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Por Adriana Barba

Monterrey, Nuevo León, 20 de agosto de 2021 [00:02 GMT-5] (Neotraba)

Todas somos afganas

Todas somos Parvana

Escuché por primera vez la palabra talibán cuando tenía dieciocho. En ese momento no hice muchas preguntas ni investigación al respecto, sentía indignación pero no alcanzaba a dimensionar el conflicto. Años más tarde, fue la escritora Deborah Ellis quien hizo que explotara mi cabeza con interrogantes, miles de porqués entraban y salían de mi mente, todos sin respuesta, ahí ya ni siquiera me atrevía a pensar en qué afortunada soy de haber nacido en México. El único pecado de ellas es haber nacido en un país en guerra, ¿por qué ellas?

En ese entonces me quejaba por tonterías, cuando ellas ni siquiera tenían el derecho de ir por la calle solas, mucho menos asistir a la escuela, ¿qué hicieron ellas para merecer esa tortura? Qué hicimos nosotras para tener tantos privilegios, como mostrar nuestro rostro.

El Pan de la Guerra (The Breadwinner) es una novela de la canadiense Deborah Ellis publicada en el año 2002. Fueron varios meses en los que Ellis visitó a mujeres y niñas en los campamentos de refugiados en Pakistán y Rusia. Inspirado en esas charlas, el libro nos relata la historia de Parvana, una chica afgana de 11 años que durante el gobierno de los talibanes debe hacerse pasar por un joven para sostener a su familia.

Su padre fue un maestro muy prestigiado de Historia; su madre, escritora, pero cuando empezaron los bombardeos se habían quedado sin trabajo. Después de vender todas sus pertenencias para sobrevivir, el padre salía a las calles a vender cosas y leer cartas hasta que fue encontrado por los talibanes, golpeado y llevado a prisión. Sin un hombre en la familia, las mujeres de la casa no podrían salir a la calle a buscar un medio de supervivencia, así que la única opción era que Parvana se vistiera de hombre, ya que era la menos desarrollada fisicamente, y ocupara el lugar que tenía su papá leyendo cartas.

Aunque al principio tenía mucho miedo, conforme pasaban los días, la posibilidad de salir a la calle sin ser golpeada y poder ayudar a su familia, le dio la fuerza para continuar en esas calles llenas de odio.

En el 2016 me topé de nuevo con Parvana. Ahora, yo era maestra de séptimo grado de secundaria, conocía muy bien lo que pasaba con los talibanes y con Parvana, me dolió un poco más esa relectura. Recuerdo que una alumna me dijo con semblante triste: “¿Entonces, mientras tuvieran el poder los talibanes, cualquier niña de 11 años tendría la vida de Parvana, verdad, maestra?” “O mucho peor”, contesté.

Hasta a los alumnos que no estaban interesados por la lectura en español se sensibilizaron, los varones pensaban en sus abuelas, mamás, hermanas, tías, novias y alzaban la voz dando posibles soluciones, unas que por supuesto jamás se harían realidad… Su realidad es esta: masacre, represión, agosto de 2021 –en medio de una pandemia– las desgracias apenas empiezan. Solo veinte años fueron libres, ahora no existen sus rostros, mucho menos su voz: ¿en dónde están las mujeres afganas? Inaudito que en pleno siglo XXI la realidad sea más siniestra que las pesadillas.

La película basada en el libro se puede ver en Netflix.


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