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Por Óscar Alarcón (@metaoscar) y Luis J. L. Chigo (@NoSoyChigo)

Puebla, México, 30 de octubre de 2020 [14:54 GMT-5] (Neotraba)

Elda Juárez irrumpe en la literatura poblana y se postula como una de las voces emergentes del periodismo nacional. Nació en Puebla y es docente en el Benemérito Instituto Normal del Estado “Gral. Juan Crisóstomo Bonilla”. Su visión profundamente crítica, la finura de su observación y situarse en la marginalidad son algunas de las características de su escritura.

La pluma de Elda Juárez recientemente recibió mención honorífica en el Quinto Gran Premio Nacional de Periodismo Gonzo, galardón organizado por las Producciones El Salario del Miedo de J. M. Servín y coeditado con la Universidad Autónoma de Nuevo León. El transporte público y su relación con la delincuencia en la vida cotidiana de los poblanos es el tópico. El título de dicha crónica que ya se puede encontrar impresa es “Tiembla sobre el asfalto”.

Siempre será importante platicar con estas nuevas voces de la crónica, un género históricamente desgastado y por momentos en desuso. Para conocer su trabajo, platicamos con la autora.


Portada de la compilación Quinto Gran Premio Nacional de Periodismo Gonzo
Portada de la compilación Quinto Gran Premio Nacional de Periodismo Gonzo

Luis J. L. Chigo. Tu crónica habla de algo muy cotidiano, el transporte público. Salta a la vista el estilo de la crónica: la división en los días de la semana. ¿A qué se debe esta estructura?

Elda Juárez. Porque son los días laborales. En el semestre que me tocaba estar, no trabajaba el día jueves, por ejemplo. El día jueves yo no salía a las 06:00 A.M. o a las 06:30 A.M. para llegar a la clase de 07:00 A.M. Entonces abordo los días porque es mi cotidiano. Antes del confinamiento, la ola de robos se daba principalmente entre las 06:00 A.M. y las 07:30 A.M.

Óscar Alarcón. Todavía hace 25 años, el transporte era un espacio considerado seguro. Ahora está normalizada la violencia en él. ¿Qué propició que esos asaltos a mano armada en la calle se subieran al transporte público y ahora los tengamos de manera cotidiana?

EJ. Vivo una de las colonias más peligrosas en Puebla, la Romero Vargas, una colonia de la periferia. Cerca del lugar que ha sido mi hogar toda la vida hay una venta alta de drogas. Las condiciones económicas arrojaron a vecinos —algunos de ellos compañeros de primaria— a tomar esas decisiones.

Los gobiernos no deciden adecuadamente cuando se trata de las colonias periféricas, es muy preocupante cómo sube el nivel de asaltos. Considero, primero, por la lejanía. Por ejemplo, para llegar a una calle concurrida deben pasar alrededor de 20 minutos. En esos 20 minutos cruzas calles vacías y oscuras —porque, a excepción de los focos exteriores de las casas, no hay alumbrado público—, son las condiciones perfectas para que suba un asaltante, quienes pueden ser foráneos o de la colonia.

Es un ciclo de violencia normalizado, sin embargo, aún nos da miedo. La intención de la crónica era hacer sentir esa zozobra: desde subir a la combi hasta bajar de ella. No sabes qué va a pasar, no sabes si te van a asaltar, si te van a quitar todo o no. Por supuesto, a eso se le añade el factor de ser mujer, si te van a acosar o no. Entonces el transporte público se convirtió en una extensión de la calle, la violencia sube sin pagar pasaje y nos acompaña.

Estos espacios permiten la violencia porque van vacíos. Si tomo un camión que me deja más cerca de mi destino que otro y va vacío, con las 8 personas de siempre, cuando salimos de la colonia y llegamos al primer semáforo, síntoma de salida de la colonia, el camión se va llenando y de alguna forma sientes que ya la libraste al menos por ese día.

LJLC. En tu crónica, ¿la delincuencia aborda el transporte público en cualquier parte de la cuidad o se trata de un fenómeno exclusivo de las colonias periféricas en Puebla?

EJ. Justo por eso en la crónica no digo qué colonia es, alguien podría decir “es esa colonia, ¿qué esperabas?”. Además, no lo hago explicito porque justamente la violencia está ahora en todas partes: en la 11 sur, en el Paseo Bravo, en el Centro Histórico… aún con ello, está estigmatizada la periferia y lamentablemente es una realidad. Si sales, debes estar atenta, no puedes caminar con tanta soltura incluso si naciste en una de estas colonias.

Desde el mes pasado parece que terminó el confinamiento para los asaltos en el transporte público. Nos hablan de colonias como 3 Cruces, o de Huejotzingo y Cholula, similares un poco a la colonia donde yo vivo, sobre todo en estos tramos de terracería que algunas veces tienen. Es decir, más que estigmatizarlos, contienen las mismas características. Lo lamentable es la existencia de esos espacios con posibilidades para el incremento de la violencia.

Cuando le pregunté a algunos choferes si no tenían miedo —finalmente el camión no es suyo, trabajan para el dueño—, manifestaban estar hartos. ¡Ya no saben dónde esconder el dinero de la cuenta! Así, si se lo quitan, les quitan lo menos posible. Es una condición acrecentada en las colonias periféricas, pero extendida en toda Puebla. Además, no se dio una transición del gobierno que generará esta seguridad: parece continuar esta ola y ahora parece estar más desagarrada. Se llega a disparar con armas, a darse confrontamientos. Aquí en Puebla no ha sucedido pero, por poner un ejemplo, en Ecatepec sí, como en el video que se hizo viral. Es una condición que está en todos lados.

ÓA. En la crónica no lo mencionas pero, ¿tienes ubicado el modus operandi de los asaltantes?

EJ. Sólo tengo identificadas dos: la clásica del carterista, dada principalmente en camiones totalmente llenos. Como pasajero o te aferras a no caerte o te aferras a tu mochila. Me tocó por ejemplo en el CIS, donde supuestamente hay seguridad. Me sacaron el celular y otras cosas y nunca sentí. No me di cuenta hasta que quise ver la hora y ya era demasiado tarde.

Ruta 52. Foto de Luis J. L. Chigo.
Ruta 52. Foto de Luis J. L. Chigo.

El otro modo es abordar en algún tramo del camino y el cómplice se une más adelante. Al final te das cuenta de cómo se ponen de acuerdo sin hablarse, o fingen no conocerse. Si lo notas, te bajas del camión por supervivencia. Una de las cosas narradas en la crónica es eso, la situación está latente.

LJLC. ¿Consideras que tu crónica cause algún impacto en las personas ajenas a Puebla o pensaste en algún público en específico para su lectura?

EJ. Tener una mención honorífica dentro del Premio de Periodismo Gonzo me tomó totalmente por sorpresa, no lo tenía contemplado. Es decir, mandé mi texto porque soy lectora asidua de Servín, de Producciones El salario del miedo; me parece una propuesta que arriesga precisamente a un público que, si bien no me interesa, me siento parte de él.

No me interesa saber a quién se lo dirijo pero me asumo como una lectora de este tipo de textos; incluso para mí fue normalizado el escribirlo y, cuando vi el prólogo de J. M. Servín, quien en alguna parte habla de “librarla”, me cayó el veinte. Es cierto, ¿no? Sí la libras todos los días. Ellos tienen esta línea editorial, fue una moneda al aire y me tocó sol.

Llevo poco tiempo en la lectura y elaboración de crónicas, esta selección fue un impulso para seguir retratando la cotidianidad que para México está plagada de violencia.

ÓA. Parece ser que en cualquier momento van a asaltar a la voz de la crónica. Nos queda esa tensión. Platícanos un poco, como cronista y como usuaria del transporte público, ¿qué significa vivir con miedo?

EJ. Está normalizado salir con miedo, sobre todo en un estado como Puebla. Como mujer es un doble o triple riesgo. No queda de otra. Ahora con el confinamiento me siento segura porque estoy en casa y ciertas compras las hago en el día cuando regularmente lo hacía en la noche. Aunque, finalmente, la vida es subirte al transporte y no saber lo que va a pasar. Incluso también caminar en la calle, el acoso, las desapariciones, los feminicidios… la violencia nos rodea todo el tiempo y normalizar o controlar el miedo pareciera ser la única vía, para saber y tener la certeza de poder regresar a casa ese día.

No sólo soy yo, mucha de la población está con este sentimiento de salir y “lo menos es que te asalten”. O como mujer, que te manoseen, te acosen y si sólo sucede eso, ya la libraste. Porque hay cosas peores: desapariciones, asesinatos. La violencia va escalando y no nos queda más que tratar de controlar este miedo.

LJLC. De haberse consumado un asalto, ¿qué rumbo hubiera tomado tu crónica?

EJ. Lo platiqué en una sesión, cuando construía la crónica en un taller de Javier Caravantes —ofertado por la Secretaría de Cultura. “¿Qué pasaría si te hubieran asaltado?” “Bueno, ojalá me hubieran asaltado, para concluir esto”. Pero después le decía “no, prefiero vivir con la zozobra, con este peligro latente a consumarlo”.

No sabes qué va a pasar, no sé cómo voy a reaccionar, si me hubiera paralizado o si hubiera defendido mis cosas. Después de todo es una defensa de tu persona, de tus pertenencias y quizá eso hubiera resultado en algo peor. Afortunadamente no me han asaltado.

LJLC. Respecto a las pertenencias, ¿identificaste alguna táctica de los pasajeros para ocultarlas?

EJ. Yo, por ejemplo, llevo mi computadora y la meto en un sobre viejísimo junto a los demás papeles, eso es un mecanismo de defensa. Llevo los 8 pesos en la mano y mi cartera va abajo de libros y carpetas —ustedes saben que los maestros cargamos con todo. Es una mochila enorme y al momento de abrirla no se ve nada. De todas maneras, si me quitan toda la mochila, de nada habrá servido.

Cuando escribía la crónica y se vino la subida del pasaje, platicaba con algunas personas sobre sus mecanismos de defensa y muchas personas me comentaban que llevan dos celulares, uno inservible y el suyo, para entregar el primero en caso de asalto. Hay quienes optan por usar reloj, para no sacar el celular; algunos dejaron de escuchar música en el transporte porque debemos ir “al tiro”: suben, gritan y tú ni te enteraste. Otro muy recurrente es tratar de no verse “robable”. Suele ser una broma entre los amigos, “no te veas robable”, es decir, ve lo más austero posible.

Un poco por ahí va el título de la crónica: todo está en movimiento, aunque no lo parezca. Siempre pasan cosas en el asfalto y en este caso cosas que nos acercan a la violencia.

Elda Juárez. Cortesía de la autora.
Elda Juárez. Cortesía de la autora.

ÓA. Mencionabas el tema de la violencia contra las mujeres, ¿hay una coherencia entre las cifras anunciadas y la sensibilidad de los gobernantes sobre los feminicidios y las desapariciones de mujeres?

EJ. Por supuesto que no, y yo creo que no lo va a haber nunca. Las líneas del gobierno responden a un proyecto de nación que a su vez responde a las políticas del poder. La parte del cuidado del ciudadano y las ciudadanas no está siendo atendida. No hay empatía: no cambia nada si pones una lona del aborto en el Palacio Municipal y cuando vas y pides una consulta médica las enfermeras y doctoras te miran feo.

No hay líneas del gobierno claras de ningún tipo, desde la presidencia municipal y hasta nivel nacional. Se quitó un presupuesto para atender a las víctimas de violencia, principalmente a las mujeres y no se está legislando.

El trabajo que podemos realizar las mujeres es en colectivos, entre las compañeras: por ejemplo, acompañar a quien desee abortar y no juzgarlas —he hecho trabajo de activismo y hay historias inimaginables. El estado, en cualquiera de sus colores, no tiene claro ni siquiera cuál es el problema y ahí radica la falta de empatía, de líneas para trabajar. Mas allá de talleres y cursos o el moño naranja cada 26, no hay una profundidad para la transformación y una propuesta clara de políticas públicas o de la defensa de la vida de las mujeres. Además, no es solamente el reclamo hacia la violencia que se ejerce sino su evolución como defensa: la forma en que se llega a los feminicidios o desapariciones.

Muchas mujeres están escribiendo para evidenciar eso, la visión de las mujeres escribiendo toma nueva fuerza y traslada sus temáticas a la sociedad. Se le suman nuevos problemas como las infancias abandonadas. Son temas que no se ven claros en ninguna institución.

LJLC. ¿Cuál ha sido tu experiencia cómo docente al escuchar el testimonio de tus alumnas? El transporte público suele ser hostil con ellas.

EJ. Al comienzo de esta ola de asaltos, en la escuela se tomó la propuesta de hacer algo. Al ser la entrada a las 7:00 A.M, estaba obscuro, era el cambio de horario y muchas de las estudiantes acertaron al decirnos “Oigan, ¿qué van a hacer? Porque a mí ayer me acosaron caminando, me jalaron la mochila mientras venía caminando y tuve que entrar corriendo a la escuela”.

A los docentes nos organizaron y nos dijeron “Ahora ustedes van a vigilar”. Yo replicaba “¿Qué vamos a hacer? Lo máximo es gritar y defenderme y quizá a alguien más”. Fuera de eso no hay más. Necesitamos hacer patrullajes de más personas, estrategias para poder cuidar a nuestras estudiantes.

En el transporte les ha pasado de todo. Algunas compañeras me cuentan: “ya me manosearon”, “ya me sacaron la cartera y no tengo dinero, ¿me puedes prestar 50 pesos para sortear la semana? No soy de Puebla, y mis papás no me pueden depositar hasta tal día…”

En los viernes de consejo técnico van vacías las combis. Pero los maestros sí vamos, es un día dentro de nuestras actividades y lo puse en lo crónica justo por eso: ese día te sientes más sola. Si siempre van 10 personas, ese día sólo van cuatro, porque los estudiantes de la secundaria que nos acompañaban no van.

LJLC. Durante la investigación para esta crónica, ¿tomaste en cuenta el factor de la deshumanización? Pienso en los choferes, a quienes sus condiciones los pueden orillar a formar parte de la delincuencia. Hay una línea muy delgada para volverse cruel.

EJ. Para ello hago una descripción de los choferes: el chofer joven y el chofer experimentado. En tu rutina casi no cambias de chofer porque ellos se enrolan a la misma hora que tú te vas y parece que somos familia, todos nos vamos juntos. Me gusta subirme al transporte público, lo sufro porque también la paso mal; te hacen caras y piensas “no puede ser, tan temprano y ya te avientan el cambio”. Pero justo también piensas que sus contextos sociales y económicos no son propicios para estar felices. Están sentados toda la jornada y manejan a la defensiva —porque así se maneja en Puebla.

También creo que hay una línea muy delgada. A mi papá una vez lo asaltó un taxista de la colonia, coludido con los asaltantes. Me gustaría escribir de ello, de la delgada línea entre ser un buen chofer y un mal chofer. Y más allá de ser bueno, parte de una resignación: el chofer grande del que hablo es aquel que ya está resignado, no limpia su espacio de trabajo porque sabe que se va a empolvar. Quien es muy joven todavía va arreglado y todavía tiene un poco de ilusión en la vida, sube a la novia al camión y le da la vuelta.

Creo que los choferes han sufrido bajas también. El metrobús provocó muchos despidos que en algún momento terminaron en delincuencia, por la pandemia algunas rutas desaparecieron. Ya no sabemos para cuándo volverá el movimiento económico de las rutas y los choferes se vuelven así un horizonte muy interesante de abordar.

Metrobús. Foto de Luis J. L. Chigo.
Metrobús. Foto de Luis J. L. Chigo.

ÓA. Tu escritura es vivencial, parte de la calle. A partir de este confinamiento, ¿es muy complicado escribir una crónica desde casa sin tener la experiencia inmediata del exterior?

EJ. Me volví adicta a los talleres en línea, lucho para dejarlos. Pero me permitió entrar a talleres con cronistas que admiro mucho y me gusta cómo escriben. Tomé uno con Leonardo Tarifeño, gestionado por el Estado de México, entramos personas de todo el país y justo escribimos del confinamiento. Sucedió: la mayoría escribió con tono introspectivo, ver qué ocurre en lo cotidiano.

Soy asmática, soy parte de la población de riesgo. Sin embargo, un par de situaciones familiares me pusieron en la calle. Escribí sobre esto, debía estar guardada, no expuesta por el asma y pasó todo lo contrario. Al final salió la crónica pero hubo un momento donde ya no encuentras más elementos, aunque me permitió tener este espacio de formación.

También me gusta escribir de música. Tomé taller con Homero Ontiveros, él tiene un portal llamado La Zona Sucia. Después con David Cortés y Rogelio Garza, ambos te dicen las cosas de forma contundente y eso ha ayudado mucho a mi escritura. No necesariamente buscas publicar, el ejercicio de la escritura es que alguien más te pueda leer y te digan lo que se puede corregir. Este es el momento para tener estos espacios pero, finalmente te termina derrotando la cotidianidad y a veces es muy difícil tratar de escribir.

También es de resistencia. Yo escribí del confinamiento para decir cómo me siento, más allá de lo diario o las notas que tomo, pero sólo para mí, porque va a ser repetitivo. Nuestra vida no es tan divertida dentro, siempre el contacto humano es necesario en todos los sentidos, incluso el peligro de la calle se vuelve necesario y parte de tu narrativa. Ahora estamos todos en un stand by, no sabemos, por lo menos en Puebla, para cuándo llegue al fin.

LJLC. ¿Crees que se debería hacer más periodismo Gonzo a pesar de los riesgos que esto implica?

EJ. La escritura siempre debe tener una postura; todo tipo de escritura debe partir de una postura clara, ya sea derecha, izquierda, arriba o abajo o en este sentido, el periodismo Gonzo. Sí, es importante registrar los sucesos del exterior, porque quienes tenemos el privilegio de estar todavía confinados y recibiendo nuestro salario, podemos decir que estamos todavía en confinamiento.

Pensé en salir, pero eso se lo dejo a quien tiene pulmones sanos, yo sí corro el riesgo de morir. En mi caso creo que regresaré hasta que salga la vacuna. Sí hay personas que están haciendo periodismo, traen esa visión de lo que está allá afuera y de cómo lo están viviendo otras personas. Es necesario cuidarse, porque nunca tu vida va estar por debajo de sacar una nota. El periodismo Gonzo sí lleva todo al límite, pero siempre desde una línea previa cruzada, y si la cruzas, aceptas lo que pase, y sigues.

Producciones El Salario del Miedo hace del periodismo Gonzo un trabajo súper importante en un país como México, un país con cronistas desde la época prehispánica. La crónica en México es algo muy importante, entonces, el periodismo Gonzo arriesga mucho. Pero también hay bastante periodismo con perspectiva de género, por ejemplo, o centrado en el narcotráfico, es importante que se sigan evidenciando las diferentes voces que hay, que no sea sólo el centro del país. No sólo la Ciudad de México, sino muchos autores y autoras en el resto del país hacen cosas geniales. Pero bueno pues en cuestiones de confinamiento y tener mucho cuidado de cómo ir haciéndolo.

ÓA. ¿Cómo percibes a los cronistas actuales en Puebla y quiénes son tus referentes?

EJ. El espacio de Lado B para la escritura me parece bastante bueno para la crónica porque es un género que ha perdido presencia, justo por el espacio que necesita en medios impresos: las crónicas siempre suelen ser más largas y los medios impresos tienen muy acotados los espacios.

En muchos lugares del país portales como el de ustedes o portales de chavos con ganas de escribir nutren la visión de los cronistas en Puebla. Se debe recordar a todos ellos que la escritura requiere disciplina; de repente algunos medios tienen notas escritas al vapor: el encabezado dice una cosa, la crónica dice otra y luego ya no terminas de entender.

Me gusta leer personas muy consolidadas para aprenderles —como el portal El estornudo del cubano Carlos Manuel, de escritura muy fina—, también a quienes comienzan como yo en este ejercicio de la escritura e ir identificando sus estilos o propuestas. Todo lo que está sucediendo en línea ahora es válido y es importante que suceda: generar un estilo propio, pero siempre en comunidad.

Repito, en Puebla Lado B abrió un panorama y Neotraba también es un espacio importante de una escritura seria. Probablemente suena a cliché pero sí es importante hacer las cosas con orden y con propuesta, más allá de colgar cosas en internet y decir “tengo 10 publicaciones”. Más bien, colgarlo y decir “hay una apuesta detrás de este texto” y en Puebla me parece que son las dos.

Los periódicos locales de repente tienen atisbos, tienen algún brillo qué dices “bueno, al menos publicaron algo diferente” y lo aplaudo. Me parece que son espacios que también necesitan cronistas, pero las propuestas editoriales atienden a una línea en específico.

Elda Juárez. Cortesía de la autora.
Elda Juárez. Cortesía de la autora.

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