¿Te gustó? ¡Comparte!

Por Juan Jesús Jiménez

Puebla, México, 25 de abril de 2022 [11:20 GMT-5] (Neotraba)

Nota. A cualquiera que quiera leerla:

Suelo no tomar estos temas por dos cosas; la primera –y la más evidente de todas– es que sé que como hombre mi perspectiva no puede explicar de hechos tan lamentables como los recientemente ocurridos en nuestro país, pero también puedo entender que es desde mi voz humana que puedo referirme a la muerte; segunda, prefiero no mencionar nombres como muestra de solemnidad con los familiares, no importa si no me leen ahora o nunca lo hacen, suficiente tienen con el dolor que ahora enfrentan como para mencionarlo sin más utilidad que el morbo que puede causar.

Sepa pues, que de las siguientes líneas no encontrará un mensaje de aliento a las mujeres que me puedan leer, ni un regaño a los hombres que así también lo hagan. Es un texto lleno de mis propias inquietudes, sea sobre el periodismo mexicano o la sociedad en general, inquietudes que puede o no compartir conmigo, pero que tienen el objetivo de despertar algo en usted como lector. Para eso estamos vivos, chingadamadre.

Me levanto en la madrugada como en toda la semana, sin ninguna razón, sin cansancio residual. Probablemente mi reloj biológico murió hace tiempo y ni cuenta me di, pero al menos me permite ver las noticias desde temprano. Las reproduzco desde mi celular, cierro los ojos con la esperanza de quedarme dormido o, al menos, no abrirlos en un largo tiempo.

Fue encontrado un cuerpo…” suele ser el encabezado en color rojo. Dan la ubicación, la relación del caso o más detalles sobre el cuerpo, pasan a otra nota similar, y otra, y otra. Alguna vez Elena Poniatowska comentó sobre un libro de crónica: “en qué clase de país vivimos que una joven tiene que escribir sobre temáticas tan oscuras”. Sin temor a que me lea; en uno roto por la violencia, señora.

Pienso en este tipo de cosas porque en una habitación corroída por la humedad y el caliche, la pantalla del celular apagado no permite hacer nada más, sino mirar el vacío, odiar la ausencia de mi novia para abrazarla y evitar el mundo por algunos minutos. ¿Recuerda lo que comentamos sobre la noche? Las madrugadas parecen ser el punto medio en el que la realidad nos respira en el cuello sin que podamos verla, la oscuridad se vuelve un manto cósmico y nosotros una luz que se consume sin emitir calor. Es el techo, nuestro celular, nuestros párpados, un espejo humeante del que se escapa nuestra ansiedad construido a lo largo del día, revelando un pasado incierto, un presente en el que uno mismo es un impostor de sí, y el futuro, parado en la puerta de nuestra habitación esperando desaparecer en cuanto salgamos de la cama.

Lo había oído antes, el hecho de que las noticias matutinas suelen deprimirnos por la cantidad de nota roja que llena los espacios entre comerciales. Puedo entenderlos, no hay cosa que llame más la atención de la población general que el morbo, ese instinto indescriptible del ser humano que desea saber toda información vital para su supervivencia. Incluso yo pausaba mi música de vez en cuando al ir en el camión y escuchar que el conductor ponía la89.3 de FM. Puedo entender incluso por qué la nota roja se alojó tan bien en la narrativa cotidiana de estados tan grandes como Puebla; la realidad ajena y propia se difumina mientras suceda de fondo.

No hace falta pensar mucho para entender que la repetición de hechos así nos deconstruye como parte de algo más grande. En este caso, la repetición de la violencia no hace más que evidenciar que nuestra perspectiva del mundo está rota –en caso de creer que existe solución–, o que estamos completamente en lo correcto –en caso de aborrecer al ser humano. La literatura forma realidades, el periodismo verdades. ¿Qué verdad forman los noticieros? ¿Esa es toda la verdad, o es una fragmentada?

México ha tenido una relación muy mala con el periodismo desde siempre. Ha sido perseguido, castigado, apresado, corrompido, traicionado y, de un tiempo a la fecha, absorbido. Su imagen, por la misma razón, se ha visto degradada por causa de las megacorporaciones que antepusieron su beneficio único al de la labor periodística por excelencia: informar. No por nada la corrupción de medios enormes es parodiada hasta el cansancio en todo tipo de medios. Cortinas de humo, cajas chinas, pantallazos, etc.

Pero es de la inconformidad que el verdadero periodismo sale a la luz, el periodismo que resulta incómodo y denunciante, pero no con el afán de ser escandaloso como para plagar sus páginas de nota roja, sino para que sea la verdad la misma que resalte una realidad hiriente. El periodismo, después de todo, es en tanto ocurra algo. Existe porque nosotros partimos de una verdad que necesita ser contada, para construir la realidad que nos da forma.

No estoy en contra de que se revelen los detalles en una muerte, tampoco de que sean reveladas las estadísticas que hay detrás, pero es importante que la labor que realizan verdaderos periodistas al criticar y analizar a profundidad todos esos datos, sea trasladado a medios de difusión cada vez más amplios. De otra forma, la relación de México con el periodismo no pasará de ser la de alguien que mira en su celular esperando quedarse dormido.

Es deber de la sociedad cambiar el contenido que se recibe, es deber de los súpermedios usar todos sus recursos para ofrecer periodismo real. Y sé que viniendo de mí, un alumno de letras, puede parecer un grito lanzado al aire, pero es momento de entender –sobre todo mi generación– que si el mundo no cambia ahora, no habrá otro momento para hacerlo, que se debe tomar acción al respecto y que debe ser de forma informada y metódica.

Este país roto por la violencia, engullido por la ira y la impotencia, tiene mucho por decir y denunciar; hay que ser voz y aire que lleve el sonido, hay que ver en ese espejo negro y humeante, saber que detrás de su sombra yacen los ojos de personas que no ya no pueden hablar por nosotros, el dolor de familias enteras, la soledad, nosotros.


¿Te gustó? ¡Comparte!