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Por Javier Gutiérrez Ruvalcaba

Ciudad de México, 25 de abril de 2023 [00:02 GMT-5] (Neotraba)

Me vino de golpe a la memoria uno de esos escritores cuyo deporte favorito era despotricar contra sus colegas y por ende granjeador de grandes enemigos.

Por supuesto que me refiero a Roberto Bolaño, fallecido el martes 14 de julio de 2003.

Fueron legendarias sus declaraciones hacia colegas afamados, como aquella de 2002 donde declaró:

“Como poeta sería maricón o si acaso loca, como Whitman y Blake. Neruda y Paz, en cambio, son maricas”, o la que le valió la repulsa de los seguidores de Isabel Allende:

“Me parece una mala escritora simple y llanamente, y llamarla escritora es darle cancha. Ni siquiera creo que Isabel Allende sea escritora, es una escribidora”.

Y qué decir de esa otra desfavorable hacia otro chileno de abolengo:

José Donoso es un escritor con una línea de flotación jodida. Es un autor que tiene libros que son abominables, malos de salir corriendo. Si salen seguidores de este escritor, que más bien tiene pocos libros buenos, cómo van a salir”.

Con ese tipo de declaraciones podría suponerse que el malogrado escritor era uno de los miles de narradores frustrados que sólo buscaban fama y fortuna atacando a colegas, pero todo lo contrario, Bolaño ya tenía cimentada su prosapia literaria cuando la parca lo llamó a sus brazos.

¿Cómo definir a Roberto Bolaño Ávalos?

Tal empresa se la cedo a quien lo conoció mejor en materia intelectual, Jorge Herralde, mandamás de Anagrama.

“Una empresa condenada al fracaso, claro está, como máximo hay que proceder por aproximaciones.

Por ejemplo, su radicalidad estética, ética y política, tan insobornables, diría, como inevitables, desde aquel joven adolescente en México, con gestos dadaístas, bajo el signo de Rimbaud, un desesperado escribiendo para desesperados, pese a las advertencias del pragmático sentido común”.

Aunque no tuve trato personal con Bolaño, si lo fue constante de manera virtual.

Nuestros contactos, mayormente fueron a través del correo electrónico y del hilo telefónico.

El primer acercamiento lo propicio Herralde, quien nos enlazó para una entrevista remota el dos de noviembre de 1998, a las pocas horas de haberle otorgado a Los detectives salvajes el XVI Premio Herralde de Novela.

A partir de esa charla, cada edición publicada en vida del autor me era enviada por Arturo Belano, alter ego de Bolaño, con una nota autógrafa, reiterando su amistad.

Lo último que llegamos a conversar fue que en breve tendría una intervención quirúrgica por un problema hepático grave y sobre el gusto que le dio saber que Huesos en el desierto de Sergio González Rodríguez venía desplazándose bastante bien en librerías mexicanas.

Días después viene un coma y una muerte repentina del poeta y narrador avecindado en Blanes, un pueblo muy cerca de Gerona, provincia de Cataluña, en España.

Quienes lo tratamos, en aquellos años, esperábamos que pronto recibiera el anhelado órgano que le prolongara la vida y saliera con bien de esa cirugía.

Sin embargo, no fue como deseábamos y en México nos enteramos el miércoles siguiente de que la lucha había llegado a su fin.

The Billy Boys de Jack Vettriano
The Billy Boys de Jack Vettriano

De inmediato, me vino a la memoria la fortuna de ser uno de los primeros en felicitarlo el día de la obtención del Premio Rómulo Gallegos y el primer periodista mexicano en entrevistarlo por tal acontecimiento, según me subrayó en la llamada de ese día.

La entrevista no se publicó pronto.

No consideré oportuno entregarla a algún suplemento cultural por la demasía de entrevistas aparecidas en esos momentos.

Medité proponerla a alguna revista literaria chilena o incluso enviarla al prestigiado diario andino El Mercurio.

Sin embargo, tras un encuentro con José María Espinasa, en esos momentos director del suplemento Ovaciones en La Cultura, me convenció de publicarla ahí.

Titulada “El dos de la suerte” apareció impresa el domingo 25 de julio de 1999.

La plática versó sobre la entrañable relación con México y, obviamente, del Premio Rómulo Gallegos, conocido también como el Nobel Latinoamericano de Literatura.

Aquí dejo la última pregunta, con su respectiva respuesta, de aquel diálogo.

¿Qué le queda en las entrañas de México?

-Los suelos y las pesadillas.

Los deseos de hacer lo imposible.

Mi amistad con Mario Santiago.

Mi primer amor.

Mi primer trabajo vendiendo Vírgenes y Santitos y mi primera publicación en el suplemento cultural de El Nacional”.


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