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Hermosillo, Sonora, 8 de enero de 2024 (Neotraba)

Serían el miedo y un temor aciago, la posibilidad de una duplicación, un doble del cariño y la lujuria que se confundirían en la disidencia equivalente, el hombre que se goza ambas caras de la moneda, un par de costillas a cambio de sus dos mitades de la naranja. El castigo. Doppelganger si nos ponemos alemanes. Pero en este caso el gemelo, bien que pudiera serle de maldición o de tormento, tenía el origen, duplicado, es verdad, en otro cuerpo, aunque fuera de su propio deseo y de su forma, en otro espíritu si bien al fondo de su mente cochambrosa y de su honradez. Hoy el sosías camina por su lado. Esta noche, junto a Hernando, el dilema…

El cuadrilátero de la vida. Muy manido será el escritor que compare el pugilato, su fama y hematomas, un decir de popularidad, la palestra y la picota en menos de un minuto, luces que deslumbran, vítores, abucheos, rechiflas del respetable, la mujer proclive a salarios y caricias, el amigo tan falaz, la suerte, el destino que aguanta los chingazos pero es fatum finalmente, los hados sediciosos si es que el boxeador besa la lona, todo eso, entre las cuerdas, pelearán diez rounds, con la vida misma. No. La vida se pelea de otra forma. Y el Godoy que sangró arriba del ring, digno, fajador, cuerdo que le tira al desquiciado, lo sabía de algún modo, lo va sabiendo cada día menos…

Todo el mar alrededor. Un modo de vivir aislado, con rendijas en el hermetismo que se va ejerciendo conforme los trabajos, las ilusiones, el agobio. Leopoldo suponemos. Entre tantos agujeros elegir el antro, un cuarto miserable, vértigo que puede ser más o menos dulce por cuanto se amerite la juventud o el callejón sin salida, una especie de soplo en el corazón. ¿Qué significaba aquello del hipocorístico? Polito en su isla, de seguro, azotado por las tempestades, las aguas procelosas, el amor y el deseo en el destierro. La isla a medio día es otra pero la fortuna, mientras va cumpliéndose, vale la referencia…

Las buenas intenciones, pensar en la justicia o en otro modo de vivir, hacerse de sus propios fueros, lo que sería un derecho colectivo, las condiciones necesarias para una labor y una jornada. La unión hace la fuerza. Si el trabajo es una joda pues por lo menos que haya seguridad y valimientos. La colorada que atisbó el futuro. Los intereses creados que fueron en su perjuicio. El picapleitos, paradigma de la eficiencia que presume anomias y marrullería, hizo migas, la unión que fortalece en un sentido más voraz y alevoso, con el patrón, viejo explotador de los que abundan, comerciante muy versado en flujo de capitales, administración de recursos humanos y teorías del mercado. Voces múltiples que hablan de lo sucedido. ¿Es la narración retrospectiva de lo que nunca comenzó? Al final, la esperanza es tan cabrona que lo deja todo en su sitio…

El mismo juego del lenguaje. Es lúdico el devenir, el comunicado que viaja en géneros y tonos diversos, tesituras, matices de la comunicación verbal que luego resulta confusa o se confunde con alguna especie de las que se muerden la cola, pongamos, un mensaje sin interlocutor, la lengua virgen porque la gramática es de inmaculada concepción o se prostituye en el entendido de una sintaxis que se pretende verbal pero es oratoria y dicharachera. Vértigo del vocabulario. Lenguaraz el protagonista. Suponemos, tenebroso el argot, que así pasa con la investigación social que consiste en vicios y cantinas. Por lo pronto, por virtudes del spanglish, el reloj cambió de género…

Luis Enrique García. Foto cortesía de Mamborock: http://www.mamborock.mx/ciudad-nocturna-treintaidos-anos-despues/
Luis Enrique García. Foto cortesía de Mamborock: http://www.mamborock.mx/ciudad-nocturna-treintaidos-anos-despues/

La muerte en esos días de calor extremo. Sería pues la zona roja, laberinto de miserias o erecciones indigentes del pecado, una forma de decir, donde el saludo o el beso apenas sobreviven conforme se deja venir la madrugada, mística, coloquial, arrabalera, donde tuvo que oficializarse un fallecimiento, tal vez, que debido a dilaciones burocráticas hizo un lugar a la memoria, los recuerdos, anécdotas de la falacia y la certidumbre, rosario de dudas, estoicismo frente a la peste, el pinche calorón, hermetismo del cadáver que tampoco en vida dijo demasiado de sí mismo o santo y seña de su origen. El humo que se pega a las paredes es el que distingue verdades de lupanar. Pancho te llamabas, en agosto, según se supo…

Se come y se trabaja todos los días, de noche y de mañana, muy temprano los vapores de un sexo miserable, conforme avanza la jornada se traen a colación los quehaceres cotidianos, una por una las diligencias que aun llevan consigo el matiz de un oficio sin edad, el mercado donde te reconocen la desvelada, la fondita que sirve un desayuno que te suena hueco en el estómago, el señor de la farmacia, la señora que te cuida al niño, la cruda y los chingazos que todo lo demeritan y lo exhiben. El amor como cerveza caliente en las peores horas del verano. Si tu hijo fuera un hombre o el cabrón que dice que te quiere te quisiera. Son chuecas las movidas de la vida. Se va escribiendo el diario acontecer…

Del cielo o de la memoria los escudos, la protección contra el recuerdo más nocivo, extiéndese un toldo para la lluvia de vergüenzas, se acumula el pudor en vista de aquellas leperadas de adolescente, bajan desde arriba pues, se vienen cada vez que rememoramos, el pretérito como punzada de las de antes, la mujer impecable en aras de un futuro depurado y convencional, las ganas de un tótem o amuleto que pueda eludir el desamparo. Ni madres. El talismán es la pura desmemoria

La danza de los cuerpos. Pero también la vida es la que se contorsiona, anúdase a la menor provocación, despliega los brazos y las extremidades, hace ondular el vientre, estira sobre el suelo su epidermis, alarga su anatomía junto con la quincena, vuelve a su forma original siempre que puedan conservarse los contornos previos al manoseo, la silueta prístina o un modo de difuminarse que se salve de la amnesia. Mujeres que bailan. Caballeros de buen gasto que se presumen lujuriosos. Adentro y afuera la penumbra. Pagamos un baile de máscaras…

Esas tipologías. Se le niega importancia, muchas veces, al detalle que distingue, el asomo de lo sobresaliente, el brillo sin parangón, el ángulo que pudiera ser desacostumbrado, excepciones a la regla, dechado de virtudes o al menos un matiz que se incorpore al resultado de la personalidad. Todos somos muy genuinos a la hora del asombro o del mero desliz de la rutina. Suigéneris el tipo. Un petimetre que bebía modosito y bailaba sin tapujos. Cada quien. La muerte es un fenómeno duradero…

En la ruleta de la vida. Se habla del azar tanto como de la suerte, el hado de la antigua Grecia, el destino que aguarda sin distinciones, el peor de los escenarios, la oportunidad que pintan calva, un oráculo que se cumple. Pero la lotería es un juego muy mexicano. Hoy en día, por otra parte, pululan los sorteos. Se trata, en general, de buscar aunque fuese la pírrica victoria entre los desaguisados de la existencia. Sin embargo, también se sabe, hay peligro en el anhelo que rebasa ciertos límites. Alguna vez Apolo y el Servando sufrirán el revés de la fortuna

Matrimonio y mortaja. Le pega duro el amor al caballero, el alboroto, consabido el afán del que se niega al onanismo, hombre de cierta edad que le teme al ayuno de los monjes, alarma, si es posible, ante un futuro donde nadie le haga segunda o le demande, miedo, tal vez, de morir sin plañidera, deceso en el colchón semivacío. Pega duro el amor al hijodalgo. El galán de aquellos tiempos sabe de piropos y galanterías, lisonjas, halagos que lo lleven a gozar la relación en pareja. Luego puede suceder, como ha sucedido, que pierda un poco la compostura. No hay problema. El cuate sabe responder, que para eso es el carácter honorífico…

Para llamas, el infierno. Pero también la ciudad, las calles proclives al calor del mediodía, la calor en sentido coloquial y uterino, esas noches de un sudor desorientado, adolescente, apenas un lapsus en la perorata o la sentencia, el tarot, el beso quiromántico, el pre-texto de una mano, la caricia en su vislumbre, el augurio, la carta del fuego y la incineración. Rictus que sugiere. Allanamiento de morada. La zarza que arde sirve para ungido o para hechicero. Tuvo su parusía la Maruca. Al otro se le apareció el diablo…

Habitación que se concibe de trozos y atavismos y reincidencias. La realidad hecha jirones. El sueño, según se suceden los pensamientos o se va conformando un relato sin raíz ni motivo de catarsis, hostil, evocador, sirve para maldita sea la cosa, un berenjenal, pesadilla que se narra desde el diario acontecer, la rutina, el decurso donde conviven su alma y su erotomanía, un delirio docente de explicarse frente a los demás, la ecuanimidad que cualquiera necesita para tomarse unas copas y echar un buen palo. El inconsciente sólo es colectivo cuando nadie es capaz de identificarse. De otro modo se lucen cuarentaicuatro grillos en la conciencia. Y los frutos carcelarios o infieles del exceso y el aburrimiento…


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