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Por Adriana Barba

Monterrey, Nuevo León, 22 de octubre de 2021 [01:00 GMT-5] (Neotraba)

Tengo orgullo de ser del norte del mero San Luisito porque de ahí es Monterrey. Y manejar por carretera es una de mis tantas pasiones. En 2019, decidí que la Semana Santa de 2020 cumpliría mi sueño: la pasaría en Memphis, ciudad sobre el río Mississippi en el suroeste de Tennessee, famosísima por el blues, el soul y el rock “n” roll. Manejaría 1,020 millas con tacos de harina, Chetos Flamimg Hot y Dr. Pepper hasta llegar a un lugar icónico: el Sun Studio, famoso porque ahí Elvis Presley –del cual soy fan empedernida–, B.B. King y mi adorado Johnny Cash grabaron sus discos, esto en los primeros años de la década de los ‘50.

En fin, mi sueño quedó en pausa. Cancelé todo el 17 de marzo e igual que el mundo entero me la pasé tratando de evitar el virus y sobreviviendo en lo económico, social y más en lo emocional.

Pasaron los meses y en mi cabeza solo rondaba mi idea de viajar. Puebla será mi primer viaje de 2020, dije en voz alta, octubre sería el mes acordado.

Cholula –la milenaria– es bella, cierro los ojos y aún puedo ver tanta luz de sus iglesias en cada esquina. Pareciera que entre más luz más rápido se disuelven los pecados de los poblanos… Y los tacos, ¿qué les puedo decir de los tacos? Valdría la pena arriesgarme una y mil vidas más para volver a llegar a ellos.

En esos días dejé de pensar en todo: los recuerdos de enero a septiembre se habían puesto en pausa, me olvidé de la pandemia y de la dieta. Es más, hasta mi sueño de ir Memphis se quedó guardado en un cajón. Puebla me envolvió con su magia, con sus cemitas y sus tacos árabes.

Dos caballeros maravillosos, que me trataron esos días como una reina, me llevaron a tomarme fotos al centro.

Foto de Luis J. L. Chigo
Estadio Ignacio Zaragoza. Foto de Luis J. L. Chigo

Y ahí, sin planearlo, llegué al lugar y en la misma fecha donde 39 años antes se presentó Queen con un concierto muy accidentado. Dicen que la pésima organización hizo que la banda liderada por Freddy Mercury no quisiera volver a México.

La tarde era encantadora, el cielo parecía que nos hablaba, las nubes tenían mensajes ocultos para nosotros, no podía dejar de verlas. El Estadio Olímpico Ignacio Zaragoza, estaba ahí, callado, triste, abandonado, esperando su muerte en una eterna agonía, observé todo a detalle y me imaginé ese día, la emoción que sintió ese lugar por tener a la Reina, como parte de su gira por Latinoamérica, tuvo mucha suerte. Vivió su momento de gloria –independientemente de lo que pasó después– esa noche se quedó impregnada en ese lugar y en los recuerdos de los poblanos que asistieron. Esa noche donde todo Puebla olía a marihuana.

Pero no se me puede pasar contar que de los cuatro lugares donde se presentarían en México solo 2 se realizaron. Usted ya sabe cuál fue el primero y el mejor, donde las cosas sí salen bien, en mi terruño: 45 mil regiomontanos entre ellos personas que aprecio mucho coincidieron que fue un concierto, histórico, memorable. El Estadio Universitario rugió el 9 de octubre del ‘81, dos años antes de que yo naciera.

“Mama, ooh, didn’t mean to make you cry
If I’m not back again this time tomorrow
Carry on, carry on as if nothing really matters”.

Queen forma parte de mi bagaje musical y Puebla forma parte de mis mejores anécdotas de vida. Sin planearlo siempre me toca la casualidad de estar en lugares importantes en la historia de la música, imaginarme y sentir con solo tocar un barandal, todo lo que pasó ahí.


Este texto se publicó originalmente en la revista electrónica Juguete Rabioso. Lo reproducimos en Neotraba con permiso de la autora.


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