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Selección de Edgard Cardoza Bravo

Ciudad de México, 02 de noviembre de 2021 [01:48 GMT-5] (Neotraba)

Rubén Darío (1867-1916, Cantos de Vida y Esperanza), Nicaragua

Lo Fatal

Dichoso el árbol que es apenas sensitivo,
y más la piedra dura porque ésta ya no siente,
pues no hay dolor más grande que el dolor de ser vivo,
ni mayor pesadumbre que la vida consciente.

Ser, y no saber nada, y ser sin rumbo cierto,
y el temor de haber sido y un futuro terror…
Y el espanto seguro de estar mañana muerto,
y sufrir por la vida y por la sombra y por

lo que no conocemos y apenas sospechamos,
y la carne que tienta con sus frescos racimos,
y la tumba que aguarda con sus fúnebres ramos,
¡y no saber adónde vamos,
ni de dónde venimos!

Pintura de Antonio González
Pintura de Antonio González

Fernando Pessoa (1888-1935, El Primer Fausto), Portugal

El Temor a la Muerte, II

Y sólo un sentimiento
de desear eterna quietud,
ambición vaga de cerrar los ojos
y vaga esperanza de no abrirlos más.
Cansada ansia de no vivir más;
mi desvaído cerebro no lamenta
ni sabe lamentar. Tumultuarias
ideas, mezcla de mi antiguo ser
y de éste, surgen y desparecen
sin dejarle rastros a la comprensión.

Ya deslumbradas, vanas, incoherentes,
amargas (vagas), desorganizaciones
que no dejan sufrir. ¡Ven, oh muerte, ya!
¡Siento tus pasos! ¡Te siento! Tu seno
debe ser suave y oírsete el corazón
como una melodía extraña y vaga
que eleva hasta ti el sueño y pasa al sueño.

Nada. Ya nada (pasa); nada, nada…
¡Vete Vida!

César Vallejo (1892-1938, España, aparta de mí este cáliz), Perú

Miré el cadáver, su raudo orden visible

Miré el cadáver, su raudo orden visible
y el desorden lentísimo de su alma;
le vi sobrevivir; hubo en su boca
la edad entrecortada de dos bocas.
Le gritaron su número: pedazos.
Le gritaron su amor: ¡más le valiera!
Le gritaron su bala: ¡también muerta!

Y su orden digestivo sosteníase
y el desorden de su alma, atrás, en balde.
Le dejaron y oyeron, y es entonces
que el cadáver
así vivió en secreto, en un instante;
mas le auscultaron mentalmente, ¡y fechas!,
lloráronle al oído, ¡y también fechas!

Ensalmo para atajar La Muerte. Antología por las víctimas de la pandemia [I]

Yorgos Seferis (1900 – 1971, Mithistórima), Grecia

XXI

Nosotros que partimos para este peregrinaje,
miramos las estatuas destrozadas,
nos olvidamos
y dijimos que la vida tan fácilmente no se pierde
y que la muerte tiene caminos insondables
y una justicia propia;

y que cuando morimos con la cabeza alta,
hermanados en la piedra,
unidos con la dureza y la impotencia
los muertos de otros tiempos huyeron ya del círculo,
se alzaron
y sonríen
en una calma extraña.

Pintura de Antonio González

José Gorostiza (1901-1973, Muerte Sin Fin y otros poemas), México

Muerte Sin Fin (Fragmentos)

Lleno de mí, sitiado en mi epidermis
por un dios inasible que me ahoga,
mentido acaso
por su radiante atmósfera de luces
que oculta mi conciencia derramada
(…)
Mas nada ocurre, no, sólo este sueño
desorbitado
que se mira a sí mismo en plena marcha;
presume, pues, su término inminente
y adereza en el acto
el plan de su fatiga,
su justa vacación
su domingo de gracia allá en el campo,
al fresco albor de las camisas flojas.
(…)
largas cintas de cintas de sorpresas
que en un constante perecer enérgico,
en un morir absorto,
arrasan sin cesar su bella fábrica
hasta que –hijo de su misma muerte,
gestado en la aridez de sus escombros–
siente que su fatiga se fatiga,
se erige a descansar de su descanso
y sueña que su sueño se repite,
irresponsable, eterno,
muerte sin fin de una obstinada muerte

Miguel Hernández (1910-1942, Viento del Pueblo), España

Elegía Primera
A Federico García Lorca, Poeta (Fragmentos)

Entre todos los muertos de elegía,
sin olvidar el eco de ninguno,
por haber resonado más en el alma mía,
la mano de mi llanto escoge uno.

Federico García
hasta ayer se llamó: polvo se llama.
Ayer tuvo un espacio bajo el día
que hoy el hoyo le da bajo la grama.

¡Tanto fue! ¡Tanto fuiste y ya no eres!
Tu agitada alegría,
que agitaba columnas y alfileres,
de tus dientes arrancas y sacudes,
y ya te pones triste, y sólo quieres
ya el paraíso de los ataúdes.
(…)
Muere un poeta y la creación se siente
herida y moribunda en las entrañas.
Un cósmico temblor de escalofríos
mueve temiblemente las montañas,
un resplandor de muerte la matriz de los ríos

Pintura de Antonio González
Pintura de Antonio González

José Lezama Lima (1910-1976, La Fijeza), Cuba

A la Frialdad, I

El sueño que se apresura
no es el mismo que revierte.
La muerte cuando es la muerte,
pierde la boca madura.

La esencia que no se advierte
suele ser la más impura.
El amarillo en la muerte,
seda es contra natura.

Ser en el ser desafía
a la unidad mensajera
que de sí mismo se fía

y sólo un rumor desaltera.
Cuando el fruto está vecino
la mano yerra sin tino.

Ensalmo para atajar La Muerte. Antología por las víctimas de la pandemia [II]

Odisseas Elytis (1911-1996, Dignum Est), Grecia

El Gloria (Fragmentos)

Loada sea la luz y la primera
plegaria del hombre grabada en la piedra.
(…)
Loada sea la mesa de madera,
el vino rubio con el lunar del sol.
(…)
Loado sea el calor que encuba
piedras hermosas bajo el puente.
(…)
Loada sea la infernal trompetería
y la ígnea palidez que precede a la visión,
el poema ardiente de ecos de la muerte
las palabras punta de lanza y las suicidas.
(…)
Loada sea la mano que regresa
del horrendo crimen y ahora sabe
cuál es en verdad el mundo superior
cuál el “ahora” y cuál “el siempre” del mundo…

Octavio Paz (1914-1998, Bajo tu Clara Sombra), México

Noche de Resurrecciones (Fragmentos)

Vuelve los ojos hacia tu más cercana muerte,
hacia el tiempo sin límites
y la noche desértica,
sin orillas ni fondo;
vuelve los ojos hacia tu diario nacimiento,
vuelve los ojos, ve.

Tocas mi corazón, oh tenebrosa,
con mano blanda y grave,
vencida, que me vence;
y cede su latir a las corrientes
que nos empujan hacia dentro,
allá donde un mar quieto
hace encallar la luz,
donde lo vivo nace
y en la muerte final se reconcilia.
(…)
Todas las formas que derriba el sueño
o deshace la tierra,
llegan, por nuestra sangre, hasta la suya.

Pintura de Antonio González
Pintura de Antonio González

Jaime Sabines (1926-1999, La Señal), México

Tía Chofi (Fragmentos)

Amanecí triste el día de tu muerte, tía Chofi,
pero esa tarde me fui al cine e hice el amor.
Yo no sabía que a cien leguas de aquí estabas muerta
con tus setenta años de virgen definitiva,
tendida sobre un catre, estúpidamente muerta.
Hiciste bien en morirte, tía Chofi,
porque no hacías nada, porque nadie te hacía caso,
Porque desde que murió abuelita, a quien te consagraste,
ya no tenías qué hacer y a leguas se miraba
que querías morirte y te aguantabas.
¡Hiciste bien!
Yo no quiero elogiarte como acostumbran los arrepentidos,
porque te quise a tu hora, en el lugar preciso,
y harto sé lo que fuiste, tan corriente, tan simple,
pero me he puesto a llorar como una niña porque te moriste.
(…)
En el medio justo de dos o tres ideas que llenaron tu vida
te repetías incansablemente
y eras la misma cosa siempre.
Fácil, como las flores del campo
con que las vecinas regaron tu ataúd,
nunca has estado tan bien como en ese abandono de la muerte.


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