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Por Berenice Aguilar (@bere5n)

Puebla, México, 31 de enero de 2021 [03:18 GMT-5] (Neotraba)

Escribir desde la ficción refleja, en la mayoría de los casos, los deseos por cambiar aquella realidad hostil que nos envuelve.

Cuando la literatura permite imaginar y crear sociedades utópicas o personajes entrañables, –digo entrañables porque, quizá, ves algo de ti reflejados en ellos–, ves aquellas actitudes de las cuales careces. La literatura es un no-lugar de encuentro; la ficción termina cuando la vida nos da un puñetazo en la cara para regresarnos a ella. Así, nos mantenemos alerta en lo real, cuidándonos, vigilando, resistiendo. ¿Quién no ha sentido la injusticia en carne propia? ¿Quién no desea que, en esos momentos de vulnerabilidad, alguien nos tienda la mano?

La ficción en Banana Street es una forma de hacer justicia –o venganza–, de aquella realidad muchas veces sacada de la ficción y del absurdo. Es un grito de ayuda y también de guerra porque, ¿quién puede soportar tanta injusticia?


Berenice Aguilar. Platícanos sobre la dedicatoria de tu libro.

Macaria España. Es para mi mamá y papá. Ambos ya fallecidos. Se la dediqué a mi mamá: cuando vivía, yo estaba en el proceso de escritura y corrección de la novela. Recuerdo decirle hacia las últimas correcciones: “esta novela va a sacarnos de pobres” y que “tendría una mayor proyección nacional”. Ella creía en mí, por eso “Mamá, lo logramos”. Sucedió al publicar con Nitro/Press, editorial independiente, reconocida y con buena movilidad a nivel nacional.

Mi papá falleció cuando yo tenía 9 años. Al comenzar a escribir, mi mamá me contó que papá consideraba que los escritores se morían de hambre. Esa otra parte de la dedicatoria es justamente para decirle que sigo aquí, publicada, y “todavía no me he muerto de hambre”.

BA. Dicho prejuicio sobre la escritura aún existe. Todavía más: escribir y ser mujer.

ME. De hecho, ese prejuicio no está arraigado únicamente en México, sino a nivel mundial; cualquier persona dedicada al arte, o en este caso a escribir, no tiene tantas facilidades de crear una fortuna. A menos que le pegues, como J. K Rowling o García Márquez, es decir, escritores que son casi una marca.

Por desgracia, no se puede vivir de escribir –aún–, esperemos cambie en algún momento.

Portada de Banana Street, de Macaria España
Portada de Banana Street, de Macaria España

BA. ¿Cómo nació la protagonista Isabel Tierra Frías?

ME. Esto no lo he comentado en otras entrevistas –quizá me daba un poco de pena–, pero la historia de Isabel nació en el 2009, cuando yo era becaria de TV Azteca.

Fui a esa televisora porque quería hacer telenovelas –en este caso, para la misma televisora. Estuve ahí varios meses, con ejercicios y actividades diarias para crear argumentos de historias.

A partir de una de esas tareas, pensé en hacer una telenovela sobre los estratos bajos de mi cuidad. Así surgió mi protagonista –para ese argumento su nombre era Candela. Mis circunstancias eran muy parecidas a las de Isabel. Así surgió el primer esbozo de la protagonista.

En el 2015, gané la beca del FONCA para escribir un libro de cuentos. Escribí uno largo –lo cual no acostumbro hacer–, llamado “El asesino de las esquinas”. En él creé a la detective Violeta Rojo.

Cuando traté de trasladarla a Banana Street me di cuenta que ya tenía una detective para explicar otra historia más larga, pero no una protagonista como tal. Fue cuando recordé aquella protagonista del 2009. Retomé todo lo que tenía de ella y lo re hice en un sentido más actual. La historia empezó a tomar forma, también se empieza a dibujar el personaje de Isabel. Es decir, tomé las características que me gustaban, les di otros elementos para su personalidad y así nació.

Posteriormente, agregué temas más actuales, imaginándome cómo sería realmente esa protagonista del 2009 y sus cambió hasta la actualidad. Nació una especie de superheroína.

BA. ¿Podemos esperar más historias sobre la detective o planeas continuar con el desarrollo del personaje de Isabel?

ME. Justo ahora trabajo en una secuela de Banana Street –también podría tener una precuela.

Tengo una novela terminada pero no totalmente corregida, donde la protagonista es la detective Violeta Rojo. No se relaciona con Banana Street, es completamente distinta, abordo el tema de los desaparecidos –regularmente atendido de forma amarillista para obtener lectores, pero la realidad es otra.

Surge por la situación que vivimos. Hay muchas situaciones que, aunque uno no quiera mirar, están ahí, día y noche taladran la cabeza. Es una novela sobre la gente desaparecida y, más que desaparecida, abandonada en las morgues, sin nombres, que no sabemos quiénes son. Incluso gente buscada aún por sus familiares. En última instancia, el gobierno no hace gran cosa por identificarlos.

Portada de 23 centímetros y otros cuentos, de Macaria España
Portada de 23 centímetros y otros cuentos, de Macaria España

BA. En tu novela es muy importante que el lector se identifique con la sed de justicia de Isabel. ¿Cómo construyes la psicología y el contexto del personaje?

ME. Terminé mi beca del FONCA cerca del 2016. Tenía la idea de continuar con el cuento largo de la detective Violeta Rojo, comenzado a escribir en el 2017. Fue escrito en dos semanas, aproximadamente. Llevaba gran parte de la novela escrita, cuando sufrí un asalto en una ciudad cercana. Ese hecho fue muy traumático e importante para mí, porque ahí cambió la idea de la novela.

Esto tampoco lo he contado –lo del asalto sí–: fui sola a un partido llanero en Valle de Santiago –trabajo para un portal digital donde se abordan los temas de migración. En un principio, no me pareció peligroso, era un domingo a las dos de la tarde. Cuando el partido terminó, me dirigí a la carretera para esperar el camión. Mientras esperaba, dos tipos se bajaron de una camioneta. Checaba mi celular y vi cómo se acercaban pero, la verdad, no imaginé lo que iba a pasar, y no traté de escapar. Cuando se acercaron completamente uno de ellos dijo: “ya te cargó la verga”. Sin entenderlo bien, volteé atrás –pensando que quizá se lo había dicho a alguien más–, él traía un tubo y se lanzó contra mí. Comencé a correr. Desgraciadamente, me alcanzó, forcejeamos y me quitó todo cuanto traía excepto mi celular.

Se fueron y quedé en shock. Casi no había gente ni autos en la zona. A los pocos que pasaban les hacía señas para detenerlos, pero nadie lo hizo. Para colmo no había señal y no podía hablar por teléfono. Estaba histérica y lloraba. Un chico –jugador del partido– me llevó a un sitio donde había señal. Hasta entonces, hable a la policía. Fueron por mí y me dejaron en el Ministerio Público.

Era domingo. En el MP estaban únicamente los de guardia. Hicieron las preguntas clásicas para levantar la denuncia: “¿qué hacías sola?”, “¿Por qué andabas en un lugar tan vacío?”, etcétera. Es decir, yo tenía la culpa. Una vez levantada la denuncia, me sacaron del MP a la calle –debía esperar a que una amiga pasara por mí. La zona es muy conflictiva; seguía en estado de shock y mi paranoia se disparó al cien al notar el rodeo de un carro con dos tipos muy sospechosos. Comencé a tocar a unos vecinos para que me permitieran entrar aunque fuera a sus patios, para no estar en la calle. Nadie me ayudó. Los comprendí, pero en ese momento me parecieron muy egoístas y malvados. Destrozaron toda mi fe por las personas.

Reescribí rápidamente la novela. El título se convirtió en Ya te cargó la verga. La frase pronunciada por el tipo aquel día. Además, invertí los roles donde las mujeres siempre somos las víctimas. En este caso ser, si no los verdugos, algo parecido.

“Ya te cargó la verga”. ¿A mí? Más bien a ti.

Así construí la psicología de la Isabel final, a partir de ese evento traumático. Decidí que, si no podía tener justicia por medio de las instituciones, la iba a obtener por medio de la literatura.

Portada de Las esquinas del mundo, de Macaria España
Portada de Las esquinas del mundo, de Macaria España

BA. La existencia de “la verga”, la pistola mágica de Isabel, me hace preguntar: ¿cómo se te ocurrió el nombre? ¿Pensaste en cambiarlo?

ME. Antes del asalto, la historia era diferente. Posterior a ese suceso y después de modificar el título de la novela a Ya te cargó la verga, pensé: “okey, será una justiciera y matará con una pistola”. Para que la frase “Ya te cargó la verga” tenga fuerza, debía existir un arma llamada así para hacer un juego de palabras.

Lo hice a lo largo de la novela, aunque a veces no se note lo suficiente. En el caso de “la verga” sí lo hice para lograr una historia redonda. Si la nombraba de otro modo, no causaría el mismo impacto. Por ejemplo, el inicio está escrito en doble sentido: Isabel despierta al lado de “la verga”. Buscaba que el lector pensara en el pene, el falo.

Justamente también pareciera eso, que las mujeres somos capaces de hacer las cosas sólo si tenemos un hombre al lado. Busqué engañarlos un poco. Aunque en realidad no es así: Isabel no necesita un hombre, sino una pistola mágica.

BA. Es doblemente interesante la frase porque su tono es peyorativo en la mayoría de los usos. ¿Se trata de una reapropiación por parte de tu protagonista?

ME. Fue una especie de rebelión, no soy una persona malhablada en la vida cotidiana; no voy a llegar y decirte “ah, ya te cargo la verga”. En ciertos contextos se puso de moda el “alv”, y ya lo usa todo mundo.

A ciertas personas –sobre todo en Guanajuato, un estado conservador–, les genera escándalo que las mujeres digan “verga” porque, según ellos, se escuchan súper mal. Esto no lo oí una vez sino varias veces. Me parecía absurdo su concentración en eso cuando hay otros problemas más importantes.

Aparte, quise jugar más con la palabra para que no referirla únicamente al pene o una parte del hombre, sino la posibilidad de designar con ella cualquier cosa. Y sí, apropiarnos también nosotras de las palabras cuyo uso se nos prohibió. Nosotras podemos usar lo que queramos para decir lo que queramos.

BA. Como mencionaste, prefieres escribir cuentos cortos. ¿Cómo fue tu proceso de escritura con Banana Street?

ME. Fue un reto para mí, mis cuentos son de una cuartilla o cuartilla y media. Desde la beca del FONCA, me obligué a escribir un cuento largo y resultó “El asesino de las esquinas”, de aproximadamente 10 cuartillas.

Con la novela me puse a prueba, por ello decidí hacer capítulos cortos. Me asustaba pensar en 100 cuartillas, saber la cantidad desde el principio. Por lo tanto, hice capítulos breves, de 6 cuartillas y así la desarrollé. Por esa cuestión Banana es una novela corta. Además, es mi primera novela.

Por otro lado, me gusta situarme en los zapatos del lector a pie; me refiero a quienes no leen diario, no tienen el tiempo o el dinero, o no están acostumbrados a leer. Mi deseo es que a cualquier tipo de persona le guste la novela y pueda leerla, no tanto el mismo círculo de escritores –a veces parece que no salimos de ahí– o de los académicos –porque ellos revisan la obra estéticamente y con los parámetros técnicos de la literatura.

En la realidad, la gente no lectora no se va a aventar una biblia de 500 páginas –a lo mejor sí y yo estoy mal. De hecho, cuando iba a presentaciones, la gente me decía que mis cuentos les gustaban porque eran cortos y podían leerlos en una ida al baño o en el camión, entre parada y parada.

Traté de hacer la novela en ese sentido: ágil, muy concreta y rápida. Pensé: “si les gusta ésta, hago una secuela más larga, más elaborada”.

Banana Street sería un golpe en la cara. A quien le gustó, qué bueno porque ya estoy en la escritura de la secuela y estoy esforzándome para mantener ambientes y hacer descripciones más detalladas.

Macaria España. Foto cortesía de la autora.
Macaria España. Foto cortesía de la autora.

BA. ¿Cómo lograste crear la unidad en los ambientes y en las descripciones en tu novela?

ME. La idea era realizar algo muy visual, pero dotar al lector con la posibilidad de imaginar se otra cosa. Hago descripciones que, a lo mejor, son muy simples y breves. Regularmente, en mi proceso de escritura, imagino una película, la cual veo en mi cabeza. Me gustaría que los lectores también lo imaginen como yo lo describo y se ayuden de sus propias referencias.

BA. Trabajas actualmente en una secuela y una precuela de Banana Street, ¿qué depara para ti el 2021 en lo literario?

ME. Quiero terminar de editar y perfeccionar la novela de la detective Violeta Rojo. Además, tengo un libro de cuentos –que espero poder publicar con alguien–, giran en torno al mal desde sus diferentes aristas.

La verdad escribo el guion de Banana Street: cuando anuncié la novela, pedí la leyeran antes de verla en Netflix. Es cierto, tengo fija la meta de llevarla a la pantalla, sea cine o serie. La convierto en guion para después tocar la puerta de Gael García o Robert Rodríguez. Igual y termina en un cajón. Si no funciona, que no sea por mí ni porque no hice la lucha. De verdad quiero verla en pantalla.

BA. ¿Qué consejos darías a las mujeres jóvenes para que se atrevan a escribir y para escribir género negro?

ME. Me gusta mucho que los jóvenes escriban y considero hacen falta más voces femeninas en la literatura negra.

Mi consejo sería que, si verdaderamente les gusta escribir, lo hagan. Lean mucho y lean algunos libros del género que deseen escribir. Yo lo hice antes de escribir Banana Street. En realidad, nunca pensé hacer literatura negra, pero busqué novelas con un corte similar, de crímenes y detectives. Busqué en Google sobre novela negra e hice una gran investigación. Siempre digo que es necesario investigar para escribir. Esos serían mis consejos: investigar, escribir y tener amigos en el ámbito literario que te lean, respalden y aconsejen.


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