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Juan Carlos Hidalgo foto de Nayely Olvera
Juan Carlos Hidalgo foto de Nayely Olvera

 

Por Óscar Alarcón (@metaoscar)

22 de agosto de 2018

 

Juan Carlos Hidalgo es periodista, narrador y promotor de la lectura y de la música, coordina la colección “Rock para leer” de la revista Marvin. Con él se puede platicar de si es mejor Trainspotting 1 que la 2 y cambiar inmediatamente de tema hacia el reguetón. Escribe para la revista Marvin y tiene una columna en el periódico Milenio. Lector profuso de Slavoj Zizek, nos ha regalado dos libros excelentes en donde mezcla la crónica, la ficción, la poesía y el ensayo: Satán rechazó mi alma (Nitro Press, 2015) y Trátame suavemente (Secretaría de Cultura / Dirección General de Publicaciones, 2016). Esta charla gira en torno a su obra, el rock y el reguetón, la filosofía y el periodismo en México.

 

 

Óscar Alarcón. Han pasado 6 años desde que publicaste Rutas para entrar y salir del Nirvana, tu novela con la que abriste un camino hacia la conjunción de la literatura y la música, ¿cómo te sientes después de un lustro de tu novela?

Juan Carlos Hidalgo. Bien lo marcó Kerouac, si no te mantienes En el camino corres el riesgo de anquilosarte y transitar como un muerto en vida. Cada incursión es un intento por relacionarte con el oficio y aprender un poco más; por supuesto que a la distancia le ves fallas –eso es inevitable.

Pero me queda clarísimo lo importante que son la música y la literatura en mi vida –difícilmente podría vivir sin ellas. Ambas ofrecen la posibilidad de crear e ingresar a universos paralelos, tal vez más intensos e intrigantes que en el que estamos inmersos. Música y literatura aportan una energía y una serie de emociones que le dan sentido al hecho de existir –y se maximizan en momentos muy precisos.

 

También me quedan en claro las amplias posibilidades narrativas de dicha combinación. De hecho, Rutas… no fue la primera novela que escribí sino la que se publicó primero. Antes había escrito a 4 manos La vida sexual de P J Harvey, que también opta por lo fragmentario y distintas voces protagonistas.

 

El anhelo es que ojalá y uno tenga la lucidez para saber aprovechar los hallazgos y minimizar las pifias. En este momento siento la ansiedad que provoca el impasse de estar en dictamen; he terminado una novela que al momento lleva por título Ya no más canciones de amor, que de alguna juguetea con “This is not a love song” de Public Image Limited, aunque en este momento también me doy cuenta de que algo le debe a Canciones de amor a quemarropa, una tremenda novela escrita por Nickolas Butler y publicada por Libros del Asteroide en español.

En Rutas… tanto Kurt Cobain, como el ex seminarista Enrique Olmos, tienen que lidiar con una severa crisis de la fe a nivel global. Ahora el protagonista es un músico que está por llegar a los 50 años y tiene, obligadamente, que hacer un corte de caja ante la vida y la profesión. Debe responderse que le proporcionan las canciones como para seguir componiendo a pesar del relativo éxito de su carrera; mientras tanto debe lidiar con una relación de pareja malograda y el cáncer terminal de su padre; Eros, Thanatos y new romantic, porque más que rock lo que hay es mucho electro-pop y una evocación hasta estilo tan refinado que va de Ultravox a Roxy Music. El personaje principal está inspirado en Bravo Fisher, un músico que español que tiene un álbum llamado Solos.

 

Portada de Satán rechazó mi alma, publicado por Nitro Press
Portada de Satán rechazó mi alma, publicado por Nitro Press

 

ÓA. Trátame Suavemente y Satán rechazó mi alma, son dos libros que podrían verse como un díptico. En el primero aparece la ficción como un elemento esencial pero la música nutre a tus historias; y en el segundo, con un tono más cercano al periodístico no deja de lado la ficción y como telón de fondo se encuentra la música. ¿Tú cómo consideras a este par de libros?

JCH. Ambos intentan un entrecruzamiento entre elementos documentales y la ficción como tal, lo que va variando es el porcentaje de ambos en cada cuento. Actualmente, es muy sencillo acceder a la información dura, así que es más interesante y sugestivo ir más allá del “Qué” y especular con el “cómo”.

 

El escritor tiene la gran posibilidad de construir toda esa serie de versiones imaginarias o alternativas, que muchas veces explican o dicen más que la supuesta “verdad” como tal; es como parafrasear el título de una de las grandes novelas del maravilloso Daniel Sada: Porque parece mentira la verdad nunca se sabe.

 

En los dos libros de cuentos (por ahí infiltrados por algunos poemas) los personajes tienen que ver con músicos, aunque también hay textos en los que el detonante son el título de alguna canción –como en Satán rechazó mi alma, una rola de Morrissey. La principal diferencia es que en Trátame suavemente el punto de partida es el rock latinoamericano y en el otro libro se mezclan. Por ejemplo, en ese cuento que le da título a partir de una canción de Daniel Melero (y que la gente cree que es de Soda Stereo), la frase me llevó a plantearme la vida de un personaje que crece con hipersensibilidad dérmica y que por ello anhela un trato especial. Lo que parece un seguimiento a la vivencia de una enfermedad rara termina elevándose a una experiencia de psicodelia high-tech.

 

Escribir cuentos exige mantenerse enfocado y a la vez probar con diferentes estructuras y recursos; hay que entenderlo como un género dinámico que se ajusta al actual estado de las cosas y las refleja. En Satán… le abrí un hueco a una breve sección llamada Hip-Hop mutante, que surgió de un proyecto inconcluso de spoken Word (que organizaba el artista plástico Enrique Garnica) y en el que Zizek se traslada a Nueva York para agitar el Occupy Wall Street con el halo de una estrella pop.

 

En mis textos hay lugar para los viajes, múltiples referencias literarias, algo de cine e incluso futbol, como en La culpa es de Gaizka Mendieta, figura de culto extraída de “Un buen día” de Los planetas. Das la vuelta a la página y puedes encontrar a Vicentico tomándose un café con uno de los grandes poetas del gauchismo, Leónidas Lamborghini. Me gusta que sean impredecibles y variopintos.

 

ÓA. ¿Cómo percibes al periodismo musical que se ejerce en nuestro país?

JCH. Considero que se trata de un terreno en el que se agudiza una tensión intergeneracional; por un lado, se conserva la vieja guardia –apegada a sus mañas, manías y virtudes–, mientras que los millennials aportan su prisa y –muchas veces– su poca valoración de la historia y también poca perspectiva. Cada vez más en las redacciones priva la inmediatez y no el análisis de fondo.

 

El verdadero meollo del asunto consiste en que ambos sectores se convenzan de la importancia de seguir haciendo eso, “periodismo”, porque ganan terreno los textos que parecen publicitarios, inserciones pagadas o pésimas notas de espectáculos. Vamos, ni siquiera es que lamentemos lo terriblemente light del enfoque sino los errores garrafales en la información. En una nota reciente, Cultura Colectiva apuntó que la película Trainspotting, ocurría en ¡Edimburgo, Texas! –¡un error para enmarcar! – y así podríamos seguir.

 

El asunto financiero es crucial; casi nadie quiere pagar a los periodistas. A nivel global y local se dejan muchas cosas en manos de becarios y pasantes que pagan el noviciado. La nómina se tiende a adelgazar al máximo y desaparecen las instancias de revisión y control de calidad de los contenidos.

Ello no obsta para que surja talento emergente –¡siempre habrá maravillosas excepciones!–; el quid del asunto consiste en lograr un equilibrio entre veteranos y jóvenes. La tensión aumenta a la hora de mostrar números que aluden solamente a clicks y likes; muchas veces lo más consultado y polémico dista muchísimo de estar bien escrito y tener profundidad, pero es lo que ama el mundo del marketing.

 

Es prudente hablar de cambio de paradigmas y rastrear los efectos de la revolución tecnológica, el asunto es que perviva la vocación periodista, la perseverancia y la búsqueda del análisis; los datos duros los obtiene cualquiera… parece que lo candente se encuentra en profundizar en la interpretación.

 

Portada de Trátame suavemente de Juan Carlos Hidalgo
Portada de Trátame suavemente de Juan Carlos Hidalgo

 

ÓA. ¿Te gusta ponerte etiquetas como el periodista cultural o el narrador o el poeta?

JCH. Hoy más que nunca las fronteras entre los géneros artísticos se han ido diluyendo. Las disciplinas se retroalimentan y aparecen fusionadas. Por otro lado, hasta las fronteras se resquebrajan –por más que se opongan los conservadores radicales. Si todo ello ocurre, es mucho menos relevante colocarse una etiqueta.

El ensayista español Eloy Fernández Porta atinadamente puso énfasis en que el viejo esquema de los niveles de cultura tampoco funciona… hemos experimentado ya una eclosión tremenda que lo mezcló todo. Hay que aprender a ajustarse a la era afterpop.

 

En el periodismo durante años se exigía objetividad al extremo, mientras que hoy, si deseas mantener contigo al lector, hay que arrojar las vísceras por delante y apelar a una nueva sentimentalidad que tiene mucho de instinto gonzo. Se requiere de investigar para apuntalar la ficción y el periodismo de hoy requiere de guiar y acompañar la experiencia del lector; así cada vez hay más elementos yuxtapuestos.

 

Durante la FIMPRO 2018, comenté en un Encuentro de periodismo musical que más que nunca es viable que un artista entregue un perfume a modo de carpeta de prensa de su propuesta musical. Todo ello mantiene el interés y engancha al receptor.

 

ÓA. Has constituido un buen grupo de gente que escribe en la Revista Marvin, sin embargo, gracias al Internet, cada vez menos revistas son las que la gente compra. ¿Qué opinas del periodismo que parece resistirse a morir con las publicaciones como Marvín, o como lo hacía La Mosca o RRR?

JCH. Sin duda se trata de un tema que no deja de generar información; además, del broncón en Milenio, la semana pasada una freelancer se quejaba del atraso en los pagos y un colaborador del grupo Expansión (amigo en común) le recordaba lapidario: Print is dead. En sentido contrario, los amantes de lo impreso (como las cabezas principales de Marvin) se han puesto a trazar estrategias que hagan contrapeso a una tendencia terrible y funesta.

 

La idea ha sido dotar a los impresos de ese halo de coleccionismo que tienen los objetos de arte; además de trabajar en materiales que sean atractivos para fans cada vez más radicales y exigentes, se trata de que los productos sean en sí mismo objetos interesantes, bellos,  y que lancen el anzuelo desde los mismos exhibidores.

 

En Marvin se ha impulsado una multiplataforma que involucra al Festival, el portal y la versión impresa; cada uno con sus características propias. De esta manera, a los patrocinadores se les ofrece obtener la experiencia completa de lo que es Marvin: una concepción amplia y desenfadada de la cultura, hedonismo vivencial, una postura globalizada para el consumo de contenidos, urgencia por desmenuzar al presente.

De cualquier manera, la situación es apremiante; la última versión impresa de La Mosca, aun con la distribución a través de la red de voceadores, no tuvo el efecto deseado por los inversionistas. Recordemos que las revistas no son un satisfactor primario y que la situación económica es muy compleja, si no es que apremiante. El panorama no es muy prometedor.

 

Juan Carlos Hidalgo foto de Juan Nicolás Becerra
Juan Carlos Hidalgo foto de Juan Nicolás Becerra

 

ÓA. Platícanos un poco sobre tu trabajo como poeta, quizá para muchos es una faceta tuya desconocida, ¿volverás pronto a publicar poesía?

JCH. De hecho, mis primeros 3 libros publicados son de poesía. Loop traicionero es una serie de remixes entre originales de diversas épocas tratados bajo el método de la música electrónica y los samplers (como hizo Moby con el blues del Delta del Mississippi). Combustión NO espontánea (poemas bonzo para el siglo XXI) es una galería muy diversa y excéntrica de suicidas (escrito en paralelo a Rutas…). Y Suave como el peligro surgió a partir de la gráfica de Enrique Garnica; las piezas ya existían y escribí a partir de ellas para invertir el proceso más común, en el que un autor solicita a un artista plástico que ilustre.

Luego preparé un libro que terminó llamándose Canciones para bancarrota y redención (a propósito de un fraude que le hicieron a Leonard Cohen) y en el que todos los poemas tienen a un músico como protagonista; le pedí a un amigo ilustrador que se hiciera cargo de los dibujos, pero creo que los terminará para cuando su hija llegue a los 15 años y ahora tiene casi 5. El caso es que siempre lo imaginé acompañado de dibujos, así que ha permanecido inédito.

De ahí he retomado alguno que otro poema para los libros de cuentos y tres más para un cuadernillo que lleva ilustraciones de Salvador Verano, un joven que le ha ido muy bien colaborando para artistas nacionales e internacionales; ese material lo lleva a las ferias de diseño, conciertos y convenciones.

Escribí un poema llamado “Mr. Sampler” –cortando y pegando frases de reguetón– para el aniversario de la revista Combo, que montó una exposición en el Reloj de Pachuca para mostrar las piezas (ellos se encargaron del cut & paste). De repente van surgiendo pretextos para escribir algo nuevo; primero me encargaría de sacar el libro enlatado, que encaminarme a un proyecto entero de poesía, pero nunca se sabe hacia dónde van a salir los tiros. Es importante tener en claro qué es lo que quieres contar y ya lo luego buscar el mejor formato o modo de darle salida.

 

ÓA. Aunque puede sonar muy arriesgado, ¿podrías hacernos una lista de los que tú consideras los 10 mejores álbumes de rock de la historia?

JCH. Esa es una tarea destinada a alimentar el morbo y la polémica, y que, curiosamente, sigue siendo algo recurrente y socorrido. A estas alturas de la historia, lo prudente es considerar que el canon no es inamovible, por más que el rock se asemeje a una religión laica y tenga una sagrada trinidad.

El problema es que aun al respecto de The Beatles, Rolling Stones y Dylan es difícil tener acuerdos unánimes sobre sus mejores álbumes –la alta calidad lo hace todavía más complicado.

 

Luego entonces, la distancia histórica también nos da perspectiva; a figuras icónicas, como Led Zepellin y The Who, hay que ir haciendo espacio para Radiohead, R.E.M., Nirvana y Arcade Fire, por citar algunos ejemplos. Y ello manteniendo apartados a la electrónica y el hip hop; porque es oportuno mencionar que To Pimp a Butterfly de Kendrick Lamar es una obra de enormes proporciones y trascendencia. Que no nos extrañe que en unos años el hip hop se lleve un Nobel de Literatura.

 

Simon Frith, un gran ensayista musical y director del Mercury Prize, en su libro Ritos de la interpretación, le da una importancia central también al contexto y apunta que éste determina la manera en que asimilamos tal o cual álbum; luego entonces, hay momentos históricos muy precisos y cada uno con su propio pulso o manera de entender las cosas. Cosas que hace tiempo parecían muy trascendentes luego demuestran que no envejecieron bien o dejaron de tener peso específico en las siguientes generaciones. Nos llevaremos muchas sorpresas con esto de las listas en el corto plazo.

 

ÓA. ¿Se podría hacer lo mismo con 10 discos de reguetón?

JCH. Esa pregunta sólo tendrá una respuesta concluyente con el paso del tiempo; aún no tenemos la suficiente distancia para determinarlo, pero no pasa por el hecho de que el género pueda alcanzar elevadas cuotas de calidad.

 

De hecho, ya existen álbumes muy sólidos en forma y fondo; uno de ellos es El abayarde de Tego Calderón. Por otro lado, Vibras de J Balvin, obviamente con una campaña estratégica detrás y gran inversión, logró notas muy positivas de parte de medios tan influyentes como Pitchfork y Rockdelux; en lo personal, me parece que su discurso es muy pobre, pese a una producción de primer mundo y tremendas colaboraciones.

 

Aunque también debemos de ampliar el espectro, dado que las fusiones que brotan son casi surrealistas; por ejemplo, Dellafuente hace una interesante bachata trap. Y también está el caso de Rosalía que está derribando todo tipo de prejuicios con Malamente –¡a ella le pertenece el futuro!

 

En términos de desarrollo y progresión musical es corto el plazo para evaluar al reguetón, pero aunque ya se explota hasta el hartazgo una vertiente excesivamente comercial y pasteurizada de reguetón pop (¡Eso es “Despacito”!), siguen avanzando expresiones más rudas como Teresa del Real y su neo-perreo. Hasta hace no mucho tiempo, en las fiestas bromeaba con pinchar bachata dark y reguetón triste, pero seguro me he quedado corto y ya suenan en algún buen aquelarre de barrio.

 

ÓA. Para finalizar, una pregunta que les hago a todas las personas con las que platico, ¿qué es el amor?

JCH. Es lo mismo que están buscando en el acelerador de partículas en Europa; entonces entenderemos el big bang –con el amor incluido. Y al amor le asiste lo mismo que le ocurría a San Agustín respecto al tiempo: si no le preguntaban qué era, lo sabía perfectamente; pero cuando lo cuestionaban no podía definirlo. Otra alternativa –para hacer bending, salirse de la esquina y esquivar el golpe letal–, es apoyarnos en “God Part II”, surgida de los buenos tiempos de U2 (y que hace de réplica a una de The Beatles), es posible puede hacer una larga lista de cosas en las que uno no cree y al final, tácitamente, concluir: “I believe in love”.

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