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Ciudad de México, 30 de marzo de 2024 (Neotraba)

Todas las fotografías aparecen por cortesía de David V. Estrada

Primera caída, recuerdos y presente en la Arena México

Mi afición a las luchas se originó cuando yo tenía 6 años en el año 1990 y había dos cosas que me fascinaban: las Tortugas Ninja, que comencé a leer en cómics y ver en una caricatura del Canal 5, pero también las luchas del Consejo Mundial de Lucha Libre encabezada por Octagón, el afamado amo de los ocho ángulos que siempre era amarrado con una tira de su máscara en una de las cuerdas del cuadrilátero por Fuerza Guerrera, su acérrimo rival.

Curiosamente en ese tiempo también convergieron las Tortugas Ninja en la lucha en su versión mexicanizada. Recuerdo a unos enmascarados con unos trajes bastante curiosos de dichos reptiles antropomorfizados y también a un peculiar villano que se hacía llamar el Rey Rata, como un villano de dicha serie animada. Ese rudo llevaba unas ratas blancas en una jaula que dejaba en su esquina del ring para que, en cuanto se distrajeran sus contrincantes, las metiera dentro de sus pantaloncillos.

El tipo de lucha de entonces poco se asemeja a lo que sucede ahora en arenas como la México, Puebla, la Coliseo de la Ciudad de México o la de Guadalajara. En aquel tiempo, la llamada lucha a ras de lona con llaveo y contrallaveo, era algo común que venía de su origen con luchadores como el Tarzán López, el Médico Asesino, Cavernario Galindo o Black Shadow, en el que se empleaba una mezcla de la lucha grecorromana con el judo, combinado con algunos lances no tan complejos desde la tercera hacia dentro o fuera del cuadrilátero.

De aquellos tiempos uno de los máximos exponentes del combate aéreo era Volador que aún conserva su legado con su hijo Volador Jr. Hace no muchas semanas, dicho luchador originario del norte del país se enfrascó en una interesante rivalidad después de ser traicionado en una lucha estelar con uno de los nuevos rudos más afamados y acrobáticos de la nueva generación: Soberano Jr.

El viernes 19 de enero de 2024 no estuvieron ninguno de los luchadores previamente mencionados, pero sí algunos clásicos, como Atlantis o Místico, que hace no mucho regresó a recuperar su nombre en la CMLL después de varios años deambular por otras compañías bajo las máscaras de Sin Cara (WWE), Myzteziz (AAA) o Carístico.

Retomando el asunto del seminarista de los ojos blancos que hizo que mucha gente volviera a poner su atención en la lucha de la CMLL en la primera década de los dos miles, desde ahí fue más evidente que se empezó a gestar esa inclinación en la balanza hacia la lucha aérea que es la que prima y emociona al público del pancracio nacional en la actualidad. Pero eso sin olvidar el gen de rudeza a ras de suelo que personajes como El Hijo del Perro Aguayo dejaron impresos con el legado de su padre, y al partir a mejor vida otros han mantenido brindando nuevas variantes, como Bárbaro Cavernario, que en noviembre pasado se llevó la copa del Rey del Inframundo al derrotar a otro rudo que comenzó a tomar un gran nivel desde que perdió su máscara ante Atlantis Jr. en el Aniversario del 2022 de la empresa.

La noche de aquel viernes también se presentó el mencionado rudo de las cavernas en un interesante duelo de gran desgaste con otra de las figuras dinámicas y aéreas de la Arena México, Máscara Dorada (antes Panterita del Ring Jr.), quien a pesar de brindar una presentación de lances espectaculares, se vio menguado ante las marrullerías del Bárbaro, quien en más de una ocasión bloqueó sus vuelos y generó variantes poco vistas en el ring, como lances desde la cornisa a través del encordado o su clásico lance de dos tiempos impulsado por las cuerdas interiores hacia abajo del cuadrilátero que resultan impresionantes debido a su fuerte tonelaje de poder. Dicha lucha quedó manchada por el insistente afán del Cavernario por quererle retirar la máscara al luchador del bando técnico hasta que por fin lo hizo y quedó descalificado.

Esa noche cerró con la primera parte de un interesante torneo llamado “La gran alternativa” que combinaba luchadores jóvenes con estrellas consolidadas. En esa ocasión fue Brillante Jr. que, con gran valentía y arriesgados lances, fue apadrinado por el Místico para derrotar tras 3 rondas de lucha a la pareja conformada por Raider y Templario que lucieron unos impresionantes diseños futuristas posiblemente inspirados en la saga de cómics Batman Metal.

El último viernes de enero, la pareja conformada por Máscara Dorada y Neón, otra de las grandes figuras en ascenso por su valentía kamikaze y capacidad de innovación aérea, se alzaron en contra de Volador Jr. y Max Star. El duelo final de ese torneo sucedió el viernes 2 de febrero. Y aunque Máscara Dorada lo dio todo con su pupilo Neón brindando una lucha arriesgada y repleta de variantes espectaculares por los aires, la historia, abolengo y favoritismos del CMLL ante Místico, pudieron más. Hecho que también se vio reflejado en la función del martes siguiente, cuando se llevó a cabo el Torneo de los Reyes del Aire que el seminarista acabó ganando a figuras avasalladoras como Templario y el mismo Máscara Dorada. Algo curioso y malaleche que pasó en esa función fue que, al ganar, varios aficionados cercanos a la plataforma de ingreso al ring comenzaron a insultar a Místico, e inclusive le lanzaron una cerveza mientras el luchador mostraba su trofeo recién ganado. Unos policías detuvieron al agresivo lanzador de bebidas, y Místico, en lugar de contestar los insultos con violencia, les hizo un cadencioso baile de la victoria.

La segunda caída en Perú 77

Por otro lado, considero que todo fanático de la lucha libre en formación no debería perderse la oportunidad de visitar el antiguo templo de la lucha y el boxeo en el corazón de la Ciudad de México, me refiero al viejo embudo llamado Arena Coliseo, ubicado en la calle de Perú 77. Desde el hecho de que el precio de las entradas es más económico, la experiencia tiene algo más de barrio e historia. La cercanía que esta arena te brinda con los luchadores es mayor, inclusive la segunda planta está a menos de tres metros del ring. Además, a diferencia de la Arena México, no tiene divisiones entre el encordado y la primera fila de las butacas, cuestión que hace más emocionante y peligrosa la calidad de ser espectadores.

Si bien es cierto que el espectáculo de la lucha libre mexicana se ha gentrificado y es una atracción más para los extranjeros que visitan la capital del país, la gente del barrio de la Colonia Centro, Tepito y zonas aledañas sigue acudiendo a la Coliseo para lanzar creativos insultos contra los luchadores. Y no me refiero a las clásicas mentadas de madrina, sino a curiosos apodos como Zucaritas, Bichota o Cepillín a temibles gladiadores que no pueden hacer más que aguantarse la risa o contestar con un insulto parecido.

Mi última visita a la Arena Coliseo el pasado sábado 27 de enero fue peculiar en más de un sentido. Nunca había estado tan cerca del ring, Alcancé un boleto en quinta fila, y a media función, al ver que había lugares libres dos filas más adelante, quise ocupar uno, pero no tardó ni un minuto un señor entacuchado de seguridad para acercarse a pedirme que me regresara a mi sitio. En dicho trayecto golpeé con mi morral sin querer a un espectador, que de forma temeraria me cerró el paso para decirme que no me pasara de vergel. Le pedí disculpas sin mostrar cobardía, el individuo lo tomó a bien y seguí mi camino. Poco tiempo después, a lado de mi asiento, aterrizó el rudo Averno después de ser lanzado y rematado con una patada por el corpulento Hechicero después de pedir clemencia.

Otra cosa que me ocurrió y deberían tomar como advertencia cuando vayan a la Coliseo es: si van a comprar cerveza, lleven cambio exacto, porque si no, los expendedores de bebidas pueden decirles que luego les dan el cambio y nada más no se los dan. Yo tuve que perseguir al que me atendió al final de la función a un pasillo que ya había sido cerrado por los miembros de seguridad. Pero antes de eso pude ver un brillante encuentro que fue por lo que acudí: Soberano Jr. contra Místico. Y aquí es donde les mencionaré una desventaja a diferencia con lo que sucede en la Arena México. A los luchadores en la Coliseo les da más por el drama, además de que suelen cuidarse más por el hecho de que no hay protección que los salve de caer encima de los espectadores.

En esa ocasión, en una lucha de gran despliegue aéreo y contorsiones dolorosas, Místico venció a Soberano Jr. que se la pasó haciendo teatro desde su llegada solicitando un besito por parte de una dama en la primera fila, además de que no dejó de hacer alardes de fanfarronería que no lo hacen despuntar del todo como el gran príncipe de la rudeza como se presume.

Al final, al acudir al baño, me di cuenta de que la función no había terminado, ya que a la entrada estaba una familia conformada por una pareja y su hijo que estaban discutiendo con la policía que no los dejaban ingresar al sanitario. Nunca supe si era porque estaban borrachos, o porque les gusta ingresar en familia a orinar. Al final terminaron por clausurar el sitio de desagüe porque los mitoteros no tenían ganas de salirse. De que hay gente loca la hay, y es que incluso en otra de las luchas, uno de los espectadores ya entrado en tragos se estaba dirigiendo decididamente al ring, cosa que está prohibidísima. Bueno, a ese tipo que pensé que se lo había llevado la policía, pero no, me lo encontré detrás de mí en la fila del baño y temí que fuera a vomitarme. Por suerte no lo hizo y acabé la noche en Garibaldi escuchando a unos mariachis en el kiosko.

La tercera caída de vuelta a la México

Mi última visita a la también llamada Catedral de la Lucha Libre Mexicana estuvo repleta de nuevas experiencias. Desde el hecho de descubrir, antes de llegar a la arena, que traía en mi morral una botellita de mezcal con yerba de la gracia verde, que no recordaba haber comprado unos días antes. Por dicha razón tuve que idear una estrategia para no ser detenido por los policías al interior de la México.

Pensé en tomarme todo de un jalón ya que era una botella mini, pero al no saber cómo me pondría, mejor opté por guardarla en mi ropa interior. Error, casi al llegar a la entrada del recinto, la botella se salió de su zona de resguardo y empezó a descender por el interior de mis pantalones. Tuve que seguirme de filo por la banqueta y optar por la opción de desaparecer la evidencia y obviamente beberme su contenido sin saber cómo reaccionaría mi organismo. Lo bebí mientras caminaba, cambié de acera y volví en dirección al recinto luchístico. Pero me encontré de frente a unos policías que dieron la vuelta. Para no verme sospechoso no cambié mi ruta y fui detrás de ellos. Entonces tiré la botella con restos de hoja de la gracia en una jardinera y me volví a cambiar de banqueta. Pero, oh sorpresa, apenas unos metros después los policías que estaban en la otra acera cruzaron la calle y se dirigieron hacia donde yo estaba. Dentro de la paranoia pensé que tal vez sus compañeros en las cámaras de seguridad de la ciudad les habrían avisado que tiré algo sospechoso y ya iban tras de mí. Pero no, apenas llegaron a donde yo estaba, se subieron a la banqueta y siguieron de largo.

Ya más tranquilo en las taquillas me arribó una revendedora antes de que llegara a comprar mis boletos. Me dijo que me vendía un boleto en segunda fila al costo. Pero, como no traía suficiente efectivo para comprarlo, le dije que sólo traía $200 pesos para un boleto más barato. La simpática vendedora me dijo que estaba de suerte, que le diera ese billete. Y así fue como esa noche alcancé el mejor lugar de mi vida, muy cerca de la plataforma de ingreso de los luchadores. Y sí, esa cheve que le aventaron al Místico me pasó muy de cerca, así como todos los insultos que le confirieron.

Como dato adicional, en una de esas funciones a las que acudí a la México, un espectador argentino que nunca había ido a la lucha libre me preguntó muy emocionado:

–Oye, ¿es cierto que las luchas están arregladas?

Para su decepción, le confirmé lo que muchos sabemos. Si bien, la lucha libre no es un circo de payasos como sus detractores piensan, ya que se juegan la vida cada vez que se lanzan desde la tercera hacia abajo o fuera del ring, es cierto que su labor es más parecida a la de los acróbatas y a los dobles de las películas de acción, que a la de los bufones de las carpas. Coreografían muy bien sus peleas en el ring. Lo suyo es más bien combate escénico, con la diferencia de que ellos sí llegan a lastimarse a menudo, y en el peor de los casos, a sufrir fracturas de gran envergadura o inclusive a perder la vida, como pasó a famosos luchadores como el Hijo del Perro Aguayo que pereció en una lucha contra Rey Misterio Jr. o La Parka, que después de realizar un salto imperfecto fuera del ring contra Rush en la Coliseo de Monterrey, sufrió una grave lesión que un año después terminaría con su vida.

Regresando a la pregunta que no acabé de responder bien al espectador argentino, me surge una teoría. Si bien los combates podrían estar arreglados para evitar sorpresivas lesiones no previstas, lo cierto que es rara vez sabremos quién será el ganador a diferencia de una película o una puesta en escena que cada noche y cada función terminará igual. Una lucha será un volado al aire en el que la oscuridad (los rudos) se jugará con todas las trampas permitidas, un duelo contra la luz (los técnicos). Aunque bueno, los que poco o mucho sabemos de este bonito deporte mexicano, es que el favoritismo y el negocio, como en todo deporte espectáculo, podría cargar la balanza hacia su terreno.


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