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Por Juan Jesús Jiménez

Puebla, México, 30 de marzo de 2021 [01:25 GMT-6] (Neotraba)

Siendo sinceros, no podría imaginarme un paso en la preparatoria de no ser por Edith. Verá, ella ha sido mi amiga por tres años y una de las pocas personas que realmente me vio crecer durante mi preparatoria. Compartimos muchas experiencias juntos y casualmente estudió la carrera de antropología en la B.U.A.P.

Al momento de escribir esto –y con las limitaciones que tiene un ambiente digital–, nos sentamos a hablar como lo hacíamos en la cafetería de la prepa para volarnos clases. Pásele, ahorita vamos por una coca de vidrio y unos chicles.

La obviedad está desestimada en nuestros tiempos, así que procuro siempre empezar con una de ellas en mis entrevistas (aunque esta vez parecía más una clase). Además, era necesaria la pregunta: ¿Qué estudia la antropología y por qué es importante su estudio?

No estábamos sentados frente a frente en ese momento, pero podría asegurar que Edith comenzaría con una risa su respuesta, explicando cada uno de los puntos del desarrollo del estudio antropológico. Al inicio de su disertación, no entendí del todo, pero era necesario para comprender su justificación como ciencia: la antropología es una ciencia social relativamente nueva, puesto se formalizó hasta el siglo de las luces –dijo. La antropología en sí tuvo tres etapas, con la primera desde la prehistoria.

Resulta curioso imaginar algo así, pues su campo de estudio debería ser inherente al ser humano. Eso comprendí hasta que agregó: desde un inicio, la formación de grupos –que no sé por qué razón; si era por cuestión sanguínea, porque se caían bien…– al enfrentarse a seres que no cumplían con las características ya existentes en el suyo y que no hacían lo del propio, como un ser primitivo se le reconocía como algo diferente.

No sé si como enemigo, como presa/depredador, pero en ese momento los primitivos empiezan a discernir entre el tú y el yo, a reconocer estas diferencias entre semejantes. Tú, que no te pintas la cara, eres diferente a mí. A partir de esas primeras diferencias, comienza la primera etapa de la antropología. ¿Por qué? Porque, de cierta forma, la antropología es una ciencia que estudia al otro.

Edith Arias. Foto cortesía de la entrevistada.
Edith Arias. Foto cortesía de la entrevistada.

Tras algunas ejemplificaciones más, llegamos a la segunda etapa del estudio antropológico, en medio del descubrimiento de América en 1492 y el proceso de colonización. Sobre todo, con un ejemplo de la visión del concepto de la otredad entre unos y otros. Sí, Dios nos dio esto, pero ‘yo’ hombre descubrí que hay más. Por tanto, es mío, no es algo dado por Dios, sino que ‘yo’ lo descubrí, le puse un nombre y, peor aún, ‘yo’ lo humanicé, pues antes era salvaje. “Ok, encontramos un nuevo lugar, con nuevas personas que quién sabe qué son, pero son diferentes a nosotros porque todavía andan descalzos, sin ropa, son unos salvajes”. Esa forma de pensar y decir que son diferentes nos habla de una otredad, del reconocimiento del otro. Como un: “Yo, Europa, tengo una forma de ver el mundo, de hacer las cosas y encuentro personas que no hacen lo que yo, que no creen lo mismo y que son distintos morfológicamente. Son otros.”

Partiendo de este punto, en medio de una conversación sobre su estudio de campo en el Barrio del Alto, dijo: cuando estudias una zona así estás ahí por semanas o meses, ganándote la confianza de la gente, recabas información de todo tipo y no de un solo tema que tú esperabas conseguir, como la memoria –el tema del que hablábamos. Posterior a ello, salió una de las lecturas sobre el discurso de diversidad cultural en México, y en específico de México. Reconocer a nuestro territorio como culturalmente diverso, con sus etnias vivas, con artesanía y pueblos mágicos, es un discurso muy bonito y que se manejó por mucho tiempo; la lectura y la investigación de un antropólogo muestra que, sí, aunque los estudios muestran una parte de la información, no es entera como tal.

Entre los primeros acercamientos, empezó con una encuesta donde les preguntaba “¿Cree que Puebla es un estado diverso? ¿Cree que no hay discriminación con su cultura?” En fin, preguntas que, respecto a la realidad, difiere mucho de las respuestas. Con el tiempo, al terminar su investigación, supo que era parte del miedo de mostrar su realidad para evitar que se abusara de su confianza. Como tal, no podría contestarte por qué es importante la antropología, sólo expandir las nociones que teníamos en un principio.

Hablando sobre la relación del estudio antropológico al histórico, llegamos a la base de la etnología con un curioso ejemplo. Parte del estudio de personas no vivas es como los extraterrestres: nunca hemos visto uno y habrá quien dude de su existencia, pero existe en la medida que podamos nombrarlo, que tiene un significado y puedes conceptualizar. Es real porque tiene sentido para ti. Entonces, en la antropología pasa algo similar: estudia las realidades de las personas, pero no siempre personas vivas.

A través de la historia puedes acceder a los grupos sociales no presentes en este momento. Se le llama etnohistoria porque recurre a los datos históricos –memorias, notas periodísticas, libros, etc.– y, cuando los juntas, es un estudio histórico. Pero, cuando se analiza y creas una etnografía –que no hace referencia a la etnia–, como todos los conocimientos empíricos de cierto grupo con cierto enfoque. Ahora, cuando haces una investigación, no llegas en blanco, sabes parte del contexto del lugar.

Al llegar a su opinión del relato mexicano de la historia, dijo lo siguiente. Te seré clara: cuando leí la pregunta no le entendí. En lo personal, es algo que disfruto mucho. Amo la literatura pero, que se enfoque a mi carrera, no lo sé. La literatura es algo muy padre y todos deberíamos conocerla, no para alardear sino para formar parte de nuestra identidad. Como un conocimiento y reconocimiento. Decir: “bueno, muy bonita tu historia, pero eso no soy yo, no me identifico con ello”; o, al contrario, decir “bueno, esa historia sí soy yo”.

Edith Arias. Foto cortesía de la entrevistada.
Edith Arias. Foto cortesía de la entrevistada.

La antropología también estudia la memoria histórica, todos estos relatos que se transmiten de generación en generación y que tienen sentido en cierta comunidad. Ciertas leyendas, discursos, la forma en que las personas lo relacionan con su cotidianidad, dan paso al estudio de la memoria. De cierta forma, también se maneja conforme a relatos.

Pienso que existe una obviedad incómoda de contestar y mucho más de leer para cualquier persona de cualquier área de la ciencia –social, natural o desprendida de las matemáticas. Edith respondió: Hay toda una discusión sobre ello. Se supone que como ciencia social, al ser “científica” debe ser objetiva. Al investigar debes limitar un objeto de estudio. En este caso, los hechos sociales. Todo acto social se convierte en un hecho social a medida que lo estudias y como tal tiene un objetivo y una dirección. En el momento que eliges qué vas a estudiar, el estar tú involucrado en ese proceso, se vuelve subjetiva. Así que, aunque la antropología debe ser objetiva, no lo es por completo.

Finalmente, llegamos a la pregunta más importante de todas las entrevistas: Si pudieras elegir un sabor de helado relacionado a un personaje histórico, ¿cuál sería y por qué?

No sé si cuente como personaje histórico, pero mi heroína es Malala Yousafzai –ahora como feminista aún lo es, pero lo era incluso antes de ser parte del feminismo. Para mí es un símbolo importante de la resistencia y de religiosidad, de saber perdonar y vivir. Yo la admiro mucho y relaciono con ella el color morado y verde, así que sería un helado de limón.


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