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Por Berenice Aguilar (@bere5n)

Puebla, México, 16 de febrero de 2021 [00:03 GMT-5] (Neotraba)

Si alguien logra salirse de semejante goce del mal reconocido a partir de ese momento como lo más recóndito de la subjetividad ¿por qué se trata de una mujer? Y ¿de dónde viene su indiferencia?

Bernard Sichère

La idea del mal permea la historia de la humanidad desde el principio de los tiempos. No podríamos hablar de la historia del mal sin hablar de las historias que cada civilización erigió y simbolizó. Cuando la idea del mal se conjuga con la moral de cada época es posible observar el surgimiento de personas o individuos capaces de transgredir las acciones del status quo.

Evaporadas. Las chichas malas de la literatura visibilizan las victorias y fracasos de las escritoras transgresoras y adelantadas a su tiempo.


Berenice Aguilar. El título de tu libro es Evaporadas. Las chicas malas de la literatura. ¿Por qué las nombras de esta forma?

Eve Gil. Malas en el sentido de rebeldes. Son mujeres con algunos actos mal vistos por la sociedad. Algunas de ellas, incluso, fueron enfermas psiquiátricas. Otras estuvieron en la cárcel, como Albertine Sarrazin.

De alguna manera, todas estuvieron marcadas por una situación de vida muy compleja, la cual lograron trasladar a la literatura. Quizá la única mala o villana en el libro es Claire Goll –periodista–, a quien se le atribuye –no hay una certeza absoluta– el suicidio del poeta Paul Celan. Las demás mujeres, si vivieran, por ejemplo, tendrían ideas muy avanzadas o “progres”, pero no serían malas.

El problema es que estas mujeres no hicieron lo que la sociedad esperaba de ellas; en el siglo XIX, si no te casabas, tenías hijos o eras una buena esposa, casi mártir, y salías de esas convenciones, eras automáticamente mala.

Portada de Evaporadas. Las chicas malas de la literatura, de Eve Gil.
Portada de Evaporadas. Las chicas malas de la literatura, de Eve Gil.

BA. ¿Cómo llegas a desarrollar este género de escritura, entre ensayo narrativo y en ocasiones hasta una especie de cuento?

EG. Son ensayos narrativos. Lo de cuento viene de la columna en Excélsior, titulada La trenza de Sor Juana, de donde salieron estos textos originalmente –o la idea de ellos. Cambiaron mucho.

Las personas me escribían y me decían que les gustaban mucho mis cuentos. Una de dos: o escribía de forma muy literaria o creían que eran personajes ficticios. En realidad son las dos cosas, es decir, tienen un espíritu de cuento.

BA. La forma en que describes la vida de todas estas autoras es distinta a la de ciertos biógrafos, quienes regularmente pasan por alto aspectos importantes en la vida de una autora.

EG. Qué bueno que los mencionas. Algunos biógrafos hicieron trizas a estas mujeres o las convirtieron en víctimas o en verdugos.

Por ejemplo, consideraron a Sylvia Plath la víctima de un marido infame, o convirtieron a Virginia Woolf en una pobre loquita que hablaba sola. Todas esas son formas sutiles de discriminar y denigrar a las escritoras.

Traté de analizar a mis personajes psicológicamente, ahondar en ellas. En el ejemplo anterior, concluí que Sylvia Plath se suicidó para darle en la torre a Ted Hughes. Lo mismo pasa con Elena Garro, a quien también victimizamos bastante; si lees su historia y consultas a personas que la conocieron, notas cómo era exactamente igual a Octavio Paz.

Sin embargo, a las mujeres no se les permite ser enérgicas, o enojarse, o tener un carácter fuerte, ser dinámicas o pensar por si mismas.

BA. Y eran juzgadas desde otra forma.

EG. Claro, está el caso de la infidelidad de Octavio Paz a Elena. De hecho, el tenía de amante a Bona Tibertelli y al mismo tiempo Elena andaba con Bioy Casares, pero se le prestó más atención a la infidelidad de Elena que a la de Octavio Paz. Se compadecen de él porque ella estaba “tan loquita” y tuvo que buscarse a otra. Es un discurso contradictorio.

BA. Después de leer tu libro es evidente notar ciertas situaciones constantes entre la mayoría de las escritoras, como el suicidio. ¿Qué relación guardan el suicidio y la escritura?

EG. La mayoría de los artistas, sean escritores, bailarines, músicos, pintores, etc., tienden a la depresión. Uno de los efectos secundarios de esta enfermedad es desear la muerte. Muchísimos escritores y escritoras o artistas recurrieron al suicidio.

Es una constante en todos ellos. En ese entonces no estaba diagnosticada; en el caso de Unica Zürn, –la última escritora del libro–, su suicidio fue parte de su esquizofrenia, de su psicosis: no se lanzó por la ventana esperando morir.

Ojalá alguien me explicará por qué los artistas tienen ese temperamento o esa tendencia a la depresión.

BA. ¿Cuáles son los rasgos psicológicos que más se repiten en estas autoras?

EG. En algunas el narcicismo, la rebeldía; en otras es una cuestión escénica. Pienso en Delmira Agustini y en Alejandra Pizarnik. En el caso de Delmira, oficialmente fue un asesinato, pero todo apunta a un suicidio pactado. Pizarnik hizo toda una escenografía de su suicidio. Ambas son casos muy raros, es decir, no a cualquiera se le ocurren.

Además, está el caso de James Tiptree, Jr., la autora de ciencia ficción, quien se suicidó junto con su esposo. La razón permanece aún como un misterio sin resolver, sólo sabemos que su esposo era agente de la CIA.

BA. Normalmente sucede en los momentos más proclives de sus carreras, como en el caso de Alejandra Pizarnik.

EG. Alejandra Pizarnik tenía todo para ser feliz, pero no sabemos la causa de su malestar constante.

Varias biografías escritas por terceros afirman que es lesbiana y quizá esa era la causa. Yo, en cambio, al leer sus diarios, noto que casi siempre hablaba de hombres; estaba enamorada de su psiquiatra –eso quizá no tiene nada que ver con la orientación sexual–, generalmente lo llaman la transferencia o el enamoramiento de tus analistas. Pero hablaba de otros hombres, no de mujeres. En ese sentido, todavía es un misterio.

BA. ¿Qué papel tuvieron estas escritoras en la apertura o incluso reivindicación de lo erótico como tema de escritura?

EG. Estas escritoras dieron apertura para muchas cosas. Pienso en la autobiografía, –un tipo de escritura muy censurada en esos tiempos– con Jean Rhys o Albertine Sarrazin.

Jean Rhys fue prostituta y sus novelas son súper elegantes. Obviamente no fue la prostituta prototípica: era una chica extranjera abandonada en una cuidad y ella aceptaba la amabilidad de los caballeros, por decirlo de alguna manera. Uno de esos caballeros –por cierto– fue el famoso escritor Ford Madox Ford; cuando se supo, las personas pensaron que era Madox quien escribía las novelas de Jean, lo cual no es cierto y se nota en la diferencia de estilos.

Albertine Sarrazin estuvo en la cárcel por asaltar una tienda. Mientras estuvo encarcelada, escribió dos obras autobiográficas. En ellas habla de su vida criminal. Ambas novelas fueron un éxito, tanto que, al salir de la cárcel, era la número uno de la literatura francesa.

Portada de Borrada de Dublín, de Eve Gil
Portada de Borrada de Dublín, de Eve Gil

BA. Varias de las autoras transgredieron la norma heterosexual de sus respectivas épocas, ¿a qué crees que se deba esto?

EG. La homosexualidad es algo presente desde el origen de los tiempos, pero antes no era fácil hablarlo. En Evaporadas está la poeta Renée Vivien, fue pareja de otra poeta llamada Natalie Clifford Barney.

A Nathalie Clifford la incluí en el libro de las chicas buenas o triunfadoras, porque era una mujer con los pantalones bien puestos en muchos sentidos: le valió gorro todo cuanto decían de ella y tuvo una vida feliz. Renée, en cambio, terminó suicidándose.

Además, está el caso de Virginia Woolf y la poeta Vita Sackville-West. En el caso de Vita, llegó a un arreglo con su esposo para tener otras parejas sexuales. Lo mismo con Virginia y Leonard, es decir, tenían otro tipo de arreglos y de entendimientos.

BA. ¿Consideras a la literatura como una forma de emancipación?

EG. Tan emancipadora es que hay escritores y escritoras que, estando en la cárcel, pudieron sobrellevar su estancia con la escritura. Sylvia Arvizu –a quien podemos nombrar una especie de Albertine Sarrazin del siglo XXI– publicó tres libros en la cárcel, es una excelente cuentista y algunos de sus temas son carcelarios. Habla del ambiente al que estuvo expuesta.

No tengo el gusto de conocerla, pero ya escribí sobre ella. Silvia habla de cómo la escritura le permitió no sólo sobrevivir al encierro, sino al delito que cometió –cometido seguramente en un momento de locura y de ceguera.

Por último, pienso también en Juan García Ponce quien a sus 35 años le auguran una muerte prematura. En cambio, llegó a cumplir más de 70 años gracias a su constante escritura. Entonces, sí, considero que además de emancipadora es terapéutica.

BA. ¿Qué le deben las escritoras contemporáneas a las escritoras anteriores?

EG. Abrir el camino, siempre se debe sacrificar alguien. Alguna debe ser la primera para que las demás sigan. Pensemos en Sor Juana Inés de la Cruz, tuvo una vida muy trágica en su afán de conocimiento y de escribir. Sor Juana fue una poderosa influencia para las escritoras posteriores a ella y hasta nuestros días.

Aunque no fue sino hasta el siglo XX que las mujeres escritoras volvieron a sonar. A mí, a veces, me hablan de escritura mexicana y lo hacen como si las mujeres no existieran o siempre mencionan a las mismas tres; hay demasiadas de los siglos XIX, XX y XXI. Esa es la realidad.

BA. ¿Cuánto tiempo te tomó realizar este trabajo?

EV. Casi todos mis libros los empecé a escribir desde la universidad. Fue un poco de rebeldía al plan de estudios de la Facultad, el cual no contaba con mujeres en 1992.

En el 2001, cuando me invitaron a realizar una columna en el suplemento Arena de Excélsior, sabía que mi tema era escribir sobre mujeres. Posteriormente, por cuestiones administrativas, cerraron Arena, y descubrí que aún me quedaban mil autoras en el tintero. Así abrí un blog y continué en la escritura. Hasta el momento, he completado casi 400 biografías –y aún faltan más.

Decidí agrupar a las autoras por temas, no por tendencias o géneros, sino por las similitudes de las situaciones entre ellas. Por lo tanto, tenemos a las chicas buenas de la literatura en el libro titulado La ciudad de las damas y tenemos a las chicas malas en Evaporadas; me gustaría hacer un segundo título de Evaporadas –aunque tarde en salir.

BA. ¿Por qué escribes?

EG. Escribo porque, después de tantos años, se convirtió en una cosa de vital importancia para mí, tanto como dormir y comer, y a veces más que eso.

Si, por alguna razón, no tengo nada qué escribir –casi siempre tengo una– o estoy en modo de no escribir algo literario, escribo en mi diario para no perder el contacto de la mano con el papel y la conexión del cerebro humano. No por algo las obras más grandes de la literatura se escribieron así.

BA. ¿Qué depara para ti el 2021 en lo literario?

EG. Tengo muchísimas cosas en la cabeza. Todas son novelas, soy esencialmente novelista. Además, tengo mi columna en la Jornada semanal, donde hablo de distintos autores y autoras no muy conocidos.

Respecto a las novelas, por el momento realizo dos. Ambas son un reto. Me gustaría, además, sacar el libro de Excéntricas, –si me permiten llamarlo así. De este libro aún debo terminar de hacer algunas biografías. La pretensión es reunir a aquellas autoras que hicieron cosas loquísimas o tomaron decisiones muy radicales –tanto para ellas como para la literatura–, o incluso de aquellas que inventaron géneros literarios. Ojalá lo termine este año.

Este año se publicarán dos libros: del primero sólo diré que es autobiográfico y retoma aspectos de mi adolescencia. El segundo se publicó en España, desafortunadamente lo agarró la pandemia e impidió su circulación y distribución. Se titula Borrada de Dublín, es también un libro autobiográfico y una novela de terror con todo y monstruos, algunos humanos.

BA. ¿Qué consejo le darías a las escritoras jóvenes?

EG. Leer todo lo que puedan. Si pueden leer mujeres, qué bueno, así haríamos una genealogía literaria con nosotras mismas. Aunque también les aconsejaría leer de todo, hombres y mujeres.

Este año ganó el Premio Sor Juana Inés de la Cruz una chica trans llamada Camila Sosa; empezarán a salir autores transgéneros, todo eso hay que leerlo. Es necesario informarnos sobre la psicología de estas personas, incluso para poder construir nuestros personajes. Por ejemplo, tengo muchas ganas de escribir sobre un personaje no binario o andrógino, y para poder hacerlo debo informarme.

Recomiendo leer mucho, escribir —aunque les salga mal—, y hacerle la lucha hasta que quede bien. No darse por vencidas y tener mucha convicción.

Portada de La nueva ciudad de las damas, de Eve Gil

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