarse y tener una voz audible está en ello. La preparación es larga, llena de más bajos que altos; se está solo gran parte del tiempo pero es algo no necesariamente malo. La meditación como disciplina ofrece una vista más aterrizada al cómo una persona debe asimilar el aprendizaje como algo constante, práctico y abierto a ser incluyente con cualquiera que se acerque —de este interesante fenómeno hablaremos después.

Foto de Alexis Salinas

Pareciera que detenerse un rato, respirar, no hacer nada, ahora es digno del señalamiento, de que uno no logrará nada si continúa así, pero qué va, al menos se tiene mérito por emprender el camino en vez de observar cómo otros cruzan enfrente de uno. Por ello pienso, hoy más que nunca, es necesaria la expresión, no sólo como denuncia, sino como una herramienta más amplia para la comunicación, decir libremente que no te sientes bien, ser directo, gozar de la alegría que es liberarse de los propios pensamientos y canalizarlos en algo útil.

Debemos dejar en desuso el bien que no está bien; y sí, yo sé que es más fácil ocultarnos tras una máscara pero, ¿a dónde nos ha llevado eso? A como lo veo, las máscaras han forjado varias capas, mismas que dejan una mínima parte de nosotros a la vista, a merced de los vampiros urbanos que observan desde sus ordenadores —curioso, vampiros y máscaras, únicamente falta la maquinaria de siglo XVIII para que ésto se vuelva una columna steampunk.

Y, quién sabe, quizá podría cumplirse lo que leí en un meme el otro día: ¿Se imaginan que de estos meses de aislamiento salga una generación de escritores —artistas en general— que se llame la generación Covid? Qué loco. Quizá, ya no lo sea tanto.


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