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Por Jorge Tadeo Vargas

Desde el exilio de Ankh-Morpork, 11 de julio de 2023 [00:10 GMT-6] (Neotraba)

Decir que no me gusta el futbol es más una provocación que una aseveración. No es que no me guste, solo es un deporte/juego con el que no tengo más que ciertos momentos intermitentes en los que me acerco a el para después alejarme. Por ejemplo a inicios de los dos mil en mi ciudad llegó un equipo de primera A y asistía regularmente a sus partidos. Coyotes era el nombre de este equipo que luego fue vendido a Querétaro para que esta ciudad recuperará su equipo y pasaron a ser los Gallos Blancos.

No los extrañe y es justo a lo que me refiero. No es un juego/deporte con el que construya una identidad. En la universidad también tuve un periodo en el que veía algunos partidos, incluso fue hincha de un equipo que cuando desapareció deje de ver futbol por muchos años. Incluso ahora reconozco algunos jugadores, no le cambio a las noticias de la mañana cuando hablan de las temporadas de juego, en fin, estoy más o menos al tanto de lo que pasa, sin ser un aficionado, por lo que decir que no me gusta el futbol es una provocación como cuando le digo Soccer y mis amigos enojados me corrigen.

Aunque por otro lado reconozco que lo que no me gusta es en lo que se ha convertido y es que como todo aquello que cae en manos del capitalismo está condenado a perder el alma y esto es lo que ha pasado, no solo con el futbol, sino con casi todos los deportes que se juegan en los barrios, aquellos que tienen cierta identidad, como el basquetbol, el beisbol, el futbol americano y claro el futbol (soccer) que han pasado a convertirse en un producto más, sin esa identidad colectiva, donde es difícil identificarse con los colores, con los jugadores más interesados en vender mercancía que en jugar. Ahora importa más cuando ganan que donde juegan.

Afortunadamente hay equipos que se mantienen gracias a sus aficiones, que van más allá de un jugador-producto para mantenerse alejados de la industria que es el futbol. La mayoría de estas aficiones lidian con el saber que su equipo esta muy lejos de ganar un campeonato, pero siguen ahí apoyando. El famoso “any given Sunday” del futbol americano ha sido desplazado por equipos con dueños capitalistas que no les importa más que el negocio.

Justo de estos equipos con aficiones que aun conservan su identidad colectiva es de los que habla Ignacio Pato en su libro Grada Popular: ocho aficiones que animan a la contra y que como bien escribe Bob Pop en el prólogo este es un libro para todos aquellos que no nos gusta el futbol, pero que sabemos que significa este juego/deporte.

Ignacio Pato que ha hecho carrera más como periodista musical, interesado en problemáticas sociales, en movidas más alternativas usa de pretexto el futbol para hablar de la historia y de los distintos movimientos sociales que han acompañado a las ciudades y barrios con aficiones con mucha identidad futbolera, barrios con mucha presencia histórica de movimientos obreros y así conforme va relatando la historia de estas ocho aficiones, porque al final estas son más importantes que el propio equipo, nos va dando una clase de historia contemporánea que nos sitúa en muchos momentos claves de Europa (el libro solo habla de equipos europeos, sería interesante recuperar algo similar en America Latina, si es que existe algo así).

Pasando por el Liverpool y las luchas obreras que se han dado en ese puerto donde la hinchada ha sido protagonista de muchas de estas luchas, por el AEK de Atenas y como esta afición fue parte clave de la resistencia de clases a inicios de este siglo, los migrantes del Beskitas hasta llegar al Rayo Vallecano que, a pesar de sus dueños, la hinchada se mantiene fiel a sus principios antifascistas y antirracistas. No importa que sus dueños vayan mutando hacia la derecha, Vallecas y su “Rayito” siguen siendo clase obrera y eso, la afición es mucho más poderosa que cualquier burgués que los intente cambiar.

Ignacio Pato intenta ver o leer el futbol desde otra óptica. No intenta convencernos de que la industria del futbol lo ha convertido en un producto más del capitalismo, al menos no lo intenta desde una manera burda, sino lo hace con ejemplos de resistencia. Tampoco nos da los ejemplos obvios de equipos como el Saint Pauli FC, histórico reconocido equipo antifascista, lo hace desde esas aficiones que aun teniendo todo en contra mantienen esa identidad colectiva que viene justo de reconocer como propios esos colores de un equipo de futbol y que los llevan a las calles, a los barricadas, los bares, sus casas y que más allá de los millones de euros, de la corrupción, de los grandes nombres/ídolos/productos, más allá de la FIFA y las federaciones nacionales, el futbol es un juego que sigue creando identidad colectiva. Para Pato es mucho más importante hablar de las aficiones que del propio equipo de futbol y es por eso por lo que estos ocho ensayos están aderezados con entrevistas a lxs hinchas.

Y bueno mientras que la industria del juego está siendo acaparada por hombres de traje que ven en Leonel Messi, Cristiano Ronaldo o cualquier otro nuevo jugador que puedan convertir en el nuevo producto a vender, tal como si fuera el nuevo “Smartphone”, voltear a las gradas, a lo local tal como lo hace este libro es muy refrescante, es enseñarnos que aun ahí esperanza. El juego lo siguen manteniendo las aficiones locales, los que pagan los boletos y que están ahí en las buenas, en las malas y en las peores y eso Ignacio Pato lo deja muy claro en Grada Popular.

Tal vez porque no me gusta el futbol es que disfrute leer este libro que justo lo usa de pretexto para ir más allá o tal vez dentro de mi aun queda esa chispa encendida por los míticos Toros Neza de mediados de los noventa que me enseñaron que hay cosas más importantes que el dinero, como lo es divertirse, ser irreverente y conectar con la afición. Tal vez esa chispa sigue iluminando una parte de mi con la que me identifico.


Jorge Tadeo. Imagen tomada sin permiso de su cuenta de FB

Jorge Tadeo Vargas, escritor, ensayista, anarquista, a veces activista, pero sobre todo panadero casero y padre de Ximena. Está construyendo su caja de herramientas para la supervivencia.En sus ratos libres coordina el Observatorio de Emergencias Socio-Ecológicas.


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