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Por Isis Samaniego

Puebla, México, 29 de agosto de 2022 [00:01 GMT-5] (Slow Food)

Me veo sentado a la mesa, frente a mi abuela, su charla se interiorizó en el domicilio de mi infancia; uno es de pronto los diálogos de sobremesa que la gente en los pueblos acostumbra, ahí en esos lugares donde la prisa aún no tiene cabida, en esas charlas hay consejos para quien los quiera tomar, de igual forma también recetas para quien en el futuro cocinará o preparará los sagrados alimentos. Pláticas que van desde lo perdido como frutos y yerbas que ya no se hallan en los mercados o de cómo se vivía en sus tiempos. Son vivencias íntimas entre los abuelos y sus nietos, entre los comensales y la cocinera, esto nos lleva a repensar lo que consumimos y cómo lo consumimos; sin dejar de sentir agobio por el deterioro constante en nuestra calidad de vida. Yo escuchaba a doña Angelita mientras afuera las calabazas crecían, las primaveras (pájaros parecidos a las oropéndolas) en sus jaulas chirriaban una canción singular y el aire corría.

Recuerdo muy bien el olor amanzanado de la cocina, ahí sobre la pileta de los trastos descansaba una fruta peculiar; la calabaza-melón o conocida también como Sicana odorífera. Es una especie única de las sicanas; la sicana es una de las seis especies de plantas fanerógamas de flores blancas-amarillas que pertenecen a la familia de las Cucurbitaceae, mejor conocidas como calabazas, es perenne (en términos botánicos perennes son aquellas plantas que viven más de dos años, que florece y produce semillas más de una vez en su vida), es una planta trepadora que llega a medir hasta quince metros de largo y que da un fruto de color entre rosa y vino o casi negro semejante a un embutido, puede llegar a medir entre 30 a 50 centímetros de largo por 15 de diámetro, con un olor agradable y penetrante semejante a la manzana. Recuerdo que en el solar de mi abuela había una enredadera de este tipo. Se dice que es una planta originaria de Suramérica, en Brasil le llaman Cruá o Melao caboclo (melón nativo) y en Paraguay se le conoce como Curuguá que es un vocablo del idioma guaraní.

Rodajas de Calabaza-Melón. Foto tomada de Slow Food
Rodajas de Calabaza-Melón. Foto tomada de Slow Food

Aquí un poco de historia. Las calabazas eran una de las cinco plantas que tributaban a los aztecas sus súbditos; Francisco Hernández (1590) protomédico de Felipe II, al llegar a la gran Tenochtitlan, quedó maravillado con la diversidad de formas, tamaños y colores de las calabazas, conocidas en lengua náhuatl como ayotli y así las describe: entre los géneros de calabazas que los indios llaman ayotli… se encuentran muchas variedades. Las hojas de todas son, en su mayor parte, semejantes entre sí y serían como de vid vinífera si no fueran mucho más grandes. Las flores son amarillas con formas de grandes cálices oblongos; pero los frutos son de nombres y formas muy variados[1]

En varias regiones le dan algunos usos medicinales, por ejemplo, en Brasil se toma como purgante, en Yucatán se hace una infusión de hojas y flores de esta cucurbitácea y se utiliza como laxante, sin embargo, se debe de saber la proporción exacta porque puede ser tóxica. Según la información nutricional este fruto contiene proteínas, cenizas, grasas, fibra, fósforo, calcio, hierro, carotenos, tiamina, riboflavina, niacina y ácido ascórbico, o sea es un fruto muy completo en muchos sentidos. En algunos lugares de Centroamérica cortan el fruto fresco y lo licúan tomándolo frío con un poco de sal, como un jugo.

Pero regresemos a la fruta, les contaré que me di a la tarea de cocinarla, aquí les dejo los pasos por si algún día se encuentran con esta calabaza y desean probarla. Para comenzar hay que pelar el fruto, una vez pelado córtelo en rodajas sin quitar las semillas, póngalo a remojar por lo menos una noche en agua de cal, al otro día enjuague las rodajas con suficiente agua y ponga la calabaza a cocinar con canela, azúcar, piloncillo, una pizca de anís y poca agua, sobre fuego lento hasta que el azúcar se caramelice y/o esté de color oscuro, y la consistencia de la fruta sea suave. Su sabor es parecido a comer melón cocido.

Otra cosa que me gustó de este fruto fue dejarlo una semana en mí recamara, pues su perfume cubre los lugares donde la dejen madurar, sin embargo, hay que estar pendiente de su consistencia ya que puede empezar a marchitarse muy pronto y empieza a arrugarse, ya que estas calabazas son sembradas sin ningún tipo de fertilizante. Esto de no conocer nuestras variedades de frutos hace que seamos ignorantes en su manejo, así que les recomiendo que cada que se encuentren con alguna verdura o fruto extraño habrá que investigar hasta con los vecinos.


[1] Del Jardín de América al mundo: Montserrat Gispert Cruells, Alberto Álvarez de Zayas; Grupo Editorial Miguel Ángel Porrúa, México, 1998.


Esta crónica se publicó originalmente en Calabaza-Melón.


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