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Monterrey, Nuevo León, 3 de octubre de 2024 (Neotraba)

Pensaba caer a escucharlos desde afuera. Caíste del cielo. Gracias carnal. Te dice un bato.

Belafonte Sensacional posee una genuinidad que al paso de los años no has experimentado con nadie más. Cada una de esas rolas es el llamado al espíritu perdido de tu niñez. Ritual que levanta la esencia jetona de la niña feliz que pudiste ser. Nunca lo fuiste del todo. Te gusta imaginar lo que pudo ser. Lo intentaste bebé.

Sonidos guturales, cantos rudos, mood guapachoso, punk, norteño, cumbiero. Bailes frenéticos, miradas desposeídas, acordes torrenciales.

Por todo lo que el Destroy representa, desquiciada, te armaste la campaña presidencial. Compraste un par de entradas y decidiste regalarlas a los primeros dos weyes que las exigieran. Al que guste. Pa la banda.

No me alcanzó para el boleto, caería a escucharlos desde afuera, ¿Qué se ocupa? De único requisito pediste puntualidad y no fallarle. Allá te veo. No faltes carnal.

No imaginas lo que el precio de una entrada representa pa alguien más. Si una lata de leche, un paquete de pañales o toallitas Kleenbebé. Una despensa, visita al médico similar o la cuota escolar que dejaste pendiente de uno o dos años atrás.

Quizá nomás pa no descompletar el cartón de chela, la caguama o una cajetilla de los más baratos. No te lo imaginas. Lo viviste. Fue tu adolescente rebelde la que le sufrió y le chingó.

Fuiste la que se quedó esperando la dinámica de la estación con los asientos en “zona paloma” por chingos de horas. La que le lloró a su jefe por un pinche boleto pa un concierto de Soda Stereo, la que le regateó al revendedor, hizo el ridículo en la dinámica de la televisión y se macheteó hasta de qué color caga el baterista de alguna legendaria banda. Hoy ni por error lo volverías a hacer.

Desde entonces, si en tus posibilidades está, te jalas a alguien más. De tener el poder adquisitivo, te acabas la ristra de boletos digitales de los Belafonte, pa repartir sobre la Calzada Madero.

La velada en la meritita entraña del Reyno. Tripas, orines, adefesio, caño. Travestis, homeless, sexoservidoras, congales, piqueras, cantinas gays. A pocas cuadras de la Calzada Madero, de la embriagante nostalgia, de los niños que lloran, adultos sin amor, hoy alcoholizados, en el andar de la permanente búsqueda, por las ásperas y reconfortantes caricias de sus iguales sobre la barra, la chela azorrillada, la botana rancia y los cigarrillos sin filtro.

Lo hubieras hecho de poder. Caer a la cantina de La Esquina. Tickets para todos. Pa Satanás, pa la Maripapas, pal Gallo, pal Tamales, pal Caballo, pal Abuelo, pa la Marilú, la Changa y hasta el Juan Gabriel. Personajes sin hogar. Sin Dios. Con esfuerzos sobrehumanos por no pisar sus casas al augurio de reproches, amenazas y golpes de realidad. Adolescentes rebeldes eternos.

¡Súbete perra! Vamos a evadir la realidad con Belafonte Sensacional

Acá entre los artesanos, músicos, escritores, promotores, periodistas y artistas independientes. Niños negados y renegados a crecer. Entre la fresada sampetrina y la selecta bandera del downtown regiomontano. Encontronazo cultural. Somos iguales. Nos palpita igual el corazón, nos fluye la misma sangre y a todos nos hiede por igual la axila entre saltos, golpes, bailes, sudor y fluidos.

Es Israel Ramírez al frente. Estruja letras, coplas, versos, cantos, rituales, sonideros. Exuda flow, asfalto y barrio. Juntos y bien revueltos los Belafonte Sensacional son una ofrenda radioactiva. Música en todas sus formas, tamaños, sabores y colores. Sin distinción de clase, género o nacionalidad. Sin pretensión. Diáfano.

Hacinados frente al escenario del Gargas. Dos abanicos a los costados, chingos de chela, bochorno hostil. Para nada apaciguados. Eufóricos, bestiales y sedientos. Al ritmo de los clásicos de Belafonte Sensacional y las rarezas musicales de versiones al Belafonte Style con rolas como “No bailes de Caballito” o “El Zapato”.

El morro al que le diste el boleto aprovecha para videollamar a su pequeña hija que yace dormida del otro lado de la pantalla. Donde sus sueños de bombones seguramente se tornan pachangueros e impetuosos. Ráfaga directa al inconsciente.

Pachanga es una palabra difícil de pronunciar y añadir a tu léxico diario. Pachanga es de los señores panzudos y las señoras chaparritas de coordinados floreados con faldas largas y zapatitos de tacón. Pachanga es una canción que canta Vilma Palma. Pachanga vocablo muy utilizado en Cuba. Pachanga por Celia Cruz. Changó, justicia, rayos, trueno y fuego. Sinónimo de fiesta.

Belafonte Sensacional no es una deidad, pero dispone de facultades sobrenaturales que elevan. Divinidades de la pérdida del juicio, la cordura, la vergüenza y el pudor. Sublimes mixturas de pasos cumbieros, punk y taconazo. Fue una desmesurada noche de pachanga, jovenazos.

No hubo transmisión en vivo ni de pay per view. La orfandad en Nuevo León de bandas como Belafonte Sensacional no es un invento de tu imaginación. Es real. Desamparo musical. No estás perdiendo la cordura. No resulta una extravagancia. “La avanzada” se quedó varada. Seguimos a la espera de que antes de brincarse los elementales pasos por llegar al “Yo Rock-Star” se apeguen a la genuina esencia de hacer música más allá de los números de seguidores, visualizaciones o reproducciones.

En punto medio neni, a buena hora, Belafonte Sensacional dio cátedra y no figuraste. Todo por jugarle al pequeño gran rockstar.


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