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Morelia foto de Pascual Borzelli Iglesias
Morelia foto de Pascual Borzelli Iglesias

Por Iván Gómez (@sanchessinz)

Morelia, Michoacán, 9 de diciembre de 2019 (Neotraba)

La niña espera afuera de la escuela. Una cincuenta de la tarde. Todas sus amigas se han marchado. Los vendedores se disponen a irse y la ven de reojo preguntándose por qué la cara triste de la pequeña y dónde estará su madre. La niña tiene los codos en las rodillas y la cara en las manos. Hay en su rostro el brillo de un presentimiento fatal. ¿Y si algo le pasó a mamá? Mamá iba de camino a la escuela en la Gris-1. Sentada hasta atrás. Bala perdida de una riña entre bandas. Mesa de documentos empolvándose con el tiempo. Carpetazo. Caso sin resolver. Ante el sol del verano Morelia pasa.

Dos de la tarde. Las calles a esa hora se deshabitan. Hay una sensación de vacío para el que sale a esa hora. Ningún niño juega en los parques. Los viejos no se sientan en la entrada de sus casas. Ninguna señora sale por el mandado. El sol calienta las calles y el concreto arde. Las carreteras se pueblan de camiones que llevan a estudiantes a sus casas. Y coches con señor-de-corbata-celular-en-manodirigiéndose a comer. Las emisiones de carbono calientan más la ciudad. En varios puntos conurbados las barrancas aledañas dispersan su peste. Por la calle se divisa al Geremías a lo lejos. Lleva su carrito con montones de cartón frente a él. El Chelo lo acompaña. Las patas se esfuerzan por andar. La lengua sale del hocico sofocada.

Pasa frente a una primaria y ve a una niña con ojos tristes. Se detiene en la plaza y recoge cuanto cartón se encuentra. Sigue su camino. En lo alto de una casa es observado por Israel. Le provoca repulsión su suéter roído y tupido de manchas que a su vez tienen manchas. Distrae la mirada por el grito de ¿Vas a venir a comer o no? Responde con mirada lasciva. ¡Ya voy, chingá! Nada de chinga, tanto me esfuerzo para que la comida esté lista cuando llegas a la casa como para que te pongas a gritarnos, ¿a dónde vas Carlos?, no te paras hasta que acabes tu plato.

Israel se enoja al ver la típica escena que forma. Piensa en las tortas ahogadas que vio de camino. Las ahoganitas. Sabes qué, Nayeli, piensa en lo que dirá sin meditarlo antes, vas y chingas a tu madre, sabe que ya no hay vuelta atrás, tanto que le chingo y chingo como para que tú te pongas a gritarme sólo por distraerme con la ventana, y remata enérgico: nos vemos al rato. Toma su teléfono del sillón y azota la puerta. Carlos ve su sopa de letras sin decir nada. Más que tristeza siente coraje por tener que escuchar gritos y ofensas a diario.

Mientras trata de buscar palabras en el crucigrama de jitomate y caldo de pollo piensa en el día escolar. No entró a Biología para quedarse más tiempo con Aurora. Se citaron en el receso en las canchas. Ella venía desde el edificio de segundos. Caminaba rápido y con pena. Lanza una sonrisa pequeña a Carlos. Se besan. A su alrededor hay otras 4 parejas que hacen lo mismo. Uniforme del diario. Calcetas largas. Casquete corto. Cabello amarrado con coleta. Suéter deslavado. Zapatos pulcros. Zapatos sucios. Las manos se entrelazan. Carlos siente un ligero cosquilleo en el vientre. Luego una ligera humedad en el pantalón. Aurora siente calor en el pecho. Las manos se sueltan. ¿Cómo te fue amor? Le pregunta Ricardo a la prefecta Clara. Muy aburrido. Reportes por cabello. Luego reportes por mal comportamiento y citatorios. Luego el receso de los chamacos y separar a los que andaban de precoces. Hoy dos niños empezaron a fajar, ¡y en plenas canchas! Ya sabes, él empezó a toquetearla, ¿a poco nuestra generación era así?, ¿no te acuerdas? Aunque francamente debo confesar que me tardé en separarlos porque disfruté un poco al verlos: tan en su rollo, tan no nos importa nada, con tantas ganas de romper el mundo y hacer quien sabe qué otras cosas. Pero mejor tú cuéntame tu día. Pues no hubo mucho…

Ricardo no fue al trabajo. Vio a Andrea en un Motel de Libramiento. Ni en tus mejores años cogiste tan bien como ella. La verdad estuvo un poco pesado, amor, mejor no hablar de eso. ¿O coges mejor de lo que recuerdo? ¿Cuánto que no lo hacemos? ¿Tres meses? Ricardo y la Clara fueron al cuarto luego de la comida. Horas después salió a fumar al balcón a causa de la decepción. Clara también se siente decepcionada del desempeño de su marido. Pero no dirá nada. Involuntariamente comienza a pensar en los niños del faje.

Aurora aprieta los músculos. La mano de Carlos acaricia su rostro. Juega con su espalda. Regresa al rostro. Acaricia los pómulos. Baja los brazos. Regresa a la espalda. Luego el dorso. Se mantiene ahí. Aprieta. Baja un poco a la cintura. ¡Baja más! Aurora aprieta más los músculos y entonces él baja más la mano hasta llegar a donde quería. Ricardo enciende el segundo cigarro. Ya no hay mucho sol y el que queda se diluye en las nubes. Ve a la gente caminar. Escucha el ruido de los niños que juegan en el parque de la esquina de su casa. Entre ellos un hombre está sentado en una banca. Fuma un Lucky Strike. Imposible saber qué hace ahí. Ve a los niños jugar. ¿Alguno es su hijo? A sus pies llega un balón. Se acerca un niño. Pequeño. Pecas en el rostro. Ojos oscuros. Piel blanca. El hombre patea ligeramente el balón para regresárselo. Le esboza una sonrisa diminuta. Ahora su mirada parece enfocarse en otra cosa. Su rostro es pálido. Las palpitaciones suben. Su respiración se sofoca. El balón regresa. El mismo niño se acerca. Ya no te lo voy a patear. Se lo dice al mismo tiempo que tira su cigarro. El niño se acerca por el balón. Pasa una camioneta negra. Dos segundos. En el pasto queda el balón y a pocos pasos el cigarro todavía consumiéndose. Empieza a oscurecer y la camioneta se aleja.

Un chico con pan en la bolsa apenas si logra quitarse a tiempo de en medio de la calle. Iba distraído. Por su mente pasa la imagen de Rosana. Rosana lo cortó hace dos días. Llegará a casa a llorar. Sube la escalera a su departamento. En el de enfrente se escucha una canción de Patti Smith. Jesus die for somebody´s sins but not mine…Quien la escucha deja pasar el tiempo tirado en el piso. Reflexiona en vano. Intenta filosofar sobre la vida. Sobre el amor. Sobre la muerte. Sobre el tiempo y el ruido que hacen las hojas al caer de un árbol. Sobre la existencia. Sobre la realidad. Sobre su realidad. Pero no logra conectar las ideas. Si pudiera… Y si lo hiciera un poco más que el resto de los que han logrado conectarlas entonces encontraría los secretos del universo. O al menos resolvería sus dudas más existenciales. Pero ahora reflexiona sobre Dios. Se pregunta quién o qué es. Se pregunta sobre su existencia. Lo busca en el pedazo de cielo que alcanza a ver a través de su ventana. Se pregunta si le interesa acaso la vida humana. Lo imagina profundamente solo y se compadece de esa soledad. Entonces recuerda la propia y su encerramiento voluntario dentro de esas paredes blancas que guardan el sonido de la música. De su respiración. De sus latidos. Los párpados comienzan a caer. La luna se asoma y arroja algunos hilos de luz sobre su rostro. Y poco a poco lo invade el sueño. Deja caer un poco de saliva. Acaba la música. Sueño. Silencio.

Al mismo tiempo, el Dios por el que se preguntaba ve las imágenes del día y siente pena. Así que decide reiniciar el universo una vez más.

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