¿Te gustó? ¡Comparte!

Por Juan Jesús Jiménez

Puebla, México, 23 de junio de 2021 [01:15 GMT-5] (Neotraba)

No sé si esto se vuelva una costumbre, pero al menos es una buena. Le dejo aquí: https://www.youtube.com/watch?v=QBGaO89cBMI

A la gente con la que no hablo, pero saben que sigo aquí

Con el paso del tiempo –y sobre todo ahora en pandemia– mucho de lo que hacemos o pensamos tiende a repetirse; por esa razón, dejé pasar una semana hasta volver a publicar. No porque me sea cansado escribir, sino porque pretendo que este espacio sea útil y no sólo un discurso entre la hoja y yo.

El agotamiento mental es algo tan real como el agotamiento físico. A veces, incluso, es peor sufrir de esta fatiga ligada al espectro emocional y psicológico, no basta con alejarse de las situaciones de estrés. Este tipo de desgaste continuo nos deja imposibilitados para la oportunidad de escape.

Pero ¿qué ocasiona este tipo de agotamiento? De cierta forma, saberlo es intuitivo. De la misma forma en que nuestro sistema locomotor registra el “estrés físico” como el uso de energía para efectuar una acción, dentro de nuestros pensamientos –y sobre todo nuestra conducta–, el “estrés” se manifiesta por medio de los problemas a los que se ve comprometida nuestra capacidad de tomar decisiones y, en general, de interactuar.

Piense en todo lo que hace por mera intuición cuando despierta. Saber dónde dejó sus lentes –si los usa–, qué ropa usar, qué desayunar –decidir desayunar incluso. Todo lo que implique una acción inconsciente proviene del saber que algo está ahí, costumbre que nos inducimos para iniciar un día y encajar en todos los procesos de coexistencia humana. A largo plazo, memorizar y reforzar estas conductas es un desgaste mínimo, pero desgaste, al fin y al cabo. Contribuyen a que un día, casi de la nada, paremos y digamos: no quiero hacer nada.

Pero eso no debería ser una razón para sentirnos culpables. A veces no queremos hacer nada y está bien porque estamos agotados mentalmente. Lo que se debe hacer en estos casos no sólo es procurar el descanso de todas las circunstancias inevitables como las decisiones por costumbre. Se debe saber que no es algo que pase de la noche a la mañana y se debe reconocer, en ese descanso, las razones que nos han orillado a ver el techo con insomnio.

Muchas veces el problema es dejarnos consumir por el silencio, las soledades y conversaciones ansiolíticas que nos abordan al abrir los ojos en una realidad que no nos agrada. Algo que ahora se le identifica como ghostear, obvio, porque la sensación que provoca en la persona que recibe esta conducta, parece ver a la otra persona desaparecer ante sus ojos, como un fantasma.

¿Qué se puede hacer en presencia de estos fantasmas emocionales ¿Cómo es que se perciben a sí mismos y cómo cambian mediante la experiencia? De eso y mucho más estaremos hablando en las próximas semanas. Por ahora, permítame ghostearle.


¿Te gustó? ¡Comparte!