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Por Sergio Madrazo Langle

Ciudad de México, 18 de julio de 2021 [02:18 GMT-5] (Neotraba)

—Señor Alacrán, hágame usted el favor de callar a esas cochinillas. Las calla o las saca del juzgado.

—Sí, Su Señoría.

—¡Orden, orden! Por Dios, ¿qué no pueden serenar a estas bolas grises para dar inicio al juicio?

—Señor Alacrán, que pasen los miembros del jurado.

—Sí, Su Señoría.

—Vaya, por fin. Señor fiscal, ¿tiene usted preparada la acusación?

—Su Señoría, tengo bajo mis cien pies toda la documentación y testimonios que no dejan lugar a dudas de quién cometió el asesinato.

—Adelante.

—Protesto, Su Señoría. ¿Cómo es posible que el fiscal pueda levantar tan atroz argumento contra mi cliente, si no hay cuerpo del delito?

—A ver, a ver, señor Grillo, el fiscal sólo está presentando la acusación.

—Su Señoría, por favor, ha inculpado a mi cliente. Sin argumento alguno, sin un cadáver. ¿Cuándo se ha visto que en una acusación de asesinato no se tenga el cadáver?

—Su Señoría, quiero recordarle al señor defensor que, en el caso del señor Sapo, se le condenó por el asesinato de la Libélula y esta nunca fue encontrada.

—Falso, Su Señoría: parte de las alas se encontraron en los excrementos del señor Sapo.

—Señores, por favor, basta de gritos en el tribunal. Se comportarán como funcionarios del juzgado o los haré echar.

—Señor Fiscal, proceda a exponer su caso.

—Esta representación popular de insectos demostrará que la señora Catarina asesinó al señor Oruga. ¿La razón? Esa quedara clara en el proceso.

—Señor defensor, ¿cuál es su argumento?

—Su Señoría, simplemente que no hay cadáver. Sin cadáver, no se puede demostrar el asesinato. Ya en los anales del Compendio de las Tortugas se señala claramente que para que se dé un crimen, tiene que haber cuerpo del delito. Y en este caso, Su Señoría, precisamente lo que no hay es cuerpo.

—Bien, lo tomaremos en cuenta. Señor Fiscal, llame a sus testigos.

—Llamo a la esposa del difunto, la señora Catarina.

—¿Cómo? ¿Yo? ¡Esto es un atropello! Jamás le haría daño a mi amado esposo.

—Señor Oficial, conduzca a la señora Catarina al estrado, de inmediato.

—Señora, ¿es cierto que el día 10 de julio contrajo matrimonio con el señor Oruga?

—Sí, Señor Fiscal, eso lo saben todos los presentes: la boda se celebró en la Maceta de las Buganvilias, incluso el Señor Juez asistió.

—Por favor, limítese a responder a las preguntas del Fiscal, señora.

—Sí, Su Señoría.

—¿Sería correcto afirmar que del día 10 de Julio, al 23 del mismo mes, usted y su esposo pasaron la luna de miel en el Ahuehuete Central?

—Es correcto, Fiscal.

—¿Regresaron a su morada, en el Naranjo, rama 3, el día 24?

—Sí.

—Su Señoría, a partir de esa fecha, según los dichos de los vecinos, no se volvió a ver al señor Oruga.

—¡Mentira! Mi marido salió a trabajar el día 25.

—Señora Catarina, ¿es cierto que, a instancias de la vecina de la rama 4, se presentó el oficial Cara de niño en su domicilio el día 30, a efecto de investigar cierto polvo extraño que salía de la ventana?  

—No sé lo que la chismosa de la señora Palomilla le haya dicho al inspector, pero lo que sea que haya dicho, es mentira: siempre ha tenido envidia de mi belleza. Es una vieja que solo anda tirando polilla por todo el vecindario.

—Señora Catarina, por favor, limite sus respuestas a las preguntas del Fiscal.

—Por el momento, no hay más preguntas para la acusada, Su Señoría.

—Señor grillo, ¿quiere repreguntar?

—Sí, Su señoría. Señora Catarina, ¿cuándo fue la última vez que vio al señor Oruga?

—El día 25.

—¿Está segura de que ese día aún se encontraba con vida?

—Sí, señor Grillo, lo vi salir arrastrándose, tranquilamente.

—No más preguntas, Su Señoría.

—Señor Fiscal, ¿quiere llamar a otro testigo?

—Sí. Esta Fiscalía llama al Oficial Cara de niño al estrado.

—Oficial Cara de niño, en términos generales, ¿nos puede decir qué descubrió el día que acudió al domicilio del hoy occiso?

—Su Señoría, protesto: el Fiscal está declarando. No hay cuerpo. No puede haber occiso. ¿Dónde está la presunción de inocencia?

—Ha lugar. Señor Fiscal: condúzcase con honorabilidad.

—Perdón, Su Señoría. Oficial Cara de niño, ¿nos puede decir qué descubrió el día que acudió a visitar la casa de la pareja Catarina-Oruga?

—Sí.

—Bueno, pues abunde.

—Entré en el domicilio ubicado en El Naranjo, rama tres. Encontré el lugar ordenado, sin aparentes signos de lucha o violencia. Sin embargo, en el suelo se podía percibir un cierto polvo, polvo blanquecino. En una de las esquinas, formando un pequeño montículo, se apreciaba más de este polvo extraño. Nunca lo había visto.

—Prosiga, Oficial.

—Bueno, Señor Fiscal. Al fondo pude ver una ventana, abierta, que daba a la parte trasera del Naranjo. Me acerqué para mirar hacia abajo. En el suelo, estaba tendido el cuerpo de una mariposa, creo que de ésas que les llaman Monarca. Procedí a bajar a donde se encontraba el cuerpo, extendí una de mis patas, le toqué la antena y constaté que estaba muerta.

—¿Qué hizo después, Oficial?

—Procedí de inmediato a informar a los servicios médicos. El doctor Mantis llegó inusualmente rápido, acompañado de dos lombrices, que le ayudaron a trasladar el cuerpo. Posteriormente, informé al señor Tortuga, digo, a Su Señoría, del infortunado hallazgo.

—Protesto, Su Señoría. ¿Qué tiene que ver el cadáver de una mariposa con la desaparición del señor Oruga? El Fiscal quiere convertir este proceso en un circo.

—Su Señoría, en su momento se verá la relevancia de este testimonio.

—Dejaré que continúe el Fiscal con sus testigos, después ya podrá usted, señor defensor, esgrimir sus argumentos.

—La fiscalía llama al Doctor Mantis.

—Oficial, conduzca al Señor Mantis al estrado.

—Sí, Su Señoría.

—Doctor Mantis, ¿nos puede usted decir qué fue lo que encontró, el día 30 de este mes, en los alrededores del Naranjo?

—Verá usted, Señor Fiscal, al acudir a las intensas vibraciones y constantes llamadas del oficial… Cara de niño, me encontré con el cadáver de una mariposa de sexo masculino, de las denominadas Monarca.

—¿Nos puede usted decir, Señor Doctor, de qué falleció?

—Claramente, Señor Fiscal, había sido atravesada con un palillo de madera, lo que le provocó la muerte instantánea.

—¿Podría darnos alguna ventana de tiempo en la que ocurrió el maripocidio?

—Bueno, Señor Fiscal, debió ser entre el 28 o 29 de este mes.

—Gracias, Señor Doctor.

—¿Repreguntas, Señor Defensor?

—Sí, Su Señoría.

—Señor Mantis, el cadáver que encontró es, en efecto, de una mariposa, ¿correcto?

—Correcto.

—No más preguntas, Su Señoría.

—Señor Fiscal, ¿algún otro testigo?

—No, Su Señoría.

—Señor Defensor, ¿algún otro testigo o repreguntas?

—No, Su Señoría.

—De acuerdo, procederemos a los alegatos finales para que el jurado pueda deliberar. Comenzará, como dicta la costumbre, con la acusación. Acto seguido será el turno de la defensa. Les recuerdo a los señores Fiscal y Defensor que no habrá replicas, y a el público de la sala que deberá guardar silencio o serán desalojados por el Señor Alacrán. Proceda, Señor Fiscal.

—Gracias, Su Señoría. Distinguidos miembros del Jurado, como ha quedado claro, se desprende de la declaración de los testigos que la noche del 28 o mañana del 29 del presente mes, fue cobardemente asesinado el señor Mariposa, con un palillo de madera. Ustedes se preguntarán, ¿pero qué tiene que ver este insecticidio con el asesinato del señor Oruga? Pues bien, según algunos estudios recientes, las orugas, en un momento dado, por orden divina, se transforman en mariposas. El señor Oruga debió experimentar su transfiguración en algún momento de los días 25 al 28, momento en el cual, al estar por completo vulnerable, fue cobardemente atravesado por su esposa con un palillo de madera. Sólo podemos imaginar cómo cayó lentamente desde la ventana de lo que para él fue su hogar. Ante tan artero crimen, pido al jurado condenen a la señora Catarina a la pena máxima: ser arrojada a los pájaros. Eso es todo, Su Señoría.

—Bien, es el turno de la Defensa.

—Gracias, Su Señoría. Amigos y amigas del Jurado, les pido ahora, con gran humildad, que analicemos los hechos que aquí se nos presentan, con frialdad, al margen de especulaciones, de teorías alucinantes, de gusanos despiadados, sedientos de sangre. La acusación claramente señala como delito el homicidio del señor Oruga. En ningún momento nos habla de mariposa alguna. El fiscal, que tiene tanta imaginación como pies, quiere hacernos creer que el señor Mariposa es en verdad el señor Oruga. O mejor dicho, que el señor Oruga es en realidad el cadáver del señor Mariposa. Este es el disparate más grande que he escuchado en este tribunal, desde que tengo memoria. Pensemos. ¿Cuál podría ser el móvil de la señora Catarina para asesinar al señor Oruga? Acababan de casarse, eran felices. Por tanto, la respuesta es: ninguno. ¿Qué obtiene la señora Catarina con la muerte del señor Oruga? ¿Dinero? No: ella ya es rica. ¿Una propiedad? No: la casa es de ella. Entonces, ¿cuál podría ser el móvil? Ninguno, claramente, ninguno. Por ello, mi clienta debe ser declarada inocente. Eso es todo, Su Señoría.

—Ahora, que se retire el jurado para deliberar.

—Señor Alacrán, llame a la Defensa y al Fiscal, el jurado me ha hecho saber que ya han terminado las deliberaciones.

—Enseguida, Su Señoría.

—Señores del Jurado, ¿tienen un veredicto?

—Sí, Su Señoría.

—¿Cómo encuentran a la acusada?

—Inocente, Su Señoría.

—Es un ultraje, Su Señoría, exijo den el motivo de su fallo.

—Tranquilícese, Señor Fiscal. Miembros del jurado, ¿bajo qué razonamiento han llegado a ese veredicto?

—Es sencillo, Su Señoría: una oruga es demasiado fea para, en algún momento, poder llegar a ser una mariposa.


Sergio Madrazo Langle nació en la Ciudad de México, el 22 de Octubre de 1967. Es egresado de la Facultad de Derecho de la Universidad Nacional Autónoma De México.


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