¿Te gustó? ¡Comparte!

Por Jorge Tadeo Vargas

Desde algún lugar en Ankh-Morpork, 25 de enero de 2023 [00:02 GMT-6] (Neotraba)

Comencé el año poniéndome en contacto con mi pasado, ese pasado de mi niñez y adolescencia en los campos agrícolas del norte del país donde mi madre trabajaba en el comedor del campo que llegaba a servir en temporada de pizca más de cien comidas por turno (desayuno-comida-cena) por lo que su jornada laboral iniciaba a las cuatro de la mañana y terminaba a las nueve de la noche. Ese lugar donde yo disfrutaba de una calma violenta, tal como se presenta en estos espacios, donde el alcoholismo y el aburrimiento llevan a sus habitantes hacer las cosas más extrañas y bizarras que haya visto.

Recordé momentos de mi vida que he tratado de olvidar y que me han marcado para ser quien soy. Desde el acoso y la violencia por ser “diferente” a los demás niños hasta lo vivido en los huertos de nogales, de naranjos, entre las vides.

Recordé el pasado de mi madre y su depresión oculta en su alcoholismo de la mano de un hombre que le enseñó que la violencia se vive en lo privado, pero se sobrevive en lo público de la mano de sus amigas. Recordé todos esos años de oscuridad.

Recordé a mi mejor amiga de catorce años en esos tiempos, que se enamoró, embarazó y terminó viviendo con un tipo que le llevaba diez. Así fue como perdí confidente, quien me respaldaba en todas mis aventuras adolescentes, ella dejo de serlo muy pronto para convertirse en madre y esposa en un lugar donde eso significa estar en peligro recurrente. Recordé a mi mejor amigo que murió acuchillado a los dieciséis años en una absurda pelea en un baile de los Invasores de Nuevo León.

Todos esos años que mi memoria intenta olvidar salieron de golpe mientras leía los libros de Bonnie Jo Campbell publicados en español por la Dirty Works Editorial, quien se aleja por completo de la literatura feminista, a la vez que es posiblemente la escritora que mejor hace eco de lo que significa ser mujer en un sistema patriarcal que les tiene muy bien definido su lugar en este modelo. Aunque se resistan, peleen no siempre o casi nunca para ser más exacto tienen ganada la batalla. Esto lo hace desde la América Profunda donde ella creció, desde la pobreza, la ignorancia que más que la garantía de sobrevivir esta siempre la especulación de no hacerlo.

En cada uno de sus libros Bonnie Jo Campbell, nos lleva a ese sur de los Estados Unidos que se parece mucho a la parte pobre del norte de México, el sur donde ella nació y pasó parte de su vida entre Moonshine, opiáceos, cerveza y mucha violencia de clase antes de irse a estudiar a la universidad, para luego recorrer su país y Europa en aventón, para luego establecerse en ese mismo sur donde nació y escribir sobre él, no desde sus vivencias, esas las deja para otro momento, sino de su experiencia que no es lo mismo aunque unas y otras se mezclen en la memoria.

Bonnie Jo Campbell
Bonnie Jo Campbell

Desde la protagonista de la novela (su única novela a la fecha) Érase un Río, que fue como la conocí y comenzamos nuestro diálogo de lector-escritora. Esa protagonista fuerte, decidida, guerrera. Este libro tuvo una adaptación al cine que dicho sea de paso con un gran acierto por Haroula Rose, hasta sus libros de relatos Desguace Americano y Madres, avisad a vuestras hijas, va contando la historia de mujeres que sobreviven, que no tienen más opción que ser fuertes y plantarse ante la vida con lo poco que tienen, antes de que la vida se las coma y las vomite sin pudor.

En la vena de escritores como Tom Franklin, Raymond Carver, Tobias Wolf, esta sureña nos cuenta historias, relata vidas que, a diferencia de los autores mencionados, ella nos hace sentir (al menos eso me pasa a mí) que son historias conocidas. Es fácil sentir empatía y odio hacia sus personajes.

Bonnie Jo Campbell me llevó de vuelta a mi pasado, cuando andar en bicicleta por los sembradíos al lado de mi perro eran sinónimo de libertad hasta llegar a casa y encontrar a mi madre llorando, o ir a casa del Toñito y ver a su madre haciendo todo lo que estaba a su alcance por ocultar los moretones en su cara o sus brazos, a ese pasado donde comencé a fumar con mis amigos, cigarros que le robábamos a los mayores, en mi caso a mi hermano, a esos tiempos en que perdí mi virginidad a los quince años de la mano de una “señora” de treintaicinco, un recuerdo que se mantiene presente.

El homenaje que Campbell hace a las mujeres es mucho más valioso que cualquier tratado feminista, pues lo hace a aquellas que resisten día a día desde la invisibilidad.


¿Te gustó? ¡Comparte!