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Por Adriana Barba

Monterrey, Nuevo León, 9 de octubre de 2020 [00:21 GMT-5] (Neotraba)

Adriana Barba. ¿Por qué hacer para Tom el trabajo tan pesado? Quiero decir, como lectora llegó un momento en el que pensé que no resistiría, que no podría terminar los asuntos pendientes.

Nicolás Ferraro. Creo que cuanto mayor es lo que está en juego, mayor es la recompensa. En términos de tensión y de entretenimiento primero que nada.

Inventemos una historia a modo de ejemplo: Si la misión del protagonista es robar las joyas de la abuela, porque le quiere regalar a su novia un collar y no tiene un peso, lo que está en juego es poco. Lo descubre la abuela en el peor de los casos y ya. Ahora si las roba para pagar una deuda que tiene con un dealer que le dice que si no le paga le va a meter tres tiros, es otra cosa, y si nuestro protagonista en vez de usar las joyas para pagar esa deuda, las usa para comprar un poco de falopa más, bueno… las cosas se complican, y si se complican, se vuelven interesantes. Nadie quiere leer fábulas. Creo que ya ni siquiera los chicos creen en las fábulas.

Es en situaciones límites donde lo que somos aflora con mayor facilidad, si somos cobardes, o somos leales, y donde se ven nuestras fallas, donde nos mostramos con mayor claridad.

Gracias a las preguntas que a uno lo van haciendo y lo ponen a pensar, creo que me interesa poner a prueba lo peor de uno y ver qué queda de uno una vez atravesado ese camino. Lo que queda de humanidad en cada uno, cómo reaccionamos frente a tal o cual suceso, qué tan empático podemos llegar a ser. Podemos no estar de acuerdo con lo que algún personaje haga, pero quizás entenderlo. Entiendo que mis libros no son para cualquiera, que pueden resultar fuertes. Hay un riesgo tanto para el lector como para el escritor, así como también espero que haya una recompensa. Poder mirar ciertos aspectos nuestros con nuevos ojos. De esa experiencia no placentera uno puede llegar a conclusiones que de no haberlas atravesado nunca hubiera llegado. Y tampoco sabemos cuáles van a ser.

En Cruz está eso principalmente. Emprendés un camino pensando estoy aprendiendo esto, pero eso es el Caballo de Troya para algo mayor.

Mauricio Bares y Nicolás Ferraro. Foto de Óscar Alarcón
Mauricio Bares y Nicolás Ferraro. Foto de Óscar Alarcón

AB. Hablando de Alvarenga en la vida de los Cruz… ¿Qué ocurre con las amistades en la mafia?

NF. Imagino que algo no muy diferente que lo que sucede en las amistades que cada uno de nosotros tiene, quizás más efímeras o intensas, al haber tantas cosas en juego y tanta desesperación, las posibilidades de traición se vuelven más evidentes. Pienso que ahí es todo más rápido, tardamos menos en darnos cuenta quién es el otro. Aunque, claro, las traiciones en ese mundo tienen unas consecuencias más importantes, y muchas veces más definitivas. Una cosa es que te metan los cuernos y otra que te metan un tiro.

También la palabra mafia tiene quizás una connotación estilizada, padrinos y consiglieres, más emparentada con gente que se erigió a sí misma como criminales por una elección más que por ser una última o única opción, que es lo que sucede en la mayoría de mis personajes. Suele hablarse de que en el mundo, en general, cada vez hay menos valores. Y a veces me da la impresión de que eso es algo que se debe venir diciendo desde que crucificaron a Jesús y antes. Qué cosa este Judas, la gente de antes tenían otros valores, seguro que alguno dijo eso. Se habla de los old school, de los Original Ganster –OG–, los criminales con código que ya están en extinción. Es posible. Y tiene que ver muchas veces con la droga. Cuando habla el vicio, el resto se calla, no se le responde a otra cosa más que a la falopa.

AB. Después de tanta violencia y situaciones escalofriantes ¿crees que alguna en especial haya cambiado la manera de ver las cosas en cuestión de la lealtad a Tom?

NF. Pienso que seguirá siendo leal, pero leal a otras cosas. Muchas veces nos pasa que uno es de una manera y lo cagan, y dice, bueno, me cansé, ya no voy a ser así, y a la semana está haciendo eso de nuevo, y seguro en otro momento lo volverán a cagar. Pero la realidad es que uno lo hace más por uno, que por el otro. Es una lealtad hacia uno mismo y hacia como uno quisiera que sean las cosas. Claro, que después está la realidad en el medio…

AB. Hablando en guaraní, ¿qué tan complicado fue para ti meter el guaraní a la novela? ¿Cuánto tiempo de investigación te llevó?

NF. Fue un desafío y una apuesta incorporar no solo ciertas frases en guaraní, sino también jerga propia de un lugar que nunca pisé –y que debería hacerlo en algún momento; plan arruinado por pandemia. Es en la voz del narrador y en el registro narrativo donde uno puede disfrazar una historia archi conocida y mostrarla como algo diferente, o como algo que valga la pena dedicarle el tiempo de lectura.

No soy muy amante de la investigación, si bien soy casi esclavo de ella al tocar de oído. Investigué lo suficiente como para que si me llevaran a juicio tener armas con las que defenderme. Si la gente te cree una, dos, tres cosas que son fáciles de verificar, te toman como una voz confiable y es más fácil seguir en ese juego.

Ya descubriendo cierta arquitectura de esa jerga lo siguiente fue romperla y apropiársela, divertirme con esa voz que andaba ahí dando vueltas. Por suerte, gente de Misiones que me leyó, me marcó algún que otra pifia, muy pocos, pero sobre todo se coparon con el uso que le había dado y me tiraban más palabras para que pudiera utilizar en la próxima historia.

Cruz de Nicolás Ferraro. Foto de René García
Cruz de Nicolás Ferraro. Foto de René García

AB. Me llamó mucho la atención que en un momento, cuando aparece el viejo Cruz a escena, Tom empezó a llamarlo “mi viejo” con un toque de orgullo. ¿Cómo son las relaciones afectivas, en este caso de padre e hijo en la mafia?

NF. Está el refrán que dice Más vale diablo conocido… Y Tom sabe que si te vas a ir de viaje al infierno, no hay mejor guía que el diablo. O si pasamos de la versión medieval al siglo XXI: si te vas a meter con unos hijos de puta, asegurate de tener al hijo de puta más grande de tu lado. Tomás quizás nunca supo bien quién es su padre -quién sabe quiénes son los que nos rodean es uno de los grandes temas de la literatura-, pero sí sabe de lo que es capaz. Sabe la capacidad de dañar que lleva encima. Ahí, cuando lo necesita, tiene claro que el apellido es un chaleco antibalas. Y es: hola, lo traje a mi viejo… y saber lo que eso significa.

Como te decía en la pregunta sobre las amistades, mi acercamiento hacia estos personajes viene desde un lado más empático, o desde lo que conozco, y transfiero eso hacia el mundo criminal, tomando de anclaje también ciertos personajes que ya no existen o están en extinción.

Si vamos al día a día, puedo comentar dos o tres cosas, para no pecar de hablar sin saber. Hay casos donde el padre criminal es idolatrado, la violencia tiene a venerarse cuando uno se cría en un ambiente de privación o en el que se encuentra desprotegido, y también hay otros casos donde cuando el padre pierde –sea por una bala o por la cárcel– y les toca suplir ese rol dentro de la organización, ya sea el hijo, o la mujer, o lo que sea.

Mismo también dentro de las organizaciones narcos que se distribuyen los roles, por ejemplo, en un kiosco de droga. El padre negocia y vende, la madre arma papelitos, el hijo hace de campana, etc. Es una situación muy compleja.

Nicolás Ferraro en la prepa Zapata. Foto de Óscar Alarcón
Nicolás Ferraro en la prepa Zapata. Foto de Óscar Alarcón

AB. Llegó un momento en que Tomás Cruz nos demostró que tenía tantas agallas como los otros Cruz. ¿Crees que sí hubiera sido distinto y Tom hubiera estado en problemas, Seba hubiera saltado por él?

NF. Creo que sí. De hecho, es esa prueba de lealtad y de protección del hermano a Tomás quince años atrás, cuando el padre cae preso y es Sebastián el que se hace cargo para que nada de eso salpique a su hermano, lo que lo pone al protagonista en una posición de tener que decir sí o sí. Sebastián siempre ha velado por Tomás, de maneras que han variado en el tiempo de acuerdo a lo que él mismo se iba convirtiendo por necesidad o por deseo. Y hasta se puede decir que Tomás se ha aprovechado de eso, y lo ha utilizado de comodín para poner su vida en un stand-by eterno, del que solo sale una vez que tiene que hacer algo él por la familia, y no al revés.

AB. El final… Glorioso, inexplicable e inesperado. ¿Qué pasó por la cabeza de Tom para cambiar drásticamente todo su sentir en el tema de la familia?

NF. Pasó todo ese camino que charlamos en la primera pregunta, esas situaciones extremas lo han llevado a descubrirse a sí mismo, a contemplarse de otra manera, de una manera que nunca habría sido capaz de no haber sido forzado a emprender ese camino. La inercia es una fuerza muy poderosa. Y cómoda.

La memoria también es en parte un hecho de ficción, ya que es una perspectiva de un punto de vista de un acontecimiento, y no del acontecimiento en sí. Al final, lo que sucede es ver esos acontecimientos desde otro lugar, el de poder decir: en realidad esto pasó por esto, y no por aquello; o erigir esa memoria desde otros lugares que antes no eran importantes y bajar del pedestal actos que se creían fundacionales y solo eran un maquillaje que quedaba cómodo para estar en un lugar controlable y tener excusas. Siempre se dijo que la novela negra lidiaba con la cuestión de que nada es lo que parece. Bueno, a Tomás le tocó darse cuenta de que las cosas no eran exactamente cómo él las creía.

Nicolás Ferraro y Mauricio Bares. Foto de Óscar Alarcón
Nicolás Ferraro y Mauricio Bares. Foto de Óscar Alarcón

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