¿Te gustó? ¡Comparte!

Desde el (auto) exilio en las montañas de Klatch City, 2 de mayo de 2024

El capitalismo tardío nos ha vendido la idea de que para ser felices necesitamos ser consumidores de productos o servicios, que no hay otra forma de buscar la felicidad y justo ahí radica que, en estos tiempos, ser infelices sea la norma.

No nos da la vida para cumplir con las expectativas de aquello que nos dicen –en su mayoría– los medios de comunicación debemos de consumir si queremos ser felices. Consume hasta morir, decían a inicios de la década el colectivo de extrabajadores Crimeth Inc.y tal parece que es así, que es la única forma de alcanzar la felicidad: consumir buscando llenar un vacío hasta morir.

“Porque sé que la rutina es un suicidio diario” canta el Nega en su canción Paraísos Artificiales, dejando claro que pensar en hacer lo mismo todos los días no es la forma de encontrar la felicidad, de nuevo, eso es lo que nos vende el sistema, consume, viaja, sal de fiesta, pero por ningún motivo busques la felicidad rompiendo con esos paradigmas del sistema capitalista, si lo haces corres el riesgo de ser señalado como conformista, incluso como un alienado al sistema. Ellos, los que se quejan de la rutina nos dicen que la única forma de ir contra el sistema es no seguir la rutina, aunque no seguirla sea mantener el modelo de producción-consumo.

Win Wenders decide romper con ese mito, con esa idea que solo sirve para mantener el sistema. Con en Perfect Days, su más reciente película apuesta por el derecho al aburrimiento, a la rutina, a encontrar la felicidad en los momentos más simples, en encontrarla en cosas tan sencillas como ver el amanecer mientras te tomas tu primer café, listo para iniciar tu rutina diaria. La felicidad que puede causar escoger una canción, darle play a tu reproductor y escucharla como si no existiera nada más en que pensar.

En Perfect Days, el director nos invita a seguir en su rutina diaria a Hirayama estupendamente personalizado por el actor Koki Yakusho. Lo seguimos desde que despierta y se alista para salir a trabajar. La primera escena –que se vuelve constante– del protagonista viendo hacia el cielo, el amanecer, dibujando una sonrisa, es una de las escenas más bellas de toda la película y que es un recurrente de lo que podemos esperar todos los días si nos damos un momento para verlo y sentirnos vivos. Después sube a su carro para irse a su trabajo, el cual es limpiando baños públicos, que para muchos críticos es como una pieza clave de la película dándole mucha importancia, porque claro, en la modernidad el trabajo te define, es como se mide el éxito, un mejor trabajo no es aquel que te da más tiempo, es el que te da más poder económico.

Para Wenders no es así, a Hirayama el trabajo es solo un espacio más de su rutina. Tampoco importa cual fue el motivo que lo llevó a vivir esa vida tan simple y sencilla, es una decisión que como espectadores aceptamos, porque lo que ofrece en su día a día es mucho mas valioso, es el derecho al silencio –Hirayama habla poco– al aburrimiento como defensa ante la exigencia de ser feliz, incluso reivindica lo que algunos sociólogos llaman, la economía de la precariedad, que no es otra cosa que vivir sin el afán de acumular cosas. El protagonista es feliz con sus libros y sus cassettes –una forma de Wenders de criticar la modernidad, donde hasta la música pasa por la inmediatez del streaming.

La música termina siendo el eje de toda la historia, donde pasamos de escuchar a Lou Reed, The Smiths, Patti Smith, Van Morrison y muchos otros que van apareciendo como protagonistas del viaje diario, de la rutina de Hirayama, el cual solo tiene un momento de desesperación cuando siente que puede perder uno de sus cassettes, porque justo ellos, como para muchos, es donde esta gran parte de su día perfecto.

Cuando Linklater hizo Waking Life, dijo en una entrevista que el cine puede ser el reflejo de la realidad, pero no de una realidad colectiva, sino individual, de las decisiones personales que nos llevan a ser quienes somos, Linklater, Alexander Payne parten de esta escuela que Wenders decide experimentar con Perfect Days y que lo hace de una manera ejemplar.

De igual manera en su momento Jim Jarmush mencionó que el guion es importante en tanto los actores lo vuelvan propio y le den vida, los diálogos son quienes crearán la historia, incluso si como en Perfect Days estos son mínimos, reivindicando el derecho al silencio.

No es una película donde no pase nada, como se ha dicho para elevarla a obra de arte, es una historia común, que se cuenta desde lo ordinario, es ahí donde radica su valor.

El mayor conflicto que se le presenta a Hirayama lo resuelve sin problema en el diálogo que mantiene cuando su hermana lo visita, para recoger a su hija que se ha escapado de casa, queriendo vivir con su tío. En este diálogo, el protagonista deja claro que prefiere al paz al conflicto y que, si para eso tiene que alejarse que así sea.

Los pequeños momentos no deben ser quienes nos den la felicidad, sino viceversa, la felicidad deben ser esos pequeños momentos, como sentarse en una banca a tomar fotos al cielo sin saber que esperar, sin conocer el resultado, manejar con nuestra música favorita en el reproductor, entrar en una tienda de libros de segunda a buscar cualquier libro y no aquel que nos dicen que tenemos que leer.

Perfect Days no es una lección para que aprendamos a bajarle al acelerador de nuestras vidas, es solo una película que nos invita a reflexionar sobre las distintas formas de encontrar la felicidad más allá de lo que la modernidad y el sistema de clases nos incitan a creer. Al final el mensaje a estos tiempos de inmediatez y de vivir deprisa es simple: el derecho al aburrimiento como herramienta para la paz personal.


Jorge Tadeo. Imagen tomada sin permiso de su cuenta de FB

Jorge Tadeo Vargas: sobreviviente de Ankh-Morpork, activista, escritor, traductor, anarquista, pero sobre todo panadero casero y padre de Ximena. Desde hace años construye una caja de herramientas para sobrevivir.

A veces viaja a Mundodisco.


¿Te gustó? ¡Comparte!