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Por Juan Jesús Jiménez

Puebla, México, 28 de septiembre de 2021 [00:01 GMT-5] (Neotraba)

Y hoy en Radio Gótica –dice un locutor desde el batimóvil– una canción sobre el fin del mundo: https://www.youtube.com/watch?v=fOUrnUktTjU

Un héroe es equiparable a sus enemigos, aunque Batman resulta ser una excepción a la regla, sus villanos lo superan por mucho. La premisa de un justiciero que sale en las noches a tomar una venganza figurativa del mal que le quitó a sus padres de pequeño, se sostiene del único argumento de que Bruce Wayne puede costear todos sus artilugios. Más allá de eso, Batman es un ser humano común y corriente, sin una motivación clara o que al menos salga del cliché del héroe virtuoso.

Ciudad Gótica, sin embargo, es una analogía inmensamente compleja de la realidad urbana, con todo y los trastornos que puede provocar en sus habitantes. Una distopía en que la realidad social no corresponde a las razones políticas ni a la decisión de unos cuántos, con personas que trabajan todos los días y se exponen a los peligros que aguarda la ciudad para poder sostenerse. Una ciudad entremetida en corrupciones, asaltos, en constante crecimiento pero que olvida a las personas que miran los edificios con asombro y quienes, de forma irónica, vuelven a sus hogares sin más amparo que el de su propia existencia.

Los habitantes de Ciudad Gótica me resultan mucho más interesante que un multimillonario que gasta su dinero en cobrar justicia fuera de un sistema legal o reglamentario siquiera. Lo anterior porque, de ese contacto con una realidad hostil, la gente comprende su rol dentro de esta ciudad atrapada entre viñetas y un formato ambiental dentro de la historia de un solo hombre. Pero ¿qué ocurre cuando esta gente pasa a tener un papel activo?

Tal vez Allan Moore –guionista una de las historias más impactantes de Batman– también se preguntó esto mismo e hizo del Guasón un villano tan humano como nosotros. Un comediante arrojado a la desgracia de perder a su familia y envuelto en el mundo criminal por necesidad, sin un motivo de seguir adelante más que el del absurdo de su propia infelicidad[1]. O Bill Finger cuando hizo de Harvey Dent –un fiscal de Ciudad Gótica– uno de los villanos más despiadados del hombre murciélago quien, tras ser desfigurado con ácido en un juicio, se cuestiona sobre la justicia y su administración jurídica, llegando a la conclusión de que la única forma justa de decidir sobre la vida de alguien es el azar, y por ello asume el nombre de Dos Caras.

Jonathan Crane[2], Oswald Chesterfield, Lillian Isley, Victor Fries, todos ellos fueron víctimas de una realidad indiferente que llevaron su inestabilidad mental a límites inhumanos en los cuales, tanto el crimen como la apertura de Ciudad Gótica a su permanencia ilícita, perpetúan la forma en que Batman enfrenta a villanos cada vez más alejados de su realidad como multimillonario.

Pero solo son cómics, ¿no? Pues no. Carl Jung[3] decía que en el inconsciente colectivo podríamos recolectar los miedos más profundos que, como parte de la sociedad, nos aquejan desde el silencio incómodo con el que nos reflejamos en la ficción. Pues ¿qué nos hace distintos a los villanos que llenan las viñetas de los cómics?, ¿qué diferencia hay entre el genio que comete el mal contra su ciudad y el genio que debe escapar de ella?

Los villanos que Batman enfrenta lo sobrepasan con creces tanto en sus motivaciones como en su origen, queda claro en el ciclo con el que las historias se repiten. Batman persigue a un criminal, lo encierra en el asilo Arkham y este escapa a causa de la anarquía cotidiana de la ciudad. Una vez más Batman persigue a un criminal… Batman es nada contra los villanos detrás de los criminales que enfrenta, las desigualdades, corrupciones y necesidades de una ciudad que, aun siendo suya –casi literalmente–, no comprende en su complejidad.

Por eso no puede contra los villanos que le atormentan en cada cómic, porque hasta que su visión sobrepase la de un multimillonario de Ciudad Gótica, los problemas seguirán creando seres que, cansados de formar parte de una realidad aterradora, abrazan su temor como una cualidad en la que pueden crecer bajo una máscara, detrás de una identidad falsa.

Y vaya que sea este un maldito juego de incomprensión, uno muy pequeño donde hay bandos difuminados entre lo que es correcto y lo que parece ser, pues, de los actos que comete el comisionado Gordón –amigo de Batman y miembro de la policía de Gótica– no parecen ser muy distintos a los que podría cometer un villano como Bane. La justicia en una distopía como Gótica, toma una perspectiva mucho más grande que la de un hombre vestido de murciélago, o que la forma en que los villanos encuentran su destino dentro de los muros de un asilo.

Analizar una parte de los elementos culturales que nos formaron, permite meternos en este juego como espectadores y participantes al mismo tiempo, dar con una explicación a la raíz de un concepto siempre será una aproximación a la realidad que nos rodea. Una viñeta de cómic en este tipo de casos representa mucho más de lo que aparenta, y como consumidores de este –o cualquier tipo de contenido– es percatarnos de qué estamos leyendo.

Reconocer en Ciudad Gótica a la Ciudad de México, Puebla, Monterrey, o cualquier urbe desquiciada del mundo, dejar de lado a los héroes perfectos y a los vigilantes para identificar los males que desencadenan el origen de tantos y tantos que aparecen en las pocas denuncias que llegan a las fiscalías. En el fondo, si es que este tipo de cuestionamientos se extienden a más medios, el futuro será evaluado por personas que sigan en un cómic una radiografía de la sociedad que habitamos.


[1] En el cómic al que hago referencia, The Killing Joke, no se deja en claro si esta historia es real o no, pero aquí no estamos para cuestionarnos ese tipo de cosas –por ahora.

[2] Este villano merece una columna entera, y tal vez la tenga. Octubre se acerca y ya dan ganas de hablar del miedo.

[3] Un viejito buena onda que le hacía mejor de filósofo que de psicoanalista. Luego hablaremos de él a profundidad.


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