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Puebla, México, 7 de enero de 2024 (Neotraba)

El 23 de junio de 1990 el camerunés Roger Milla le robó el balón a René Higuita, quien salió jugando con los pies, como acostumbraba, en un toque de pelota que parecía controlada. Se jugaba el alargue pues en el tiempo normal habían empatado a cero.

Higuita representaba el pase a cuartos de final y por un error suyo el equipo colombiano quedó eliminado del Mundial Italia ’90. Aunque Colombia anotó un gol al minuto 116 no le alcanzó para empatar y enviar el partido a definición por penaltis.

El mundo comenzaba a ver de manera distinta a los porteros. Higuita contribuyó a que la figura del arquero se volviera más importante.

René Higuita necesitaba un documental que lo retratara, sin embargo, Higuita: El camino del Escorpión, se queda corto.

El documental tiene una narrativa que se acerca a las historias rosas en donde el protagonista –quizá tratado como un héroe clásico– es un dechado de virtudes, pero poco se habla de sus defectos. Al grado que el error de 1990, frente al camerunés, trata de atenuarse por algunos de sus compañeros de equipo.

Una película bien armada, que cumple las funciones de entretener, de hacer reír y sufrir con la vida de un portero que lo mismo fue capaz de ejecutar el escorpión en Wembley que regalarle la pelota a Roger Milla o fungir como mediador en el secuestro de una niña.

La historia de Higuita en Netflix abunda en lo bonachón que fue el portero de Atlético Nacional, llena de elogios y de excusas que disculpan los errores cometidos en la cancha y trata de esclarecer los rumores que indicaban que conocía muy de cerca a Pablo Escobar, el mayor narcotraficante de la historia de Colombia.

La popularidad de Higuita lo lleva a convertirse en el negociador para rescatar del secuestro a una niña en la década de los ’90 del siglo pasado; dados los lenguajes visual y musical del documental, pareciera ser que la intención del director es perpetuar la imagen del jugador que llega del barrio y lo consigue todo, incluso ser un ídolo que resuelve las causas más injustas de la sociedad en la que habita.

Sin embargo, no le hace un favor a la imagen del portero más famoso de la historia del futbol colombiano ya que la crítica es escasa. No hay matices sobre sus acciones, pareciera ser que Higuita siempre es bueno y todo lo que sucede a su alrededor actúa en su contra, como si fuera una víctima del entorno y no un adulto que puede tomar decisiones equivocadas y aceptar que falló.

Se trata de un documental que usa los testimonios de su esposa Magnolia y tres de sus hijos: Pamela, Andrés y Cindy; además de los jugadores que integraron la selección colombiana del ’90, como el “Pibe” Valderrama y Luis Carlos Perea; además de los técnicos Pacho Maturana y “Bolillo” Gómez.

Al no estar presente ese matiz crítico que muestre los defectos y virtudes de su protagonista es fácil dividir dos bandos, los buenos y los malos: los jugadores de la selección como los buenos; los policías que se llevan preso a Higuita, los malos. Y no se menciona que en la época en la que Higuita funge como mediador sin informar a la autoridad el rol que está cumpliendo era merecedor de ser llevado ante la ley.

El mismo René confiesa que Pablo Escobar era su amigo. Una vez hecha la declaración, el documental sigue su curso como si fuera cualquier cosa, sin profundizar en esa relación de amistad. Se menciona que fueron amigos en sus años de juventud, pero no se menciona si ese vínculo continuó en los años en los que Higuita ya era una estrella; se descarta y el arquero sale ileso.

Pareciera ser que Higuita: El camino del escorpión es un documental no terminado pues nunca se menciona su paso por el Real Valladolid de España ni el año que jugó con Tiburones Rojos de México en donde no conseguiría campeonatos, convirtiéndose en fracasos dentro de su carrera.

El momento en el que Roger Milla de Camerún le roba la pelota a René Higuita. Imagen tomada de Jot Down
El momento en el que Roger Milla de Camerún le roba la pelota a René Higuita. Imagen tomada de Jot Down

El 2 de julio de 1994 fue asesinado el zaguero colombiano Andrés Escobar, quien 10 días antes anotó un autogol con el que Colombia quedó eliminada del Mundial de Estados Unidos. Y aunque Higuita no participó en ese torneo en el documental no se hacen alusiones a lo que significó el narcotráfico para el país en aquellos años. Nunca se menciona la relación que pudo haber existido entre el futbol y el narcotráfico y cómo afectó a los jugadores, incluyendo a René.

El final del documental coloca a René Higuita como el ídolo del barrio, sólo le falta cerrar con el arquero caminando hacia el horizonte y se convertiría en una telenovela.

Como menciono líneas arriba, hay momentos lúdicos y se trasluce el innegable buen humor de René, pocos demonios son abordados más allá de lo anecdótico y se ensalsa la virtud de tener una familia unida como base de la sociedad.

Con Higuita: El camino del escorpión, Luis Aura, su director, parece abrir una serie de documentales que podría incluir a varias estrellas del deporte pero corre el riesgo de no profundizar en su contenido.


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