¿Te gustó? ¡Comparte!

Por Amparo Rocha

Ciudad de México, 31 de agosto de 2021 [03:00 GMT-5] (Neotraba)

Escribir salva

Ciudad de México, 23 de diciembre de 2004
Ya pasaron tres meses, Cari. Tres largos y cansados meses en los que ha sido imposible no odiarte. En los que he intentado no maldecir tu nombre cada vez que te recuerdo. En los que he intentado no llorar sobre mis libros cada vez que alguien te menciona. Te odio mucho, Carina. Estoy harta. Estoy cansada de que la sombra de tu recuerdo se haga presente constantemente y me impida seguir con mi escritura, mis proyectos y mi vida. Es inevitable no sentir este fuego de impotencia quemándome por dentro. Ya no estás para jalar tu cabello, como cuando jugábamos en el jardín. Tampoco puedo abofetear tus mejillas coloradas para hacerte reaccionar. Ya no puedo hacer nada para salvarte, porque ya no estás. Te odio, Carina, te odio por haberte ido, por habernos dejado aquí. Fuiste egoísta, sólo pensaste en ti, en la salida fácil y no en todo el daño que estabas causando al escapar. La psicóloga me dijo que tenía que enfrentarte, que ya era tiempo de buscar algún medio para lograrlo y, dada mi personalidad, llegué a la conclusión de que si no era a través de las lágrimas la única manera posible sería a través de la tinta, las letras y la escritura. Sé que en estos momentos nadie entiende mis sentimientos hacia ti, bueno sólo hay una persona más y tú mejor que nadie sabes quién es.

   Ojalá pronto pueda escribirte con más resignación y menos odio…
                   Atte. Lyanna Elizabeth

Ciudad de México, 25 de diciembre de 2004
Lyanna:
Espero despiertes pronto y corras con tu hermano a ver todo lo que hay debajo del árbol. El pino que escogieron este año es muy grande y tiene un olor que me inunda de recuerdos. Agradezco aún tener mis cinco sentidos y más aún poder traer a mi memoria esas tardes en las que jugábamos aquí en tu casa y todo era mucho más fácil. Recuerdo que llegué a tu vida en el momento en que tus padres se separaban. Sentías que tu mundo se quebraba y fue cuando descubriste que escribir te ayudaría a enfrentar la vida. Pensándolo bien, nuestras vidas nunca han sido del todo sencillas, pero, dentro de todo el caos, éramos niñas felices. Bien dicen que la infancia es la mejor etapa.
   No sabía si era correcto responder a tu carta. Me sorprendió que la arrojaras a la chimenea, supongo que esperabas que el fuego consumiera el papel, la tinta, tu odio y mi recuerdo. Me duele saber que me odias. Quisiera abrazarte una vez más para borrar ese sentimiento. No quería que las cosas terminaran así. La situación con Ale fue una pequeña bola de nieve que con el tiempo se convirtió en una avalancha que buscaba atraparme. Sé que siempre estuviste ahí para sostenerme, pero lo que pasó esa tarde de julio saliendo del hospital terminó por ahogarme. Cada vez era más difícil ignorar lo que decían de mí en la escuela. Me abrumó lo que murmuraban y la forma en que todos me observaban. Tenía una imagen que cuidar para con mi familia: ellos jamás hubieran entendido lo que me ocurrió.
   No te pido que me perdones, pero sí que sanes tu corazón y te quedes con lo bueno. Espero que estas líneas calmen al dragón que llevas dentro. Estás hecha de magia, Lyanna. No lo olvides.
   ¡Feliz Navidad!
                            Atte. Cari

Ciudad de México, 11 de agosto de 2002
Ale:
Sabes que nunca he sido tan buena como Lyanna para escribir. Ella es la escritora del grupo. Sin embargo, decidí arriesgarme a tomar la pluma y enfrentarme a la hoja en blanco para escribirte un par de líneas antes de que un océano entero esté entre nosotras. Aún no puedo creer que te vas, que durante un largo tiempo no podré abrazarte e ir a verte a tus partidos de futbol. Pero la tristeza queda relegada al pensar en lo que estás logrando. Estoy muy feliz por ti. Te dieron una beca y podrás estudiar lo que tanto has querido. Estoy completamente segura de que serás la mejor abogada. Los españoles tendrán suerte de tenerte de su lado del hemisferio y sé que esta experiencia será inolvidable.
   Escribir estas letras me cuesta trabajo, pero mi corazón probablemente sufra un shock cardiogénico si sigo ocultando mis verdaderos sentimientos hacia ti. No busco etiquetarme, sólo soy yo, Cari, diciendo que te quiero y que quiero estar contigo. Sabes que no es muy común que exprese esta clase de emociones, pero la realidad es que causas fuertes reacciones en mi piel y cada vez que compartimos tiempo juntas siento cómo aumenta mi oxitocina.
   Sé muy bien que la sociedad se opondría a lo que pudiera pasar entre nosotras, en especial mi familia. Ellos definitivamente no entenderían nada de esto, pero ¿sabes algo? No me importa. Lucharía por cualquier posibilidad que pudiéramos tener. He decidido qué es lo que quiero para mi futuro y tú estás contemplada en ello. Permíteme cuidar tu corazón de cualquier mal que pudiera acecharlo.
   Te quiero, Ale, y antes de cuidar el corazón de las personas, quisiera poder cuidar el tuyo.
   Espero tu respuesta.

PD: No importa el tiempo o la distancia, yo te esperaré.
                            Atte. Cari

Ciudad de México, 14 de agosto de 2002
Cari:
Si en algo nunca he sido buena es escribiendo cartas. Siempre he preferido decir las cosas de frente, ya que al ver el rostro de las personas podemos entenderlas mejor y descubrir si sus palabras son sinceras o si buscan ocultar algo y engañarnos. Sin embargo, opté por utilizar este medio debido a que en los próximos meses este será una de las formas en las que más frecuentemente nos comunicaremos, así que tengo que acostumbrarme a expresar mis ideas de este modo. Además, en la fiesta de despedida que me organizaron Lyanna y tú, era imposible que pudiéramos hablar. No era el momento ni el lugar para decirte lo que escribo a continuación.
   Lyanna, tú y yo siempre hemos estado juntas, han sido muchos años en los que hemos compartido momentos de gran felicidad y terribles decepciones, principalmente amorosas. Violencia, engaños y toxicidad son cosas que siempre han estado en nuestras relaciones y que espero ya no regresen más. Siempre hemos estado ahí, las tres, para sostenernos la una a la otra y sé que a pesar de la distancia las cosas no cambiarán, pero la verdad es que… siento algo por Lyanna. Surgió hace unos meses y es algo que no puedo explicar, sólo sé que no lo había sentido antes con ningún hombre o mujer.
   No puedo mentirte, Cari, no puedo quererte del modo en que tú a mí y no hay oportunidad de que pase algo más o que tan sólo lo considere. Eres mi amiga, pero sólo eso. Eres muy valiente por querer arriesgarte, pero no soy la persona indicada por la que debas hacerlo. Espero puedas callar mi reciente confesión y te olvides de… bueno, ya sabes de qué.
   Perdón por la franqueza de mis palabras, sabes cómo soy.
   Cuídate y no hagas nada estúpido en mi ausencia.
                          Atte. Alejandra

Madrid, España. 8 de enero de 2003
Lyanna:
Te debo una gran disculpa por mi retraso en nuestra correspondencia. Han pasado algunas cosas de este lado del mundo y justo ahora tengo muchos sentimientos encontrados. Hace un par de semanas me invitaron a un taller de escritura. Tú sabes que no soy la mejor en ello, pero decidí aceptar la invitación y aún estoy procesando todo lo que me ha causado el estar escribiendo. Ahora te entiendo, Lyanna, cuando nos decías que escribir salva. Tú mejor que nadie me entiende cuando se trata de abrir mi corazón. Sabes que detrás de la perfecta imagen y el carácter con el que me suelo comportar hay una persona a la que le cuesta expresar sus emociones o suele ser muy fría con ellas, pero con este taller...
  Extraño mucho a mi familia, ¿sabes? Por primera vez en mi vida no estuve en Navidad con ellos, no puse el árbol con mi hermano. Bueno, en realidad nunca me ayudó, pero la idea de hacerlo juntos siempre me animaba. No abracé a mis padres y no pude enviarles obsequios. No comí lasaña con mis primas, ni tomé vino con mis tías. Ha sido difícil estar lejos de cada uno de ellos. Espero que nada se interponga a mi regreso para poder abrazar a mi abuelo. Nunca pensé que llegaría tan pronto un cumpleaños en el que tendría que ver a todos a través de la computadora en una videollamada y que no habría fotos para el tradicional video familiar de año nuevo. Qué duro es el amor cuando la distancia se interpone.
   Han sido meses en los que he aprendido mucho, principalmente a convivir conmigo misma y a estar sola. No es tan malo no estar rodeada de atención todo el maldito tiempo, pero de vez en cuando los mensajes de todos ustedes, de mis amigos, siempre logran sacarme una sonrisa. Gracias por leerme.
   Por favor, salúdame a todos, en especial a Cari, espero que sepas algo de ella. Hace unos meses le escribí y no he recibido ningún tipo de respuesta de su parte, por ningún medio. Y me preocupa.
   Te abrazo en la distancia, amiga, y espero recibir prontas noticias de ti y Cari.
                          Atte. Alejandra

Ciudad de México, 24 de julio de 2004
A quien corresponda:
No sé exactamente qué hora es, sólo sé que pasan de las 2 A.M. Se escuchan a lo lejos ruidos en el jardín. Deben ser algunas aves nocturnas que buscan un lugar para descansar. Dichosas ellas que pueden hacerlo. No he podido dormir. No sólo hoy, llevo varias noches así. Tengo que hacer algo que me permita descansar, que me permita cerrar los ojos y no tener más pesadillas. Por eso decidí comenzar esta carta.
   No he podido olvidar esa tarde, esa noche. Yo... sólo quería tomar un café, fumar un cigarro y tener un poco de atención, pero la situación no se desarrolló como la pensé y, al final, no fui lo suficientemente valiente para evitarlo, para poner un alto con mi voz, con mi mano, con mis piernas. La tarde estaba algo nublada. Se podía percibir que pronto comenzaría a llover. Lo vi fuera del hospital, caminamos un par de calles y, en efecto, el agua empezó a caer sobre nosotros. Desde el momento en que iniciamos nuestro camino, él insistía en ir a otro lugar. No quería beber café. Había un pequeño techo y nos detuvimos bajo él para protegernos de la lluvia. La atención y los halagos se hacían presentes, nublando mi vista y el poco sentido común que tengo. A todas nos gusta que nos digan lo hermosas que somos y cuánto nos han extrañado. No sé por qué lo besé. Ni siquiera lo hacía bien. El olor a cigarro y alcohol tan característico de su persona, ahora más que nunca, me asqueaba, ya no era embriagante y cercano como hacía años cuando lo conocí.
   De pronto, un coche se detuvo. Pude haberme negado a subir, pude haber corrido, pude haber dicho que no, pero por alguna razón me sentía obligada a cumplir e ir con él, aunque no quisiera. Yo... sólo rezaba a cualquier fuerza mágica que pudiera escucharme. Tenía miedo, nunca me había sentido tan asustada estando con alguien que creía conocer. La lluvia corría tras el vidrio. Reconocía el lugar, sabía hacia dónde íbamos. El auto se detuvo y él se adelantó, aún podía escapar, pues conocía la zona en donde estábamos, pero su mano ya estaba sobre mi muñeca cuando me había decidido a decir que no. Fue demasiado tarde.
   Tuvo que pasar un poco de tiempo para que pudiera asimilar y entender lo que me pasó. Lamentablemente, la historia de ese día fue contada de forma muy diferente y durante los últimos días de clases los pasillos de la escuela se hicieron más oscuros que de costumbre. Mi familia nunca se dio cuenta de mi falta de apetito o mi constante palidez en las mañanas. Sin embargo, mis amigas fueron ese príncipe encantado intentando salvarme de un dragón que terminó por consumir todo lo que quedaba. Es mucho lo que debo aparentar y enfrentar. Sólo quiero descansar. Y eso haré.
                           Cari G. V.

Madrid, España. 11 de febrero de 2005
Lyanna:
Te escribo esta carta un poco a prisa, ya que es la última que recibirás antes de volver a encontrarnos. Faltan pocos días para regresar a México, pero tenía que responder a tus últimas entregas. Cari se fue, Lyanna. Tengo que escribirlo y repetirlo constantemente para aceptar esta nueva realidad, pero siempre se quiebra mi voz, se inundan mis ojos y mi mano quiere arrojar la pluma.
   Nuestra amiga, esa niña tímida que conocimos peinada de dos coletas y usando una larga bata blanca jugando a ser doctora, tomó una decisión en la que, si bien nos destrozó el corazón, a ella le permitió lograr el descanso que hacía mucho no conseguía.
   Estas últimas semanas, suelo preguntarme si las cosas hubieran sido diferentes de haber estado ahí, con ella. Si al estar las tres juntas esta historia hubiera tenido un desenlace diferente, pero el hubiera no existe y esos cuestionamientos no me llevarían a ningún lado. ¿Por qué no estuve ahí cuando me necesitaba? Quisiera haber tenido una oportunidad extra para abrazarla, hablar de frente todo lo que quedó pendiente entre nosotras, pero ahora… ya nada de eso es posible.
   Te conozco muy bien y sé que la palabra enojo se queda corta en comparación con lo que sientes. Lo percibí muy bien en tus cartas pasadas. Sé que quieres cometer una y mil locuras para limpiar su nombre, pero tenemos que pensar las cosas con la cabeza fría. Aún siento que hay piezas faltantes en este rompecabezas, sobre todo porque no me dijiste nada acerca de cómo llegó a tus manos la carta que escribió Cari contando la verdad de lo que pasó. Me duele saber que ella no pudo salvarse escribiendo y que sólo fue su medio de despedida. Su sueño fue interrumpido y nadie pudo curar su corazón.
   Ya empieza a anochecer por acá y debo terminar de alistar y empacar mucho de lo que me llevó de estas tierras. Aprendí mucho estando aquí, Lyanna y no sólo hablo de mi carrera sino de mí persona. En esta aventura hubo un par de personajes que me impulsaron a redescubrir mi persona, sobre todo en el taller que te conté. Y ahora más que nunca tengo mucho más claro mis prioridades, lo que quiero, cómo lo voy a lograr y, lo más importante, con quiénes quiero estar.
   Te abrazo en la distancia.
                         Atte. Alejandra

¿Te gustó? ¡Comparte!