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Por Adriana Barba

Monterrey, Nuevo León, 25 de septiembre de 2020 [00:01 GMT-5] (Neotraba)

¿Cuánto vale ahora, una abrazo?

185 días, unos más, unos menos desde que todo cambió, nos puso en pausa, muchos conocidos perdieron a seres queridos, perdieron el trabajo, la casa se llenó de estrés, de inseguridades, de angustia, ya pasamos por todas las etapas posibles de supervivencia, algunos aprovechando los días eternos de encierro más que otros.

Donde nada es más importante que sobrevivir.

Pero ¿cómo podemos hacerlo sin abrazos?

Suena insignificante, ¿no? Pero, más allá de librar el virus y librar la economía, ¿cómo libramos lo emocional?

Soy maestra desde hace 16 años, hace 7 que a las 7 de la mañana la puerta de la institución donde trabajo me esperaba para estar al pendiente de la llegada de los alumnos. Desde las 7 uno tras otro los abrazos desfilaban puntuales: “¡Buenos días!” Mi sonrisa de oreja a oreja, lo juro, era feliz, veía al cielo mientras llegaban los niños y hacía mis peticiones diarias, libres de conflictos llenas de aprendizaje, “un amor mágico, por favor”, en eso llegaba otro coche y una adolescente se bajaba casi con la almohada en la cara: “¡Hola, Miss!” Aquí venía otro abrazo.

Un abrazo más. Foto de Adriana Barba
Un abrazo más. Foto de Adriana Barba

Y así para las 8 de la mañana que estaba en mi salón, ya tenía en el bolsillo fácil unos 15 abrazos, sumándole que yo soy la incómoda que saluda y abraza… Ok, lo dejamos en 25 abrazos.

Para las 3:15 que acababan las clases ya tenía 40 abrazos, pero mi trabajo seguía hasta las 7:45 de la noche. Sin querer sonar presumida alrededor de 60 abrazos diarios eran mi medicina de felicidad. Según el movimiento “Free Hugs”, que desde 2004 tomó las calles del mundo con gente que ofrecía abrazos gratis para compartir salud, bienestar, armonía y plenitud se necesitan de 4 a 12 diarios para ser felices, ¿se puede imaginar mi vida con 60 diarios?

Gloria

Ese era mi secreto para no quejarme de la vida. Ya ha escuchado usted que con el contacto el cuerpo libera oxitocina, serotonina y dopamina que nos hacen sentir bienestar y calma y con esto canto mi pedacito favorito de una canción de Jorge Drexler:

“Abre tus brazos, ciérralos conmigo dentro, solo unas horas y luego…”

¿Cómo compras eso?

No importa que tan rico seas. Los abrazos son lo más maravilloso del mundo y su valor es infinito.

Otro abrazo. Foto de Adriana Barba
Otro abrazo. Foto de Adriana Barba

Ahora, ya con los semáforos en naranja y amarillo en México –y según Gatell pronto en verde– todos se amoldan a la nueva modalidad, pero nos robaron lo más valioso: vemos a nuestros cercanos pero los vemos con desconfianza. Al menos yo guardo distancia, no me quito el cubrebocas y un abrazo, ahora, es peligro.

Peligro, aquello que nos da amor, que nos da bienestar y que necesitamos más que nunca para librar lo que acontece.

Estoy segura de que mis 60 abrazos volverán, serán abrazos llenos de chocolate o de grasa en las manos, abrazos oliendo a Suavitel, abrazos con sabor a cumpleaños y pastel, abrazos de todo por fin acabó, abrazos de no sé cómo ni cuándo pero serán y los mejores, los abrazos que soñaste durante toda la pandemia, abrazos en el aeropuerto, llenos de nervios pero también de amor, de esperanza, esa que es lo último que no podemos darnos el lujo de perder.


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