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Por Iván Ballesteros Rojo

Hermosillo, Sonora, 1 de noviembre de 2022 [00:01 GMT-7] (Neotraba)

Refiere la filósofa española, Marina Garcés, que “debemos prepararnos para un futuro del que no sabemos nada”. Lo que nos espera, sentencia Garcés, es lo que ya está sucediendo: un momento necro político. Un tiempo en el que los recursos naturales y las ideas están expirando vertiginosamente. El tiempo de los influencers y la banalidad despótica. Habitamos, desde ya, lo que desconocemos, un momento póstumo. Imaginarse el futuro, por más miembros del club de los optimistas que seamos, es imaginarse el desastre. El colapso. Seguir la carroza del proyecto humano es quedarse para distinguir quién devorará a quién y luego señalar a las criaturas que vendrán a recoger las sobras.

Después de este pesimismo radical, disculpe usted, entendemos que aparezcan ventanas que nos ofrecen un tour de force hacia lo que muy probablemente esté por venir. La buena noticia es que una de esas ventanas puede ser la novela Crepúsculo Mecánico (Nitro/Press, ganadora del Libro Sonorense en 2021), del escritor sinaloense, adoptado ya por Sonora, Antonio Berumen (1989).

Conocí a Antonio cuando fuimos compañeros en la Maestría de Literatura Hispanoamericana en la Universidad de Sonora. Un tipo que me entregó una carta, sellada con cera (y sospecho sangre), en cuyo interior leí un mensaje, escrito con impecable grafología, de ermitaño oriental, en la que me refrendaba su amistad. Aquello me impresionó y creo, a la distancia, que no supe reaccionar al detalle que, evidentemente, no correspondía a estos tiempos de absoluta indiferencia.

En aquel momento, Berumen me regaló su novela, también ganadora del Concurso del Libro Sonorense en 2017, Noche en llamas. Aunque reconocí el oficio del narrador y cierta visión poética de la humanidad como una entidad huérfana, lanzada al mundo cual acto mágico, sus búsquedas en la escritura me parecían muy cercanas al Boom latinoamericano y, sobre todo, al realismo mágico cultivado por García Márquez. Un autor al que me leí tan obsesivamente en mis veintes que terminé odiándolo, sin remedio, en mis treintas. Lo mismo me sucedió con su libro de cuentos, La madrugada del Yaqui. De nuevo, ahí estaba un escritor de gran oficio. Que sabía envolverte en sus historias. Eficaz como pocos escritores norteños cuyos proyectos narrativos se quedan en la mera representación de un tiempo y de un espacio. Comprobé pues que Berumen sabe construir formas, universos que funcionan con su propia lógica.

En aquel intercambio de nuestras respectivas lecturas y escrituras le pasé autores que me interesaban formalmente. Él me regresaba, muy emocionado, los libros. Como si leerlos hubiera sido una experiencia reveladora. Además le compartí un cuento de mi autoría que Antonio comentó en clase, señalando que no sabía que se podía maldecir y usar “tantas groserías en un solo texto literario”.

Ahora que leí Crepúsculo Mecánico comprendo que todo aquello, su actitud de sorpresa ante registros narrativos insolentes, fue un engaño. En todo caso, era la posición, los primeros escarceos que hacía aquel chico atento, que usaba traje y corbata para exponer, modosito en su trato, para poder disparar su propia literatura en esta novela. Berumen en realidad es un autor despiadado. El chico al que creí que la faltaba barrio, resultó un gran conocedor de la música que se toca en los bajos fondos de la oralidad norteña. Con una imaginación mordaz acompañada de una visión cáustica sobre el porvenir humano. Crepúscula inaugura, que no es poca cosa, la novela de Ciencia Ficción fijada en Sonora. Quizá Franco Félix ya se había adelantado, aunque de manera velada, con Los gatos de Schrödinger.

Rica en vitalidad narrativa, Crepúsculo Mecánico sorprende al crear un universo cyberpunk en la mera línea que separa México del imperio gringo. Todo un acontecimiento, en nuestras letras narcopoliciacas, encontrar una distopía apocalíptica que representa este territorio de frontera. Una novela soprendente en varios niveles: su registro de la oralidad norteña pueblerina, mezclada con el estilo del Libro vaquero y el Así soy y qué, que caza perfectamente con un escenario aterrador que, aun cuando se detiene a dar cuenta de la violencia gore desatada en un mundo donde las máquinas han desplazado a la humanidad, está empapada de humor e ironía.

Los amantes del cyber tienen aquí un libro que cumple con los tópicos del género: la lucha descarnada por aferrarse al hilito de misericordia que le queda al mundo, por sobrevivir en un ambiente hostil donde la violencia es la moneda de cambio. Donde los personajes se aferran al pasado y combaten contra un sistema corrupto que se diluye, como sucede en la actualidad, con la criminalidad. Protagonizada por personajes entrañables, Chayito, la prieta, es una prostituta que quiere una vagina biónica para seguir levantando a la clientela que las prefiere robóticas. Por esto es capaz de desafiar el poder más arbitrario y peligroso. En la narración aparecen intervenciones de una voz, marcada en cursiva, que funciona como la conciencia de los personajes. A Chayito esa voz le dice:

Y ya ves. Naiden cree que el futuro vendrá a reventarle su burbuja a uno. Y cuando te pones a escuchar que un robot copió una famosa obra de arte dices bien enchilado: esa madre nunca va a llegar aquí. Pero sí llega. Y llega más rápido de lo que uno cree. Cuarentona, cuarentona. Vales pa? puritita chingada. Lo único que tienes pa? chambear y ni eso cuidaste. Mira cómo te cuelga la pepa. Mira esas pinches chichis de chango. Aquí no hay más ley que la juventud eterna, mija. Llegaste retarde a la repartición del nuevo milenio. Qué vas a hacer ahora que dejaste de servir en un mundo menos injusto se cerraría con tres vueltas. Desgraciadamente todo tiene una edad. Naiden nos dijo que el futuro llegaría dando chingazos, apartando a empujones a los pendejos que se aferran a vivir en el pasado.

Y luego:

Mira esta gente mierda que vive tiempo prestado. Mira cuántos tienen prótesis que no necesitan. ¿Sabrán que aun así se siguen pudriendo, que llegará el día en que no tengan otra cosa que reemplazar? Míralos cómo se ríen, cómo desperdician su juventud con caballitos de tequila, botellas de cerveza, copas de vino; cocteles y más cocteles con rodajas de limón, tiras de apio, aceitunas sin hueso. Te da coraje porque tú juiste así. Porque si te hicieran un ultrasonido venoso, lo único que vieran correr serían treinta tipos de licor venenoso, semen, cocaína y tristeza. Quédate con tus casi cuarenta años, Negra, con tu barriga floja, con tu cabello pa’l perro, con tus juanetes resecos. Pronto te reemplazarán como hicieron con la anciana jorobada, con el cantinero, con las miles de personas que se la viven mendigando por la calle las unis que le sobren a una biobitch recién rellenada en el motel. Escucha cómo se ríen. Sus carcajadas duelen más que un navajazo debajo de las costillas. Naiden te avisó que el futuro sería tan culero

En Crepúsculo Mecánico no sólo advertimos un registro que intenta atrapar la oralidad, sino que ese registro copta a la escritura misma, quedado de manifiesto en neologismos y barbarismos que son palabras nuevas al momento de organizarlas en el lenguaje. Berumen sabe que la oralidad funciona como estrategia discursiva y estética, no como intensión narrativa. Si así fuera, todas las leyendas de la región serían obras maestras. Trini es otro de los personajes que aparecen en el libro. Un tipo aferrado al tiempo analógico representado por un viejo pick up heredado de su padre. Una troca, el amor sin memoria de una migrante con severas heridas en la cabeza y un pequeño droide, que quiere maquinar el inicio de una rebelión a destiempo, son la contraparte del sistema hipertecnológico que ha borrado las huellas históricas del pensamiento humano. Una novela que es todo un acontecimiento. Un salto cuántico en la raquítica, casi nula, práctica de la ciencia ficción norteña.


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