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Por Jorge Boijseauneau

Hermosillo, Sonora, 16 de febrero de 2023 [00:02 GMT-7] (Neotraba)

Buenas noches, muerte

Creo que la muerte invadió la noche, el caballo muerto de la carretera me arropa en silencio, 
la obscuridad sofoca toda idea.
Creo que la muerte invadió mi mente, el caballo mira las estrellas brillar y me destapa al frío ruidoso de esta noche de invierno.
Los destellos provenientes de la carretera nos conectan en el entendido de la mortalidad, nuestras caras se iluminan y ambos terminamos en silencio.
Creo que la muerte invadió al caballo, la noche se recuesta a nuestro lado y en las estrellas encuentra su propia mortalidad.

Sombras en la pared entre dos manos

Algunas noches sueño con nosotros.
Apago las luces y enciendo una vela, dos manos invocando una historia de amor en la pared. Movimientos que arrastran la obscuridad y la vuelven hermosa. Mis ojos cantan al ver tal vida y mis manos bailan al ritmo de lo que mis ojos desean; amor, diversión, comprensión, intimidad.
Toma mi mano, tómala sabiendo que esta te promete todo lo que proyecta en noches de velas, noches de obscuridad.
Toma mi mano y siente el ritmo, siéntelo incitarte a un baile de miradas satisfechas, siente la libertad de que sea tu sombra la que arrastra tus problemas, despreocúpate en una noche a ciegas y siéntete libre de moverte como si no tuvieras nombre.
Sudor visible gracias a una llama siguiendo nuestros pasos de baile, lentos besos en rápidos latidos, dos cuerpos que, como dos manos, se encuentran sin la necesidad de ver, se conocen sin necesidad de un pensamiento. Espejos que se conocen como la palma de una mano.
Tus montañas de arena y seda me atrapan en abrazos de amor mientras el viento de tu voz acaricia mi pelo como si quisiera tomar prestado un poco.
Una última mirada para confirmar la pureza del acto.
Algunas noches, cuando sueño con nosotros, cuando apago la luz y prendo una vela, puedo ver esta historia en dos sombras que arrastran la obscuridad, la historia de un amor entre dos manos.

Nada viejo, nada nuevo, solo mi voz sin voz

Recorro lentamente las hojas de un cuaderno, buscando dónde escribir lo que siento, encuentro recordatorios de la soledad con fecha y nombre.
En el sonido del papel que arrastra sus palabras y las oculta de mí,
del aire mentido en suspiros, nace el trazo de mi incertidumbre.
Esos sonidos silbantes del arrastrar del sentimiento,
esos pasos secretos que cansan el camino que juntos recorrimos,
el silencioso blanco en las hojas.
¿Cómo escribir lo que solo cobra sentido en mi mente? 
¿Cómo describir algo que no logro entender? 
La lucha para escribir lo que no puede ser escrito, describir lo que no puede describirse, buscando el cómo escuchar entre el ruidoso blanco de mi mente y el silencioso blanco en las hojas,
tantas cosas por pensar y 
sigo cayendo en lugares comunes, 
entre la redundancia de mis palabras mil veces dichas, y los sentimientos más sentidos, siento las palabras repetirse, escucho tu voz diciéndolas y mi voz escuchándolas.
Recorro melancólicamente las hojas de un cuaderno, me pierdo en preguntas. 
¿Qué hay por contar?
¿Cómo crear mi voz en papel?
¿Como crear mi voz en la mente de otros?
Si mi voz no tiene voz, tampoco tiene nombre, pues mi nombre no tiene voz.
No he encontrado dónde escribir lo que siento, pero de algún modo, siento que ya lo escribí. 
Pasan las hojas y no encuentro nada.
Nada viejo
nada nuevo
solo
mi voz
sin voz

Ruidos y voces de fondo

Fluye el ritmo junto con el viento, hojas de lluvia se levantan por el aire al unisón del silbido de los árboles, por debajo de este mar de frías corrientes se pueden sentir las vibraciones de aquellos cuyas esperanzas nunca mueren. Fluyen palabras desde una cascada sin fin, donde se pierde la lógica y entran los nervios, fluye negatividad en la montaña que lleva el agua camino a la cascada, haciéndola cada vez más y más turbia, más insegura con el segundo que pasa a un punto en el que las aves volando por encima son distraídas por el ruido de esta mente sin descanso, huyen del lugar dejando plumas y augurios, el revoloteo se une al ritmo del viento, al ritmo de las palabras y la negatividad al ritmo de una tarde ahora mil veces más ruidosa.
Labios que se mueven, pero voces no escuchadas, el ruido tiene un ritmo más importante que cantar, una canción generada desde la ansiedad y el miedo, desde sentimientos fríos y calientes que se unen en el aire y crean esta posible tormenta de rayos. 
Rayos que posiblemente golpearán algún árbol en algún punto, árboles que posiblemente arderán en algún punto y pensamientos que definitivamente están listos para alimentar el futuro fuego de emociones que se huele ya en el ambiente.
Cierro los ojos y veo negro, veo un nudo negro que de alguna forma me recorre desde la garganta hasta la cabeza, veo sombras y movimientos desconocidos en una carretera sin recorrer, larga e incierta como el futuro mismo, tan incierto como el pasado, y que se extiende como aquella carretera que ya se ha recorrido pero que una vez pasas vuelve a la misma obscuridad en la que entraste cuando la atravesaste. Vuelve la incertidumbre de que las cosas cambian al no verlas pasar y como todo lo que alguna vez conociste puede ser diferente ahora que no lo ves, como todo lo que viene por delante tiene la posibilidad de almacenar nuevos peligros y amenazas que incluso cuando las iluminas vuelven a la obscuridad una vez que están a tus espaldas, susurrándote imágenes de lo que pudo haber sido tu muerte.
Abro los ojos y veo negro, el humo de un fuego que ya está encendido, el ambiente pesado que se respira y las preocupaciones que invaden mis pulmones con cada respiración que hago. Inhalo negro, exhalo negro.
Pienso en aquellas hojas de lluvia que bailaban con el aire, en aquel momento donde el viento suavemente levantaba tu cabello, la fluidez de algunas platicas y como el incierto futuro puede ser esperanzador. Escucho dentro del ruido las voces de fondo, voces de confianza y de calma, que me hacen volver a la realidad.
Inhalo negro, exhalo blanco

La mortalidad del caballo

La noche es pesadez flores silvestres en oscuridad viven con miedo de la fría soledad todas flores todas solas todas con un sentido equivocado de la belleza y el valor todas asfixiadas por la cercanía de 
flores silvestres castigadas por el sol flores silvestres abandonadas por el agua flores silvestres que se criaron solas nacieron del olvido crecieron de la desesperanza mueren acompañadas de caballos de noches de oscuridades mueren en el silencio del árbol que cae sin ser escuchado mueren en la orilla de la carretera mueren en incendios en maltratos mueren en negligencia conocida o mueren en un intento de 
vivir la noche es pesadez morir de día es pesadez existir a pesar de todo es pesadez
flores silvestres que viven a pesar de miles de muertes flores silvestres que acompañan cada noche y sobreviven cada día flores silvestres cansadas de su inmortalidad y su resiliencia flores silvestres de
pesadez

Jorge Boijseauneau. Foto por cortesía de Manuel Parra

Jorge Andrés Boijseauneau Limón (Hermosillo, 1998) Poeta, editor y cofundador del blog literario Perseguimos Nubes. Ganó el tercer lugar en el doceavo concurso de poesía “Alicia Muñoz Romero” en el 2018. Actualmente estudia la licenciatura en Literaturas Hispánicas en la Universidad de Sonora.


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